“¿Qué querés hacer ahora con esto? ¿Te gustaría ir más allá?”. Las preguntas de su analista quedaron resonando en su cabeza. Era el año 2024 y Mercedes Sobral (40) transitaba una depresión profunda sumada a una serie de ataques de pánico, que habían empezado sin motivo aparente. “Fue como que todo se vino abajo”, le cuenta a Infobae.

Hasta ese momento, Mercedes había vivido con una certeza que no le generaba conflicto: era adoptada. Lo supo desde muy pequeña. Sus padres de crianza, Beatriz y Enrique Sobral, jamás se lo ocultaron. “Para mí nunca fue un problema. Lo vivía como una segunda oportunidad que me había dado la vida”, asegura.

Mientras repasaba su historia en el consultorio de su psicóloga, Mercedes recordó una caja de cartón que había guardado hacía una década, tras la muerte de su madre adoptiva. “Estaba archivada en un placard”, dice. Adentro había hojas sueltas, algunas fotos y los papeles de su adopción, que nunca había leído con detenimiento.

Cuando finalmente se animó a revisarlos, encontró el nombre y el DNI de su mamá biológica. Pero lo que más la sorprendió fue otra cosa: en ese legajo, se referían a ella como Débora Natalia Roda. Lo entendió de inmediato: tras la adopción, los Sobral le habían cambiado la identidad.

“Quizá por eso nunca me sentí identificada con mi nombre. De hecho, soy Lihué Mercedes, pero yo me hago llamar Mercedes”, aclara.

Esa revelación fue el comienzo de su búsqueda. Lo que vino después superó todo lo que había imaginado: el reencuentro con su madre y su padre biológicos, doce hermanos y una familia entera que, en silencio, la había estado esperando.

Después de 40 años, Mercedes Sobral conoció a sus padres biológicos: Nora Roda y Domingo Areco

Tirar una botella al mar

Mercedes nació el 3 de julio de 1984 en Rosario. De su infancia, asegura, tiene muy pocos recuerdos. “Hasta los siete meses viví con mi mamá biológica y mis dos hermanas mayores. Después me llevaron a un Hogar de Tránsito y allí estuve hasta que me adoptaron cuando tenía tres años”, cuenta.

Beatriz y Enrique Sobral, sus padres adoptivos, dejaron Buenos Aires y se instalaron en la provincia de Santa Fe para criarla. “Mi papá trabajaba en el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), así que pidió un traslado. Mi mamá era ama de casa y era la que pasaba más tiempo conmigo. Ellos no tenían otros hijos, así que me crié como hija única. Muy aburrido todo”, dice.

A los 16 años, Mercedes fue mamá. Primero nació Tomás (hoy de 24), luego Camila (23) y, más adelante, Mía (13). En paralelo, creó su propio emprendimiento y, desde hace una década, es la dueña de un local de venta mayorista de ropa femenina. “Ser madre joven me impulsó a seguir adelante. Sabía que tenía hijos, que tenía que trabajar y que no podía aflojar. Nunca me había permitido mirar hacia atrás. Por eso siento que, en un momento, la vida me dijo: ‘Hasta acá’”, explica.

Con sus hermanas Cintia y Nancy antes de ser dadas en adopción. Una de las pocas fotos que recuperó de su infancia

Tiempo después de aquella sesión clave con su psicóloga Mercedes decidió hacer algo y, como quien tira una botella al mar, escribió un mensaje en el grupo de Facebook Dónde estás, que reúne a más de un millón de personas que buscan sus orígenes. La publicación, con fecha del 29 de marzo de 2025, decía:

Hola, soy Mercedes Sobral. A los tres años fui adoptada y me cambiaron el nombre. Mi nombre de nacimiento era Débora Natalia Roda y estoy en búsqueda de información sobre mi mamá biológica, Nora Mabel Roda, quien —según figura en los papeles de adopción— vive en la ciudad de Rosario, que es donde yo también vivo actualmente. ¿Alguien sabe cómo puedo hacer para saber dónde podría estar viviendo hoy? Encontré su número de DNI en la documentación, sé que tiene 60 años, pero no sé cómo buscar su dirección… Me gustaría encontrarla y agradecerle por la valentía de haberme dado en adopción. También tengo dos hermanas a las que nunca conocí. No sé sus nombres, ni nada sobre ellas. Espero que alguien pueda ayudarme.

La respuesta llegó al día siguiente y, con ella, una dirección y dos números de teléfono.

La publicación de Mercedes en el grupo de Facebook

El mensaje que cambió todo

Después de recibir los posibles datos de su madre biológica, Mercedes agendó ambos números en su WhatsApp. De manera automática, en uno de ellos, le apareció la foto de perfil de una mujer, igual a la que alguna vez buscó en redes sociales. “Le escribo y que pase lo que tenga que pasar”, pensó. El mensaje era mensaje simple: “Hola, Nora”.

La contestación no fue inmediata. “Tenía unos nervios… miraba el celular a cada rato a ver si aparecía el doble tilde”, recuerda. Recién al día siguiente, Nora respondió: “¿Quién sos?”. Mercedes fue con cautela. “Hola, soy Mercedes. Bueno… mi nombre era Débora”, escribió y enseguida le aclaró que no quería generar ningún problema, solo conocer un poco más sobre su historia. “Iba despacito, pasito a pasito, por las dudas”, cuenta.

La confirmación de que había encontrado a su madre no llegó de Nora directamente, sino de su hermana melliza —la tía de Mercedes—, a través de un audio: “Hola, soy la hermana de tu mamá. Tu mamá está acá desmayada, no lo puede creer”.

