El pianista autodidacta Alfred Brendel, considerado ampliamente como uno de los mayores músicos del siglo XX, estaba él mismo desconcertado por su éxito en el escenario mundial. “Estoy completamente perdido al tratar de explicar por qué lo logré”, dijo el músico, quien se retiró en diciembre de 2008 tras una carrera que abarcó seis décadas, en un documental sobre su vida y obra.
Brendel, quien falleció este martes a los 94 años en Londres, donde vivió durante más de 50 años, tenía una reputación de ser modesto, discreto y extremadamente autocrítico. Daba solo breves y rápidos saludos al entrar o salir del escenario de sus siempre agotados recitales. Según The Guardian, nunca fue alguien “aficionado a los fuegos artificiales y el histrionismo”.
Sin embargo, era notoriamente intolerante con los ruidos no deseados durante sus conciertos, e incluso llegó a abandonar el escenario si consideraba que el sonido de una tos fuerte en el público lo había distraído. “Si pertenezco a una tradición, es a una tradición en la que la obra maestra le dice al intérprete lo que debe hacer y no el intérprete diciéndole a la pieza cómo debería ser ni al compositor qué debería haber compuesto”, afirmó en una ocasión.
Autodidacta
A pesar de ello, Alfred Brendel —quien comenzó a tocar el piano a los seis años y recibió poca formación formal después de los 16— sostuvo que el artista no debía “bloquearse” cuando interpretaba el repertorio central de música europea, compuesto por Haydn, Mozart, Beethoven, Schubert, Brahms y Liszt, por el que era más conocido.
Aunque la escena de la música clásica británica suele reclamar a Brendel como propio —vivió en Londres desde 1971—, era ciudadano austríaco, nacido el 5 de enero de 1931 en Wiesenberg, al norte de Moravia, hoy República Checa. Pasó su infancia viajando por Yugoslavia y Austria.
Su padre trabajó en diversas ocupaciones como ingeniero arquitectónico, empresario y gerente de un hotel en la isla de Krk, en el Adriático, donde Brendel tuvo su primer contacto con música “más elevada”. “Yo manejaba el tocadiscos, le daba cuerda y ponía los discos para los huéspedes del hotel, que eran discos de opereta de los años 30 cantados por Jan Kiepura. Cantaba junto con ellos y me resultaba bastante fácil”.
Después de la Segunda Guerra Mundial, su familia se mudó a Graz, en Austria, donde Brendel estudió en el conservatorio de la ciudad. Sin embargo, a partir de entonces, además de asistir a unas pocas clases magistrales, no tuvo más maestros y llegó a considerar su formación musical no convencional como una ventaja.
“Un maestro puede ser demasiado influyente”, sostuvo. “Al ser autodidacta, aprendí a desconfiar de todo aquello que no había descubierto por mí mismo”. Comentó que, al aprender una nueva obra, se grababa y luego escuchaba y reaccionaba a lo que oía.
Fiel a ese principio, tampoco enseñó formalmente, aunque sí orientó a algunos de los pianistas más destacados de la generación más joven, como Till Fellner, Paul Lewis, Imogen Cooper y Kit Armstrong.
“Mucha diversión”
Cuando se retiró de los escenarios en Viena en diciembre de 2008, le preguntaron qué extrañaría más. “La adrenalina”, respondió. Y agregó que, “a pesar de todos esos tosedores molestos y los teléfonos móviles y los audífonos que suenan”, también extrañaría al público.
Considerado por muchos como un artista intelectual —una revista especializada lo apodó “El hombre del piano pensante”—, Brendel insistió en que sus interpretaciones no eran excesivamente cerebrales. “Jamás he sido alguien que analiza una pieza y luego la toca. Quiero conocer bien la pieza para que sea ella quien me diga de qué se trata y qué tiene de especial”.
Según la BBC, la mayoría de los críticos lo reconoció como uno de los principales intérpretes de las obras de Beethoven. Tras su retiro, escribió libros sobre música y versos humorísticos, además de dar conferencias, lecturas y seminarios.
Recibió numerosos premios a lo largo de su vida, como la Medalla Hans von Bülow de la Filarmónica de Berlín en 1992 y el Premio de Música Herbert von Karajan en 2008, así como varios doctorados honoris causa de las universidades más prestigiosas del mundo. “He encontrado posible hablar de música sin decir tonterías, y creo que siempre hay que ser un poco ingenioso. Y quisiera decir esto sobre la música en general: también me he divertido mucho. Nunca fui una persona atormentada”, declaró.
Fuente: AFP