En julio de 2024, cuando cumplió 40 años y pidió sus tres deseos, Mercedes jamás se imaginó el

Del otro lado de la pantalla, Mercedes lloraba de la emoción. Minutos después, madre e hija se comunicaron por teléfono y hablaron durante más de una hora. En esa primera conversación, Nora le contó lo que había pasado cuatro décadas atrás:

“Mi abuela tenía ocho hijos. Una de ellas era mi mamá, que quedó embarazada a los 14 años. Primero tuvo a mi hermana Nancy, después a Cintia y, por último, a mí. Imaginate: ocho más tres… era imposible. Vivían en una zona muy precaria, con piso de tierra y techo de chapa. Entonces mi abuela, con la ayuda de una vecina, llamó a Servicios Sociales y nos dieron en adopción”, explica Mercedes.

También supo que su padre, Domingo, ya tenía otra familia cuando se relacionó con Nora y que, por eso, ni ella ni sus hermanas llevaban su apellido. “Fue un amor prohibido —dice—. Mi abuela, al ver que él tenía hijos con otra mujer, lo fletó. Él después tuvo cinco hijos más y mi mamá también. Por eso ahora tengo doce hermanos”.

Muchos años después, Nora y “Mingo” se reencontraron, intentaron tener una relación, pero no funcionó. “Ella nunca pudo perdonarle que él no estuviera presente cuando más lo necesitó”, agrega.

Una plaza y tres horas de charla

Después de aquel primer llamado telefónico, Mercedes y Nora no dejaron de hablar en toda la semana. Se mandaban mensajes a diario y se contaban cosas, buscaban la manera de llenar —aunque fuera un poco— el vacío de los años perdidos. “Todo fluyó con una naturalidad que me sorprendió”, asegura ella. Y agrega: «Vivimos a 30 cuadras de distancia”.

Finalmente, el 10 de abril pasado se vieron cara a cara. por pedido de Nora, el punto de encuentro fue en la Plaza López, ubicada sobre la avenida Pellegrini, en Rosario. Cuando Mercedes bajó del auto, ella la estaba esperando. “Es muy raro ver a esa persona que es tu mamá y, al mismo tiempo, no conocés. Ella me tocaba las manos todo el tiempo, me acariciaba… y yo sentía algo raro, hasta que, de a poquito, me fui aflojando”, cuenta.

Hablaron durante casi tres horas, sentadas en un banco de madera, sin parar. Lloraron, se rieron. Nora le contó parte de su historia, sus dificultades como madre adolescente, su enojo con su propia madre y el dolor que cargó durante años. Mercedes la escuchó sin reproches. Solo quería entender.

Siempre traté de ponerme en su lugar. Si no, una se queda con la parte mala y no era mi idea. Yo no sabía si, a partir de esto, íbamos a entablar una relación, o iba a quedar en una charla y nada más. Pero lo que necesitaba era saber”, cuenta.

Mercedes junto a su hermana Nancy

“La única que faltaba eras vos”

Después de reencontrarse con su mamá, Mercedes quiso llegar a sus hermanas. Nora le pasó el número de Nancy y ella la contactó: “Hola, Nancy. Soy Débora. Ahora me llamo Mercedes”.

Minutos después estaban hablando por teléfono. Fue otra charla larga, cargada de emoción. Nancy le contó que ella y Cintia habían sido adoptadas juntas y que, hacía casi veinte años, se habían reencontrado con Nora y Domingo. “Todos sus hijos les dicen ‘Abuelos’. Tienen una relación de familia”, dice Mercedes, aún sorprendida.

En esa conversación, también supo que sus hermanas nunca dejaron de buscarla. Pero lo hacían con el nombre de nacimiento: Débora Natalia Roda. “Enterarme de eso fue un alivio. Quieras o no, siempre está esa duda. Ni hablar lo que viene después: ‘¿Me aceptarán?’; ‘¿Querrán contarme lo que pasó?’”, dice.

A medida que se adentraba en la historia de su árbol genealógico, Mercedes empezó a notar coincidencias inesperadas. Supo, por ejemplo, que su hermana Cintia había sido madre a los 16, igual que ella. Descubrió, además, que ninguna de sus hermanas había tenido una buena relación con sus padres adoptivos, algo que resonaba con su propia experiencia. “Ahí es cuando decís: ‘Qué loco lo que es la sangre’. Hay muchas cosas que son parecidas, aunque no nos hayamos criado juntas”, sostiene.

El reencuentro con su papá biológico, el 26 de mayo pasado, fue distinto. Esta vez no hubo plaza ni llamado telefónico: después de una intercambio de mensajes, Mercedes fue directamente a su casa: “Me chocó mucho más —admite—. Tiene 67 años, seis stents y un problema en la cadera. Fue difícil. Pero él estaba feliz de que haya ido a verlo”.

“Tanto él como mi mamá me dijeron lo mismo: ‘La única que faltaba eras vos. No nos queríamos morir sin antes haberte encontrado’”, cuenta y se emociona. Aunque el parecido físico con su padre es notorio, Mercedes está convencida de que tiene rasgos de los dos. “Creo que tengo un poquito de cada uno”, dice.

Hoy, Mercedes habla con sus padres y sus hermanos casi todos los días. Los fines de semana también se juntan a almorzar. “El otro día éramos veinte solo para comer… y eso que no estábamos todos”, cuenta.

“Es una locura. Toda mi vida fui hija única y ahora tengo un familión. Todavía los estoy conociendo. Tengo que organizarme. Imaginate: pasé a tener doce hermanos y mamá y papá otra vez, porque los Sobral fallecieron hace años”, dice. “Es increíble lo que encontré. Ni en mis sueños había imaginado algo así”, se despide.