En el universo de la élite arbitral sudamericana, Juan Gabriel Benítez representa ese perfil de árbitro que sobrevive más por contexto que por convicción. Nacido en Asunción, Paraguay, el 23 de octubre de 1982, es árbitro FIFA desde el año 2015. Con 42 años y un recorrido apenas moderado a nivel internacional, su nombre aparece con frecuencia en designaciones importantes más por escasez de opciones que por méritos consolidados.
Benítez encuentra cierta estabilidad únicamente en partidos donde el desarrollo técnico prevalece sobre lo físico. Cuando el juego se estructura a partir del toque, el control y la fluidez, su tarea puede pasar inadvertida. Pero si el partido exige lectura táctica, interpretación de la intensidad física, o firmeza ante el roce y la presión, su figura se desdibuja con decisiones dubitativas, falta de autoridad y una preocupante dependencia del VAR, manifestando una falta de seguridad en el proceso de las la toma de decisiones en las cercanías de las áreas.
No posee una lectura anticipatoria del conflicto ni transmite confianza a los jugadores. Su lenguaje corporal es frágil, y su comunicación en campo, limitada. Cuando la exigencia crece, apela al VAR no como herramienta complementaria, sino como sostén principal.
Los datos de sus últimas temporadas reflejan un manejo inconsistente de la disciplina:
- Promedio de 4.94 tarjetas amarillas por partido
- Una roja cada 8 partidos
- En 2023, acumuló 95 amarillas y 15 rojas en 34 encuentros, cifra elevada que evidencia su escasa capacidad para controlar sin recurrir excesivamente a la sanción.
- Tiene un promedio de proyección física de 8 kilómetros por encuentro.
- Su tiempo real de juego promedio es de 55 minutos.
En cuanto a antecedentes internacionales, su único cruce con la Selección Argentina en eliminatorias fue en marzo de 2025, cuando dirigió el Argentina vs. Uruguay, encuentro sin mayores sobresaltos que se le presentó con bajo nivel de tensión y una propuesta de juego técnico por parte de la Albiceleste. Allí, fue el partido quien lo sostuvo a él, y no al revés.
No registra antecedentes dirigiendo enfrentamientos entre Argentina y Colombia en competencias oficiales, lo cual convierte su designación en una apuesta de riesgo, más aun considerando el perfil de los equipos y el contexto clasificatorio.
Para este compromiso, Benítez estará acompañado por un equipo que refuerza aún más las dudas:
- AA1: Eduardo Cardozo
- AA2: Milcíades Saldívar
- Cuarto árbitro: Blas Romero
- VAR: Derlis López, un árbitro con antecedentes mediocres tanto a nivel nacional como internacional, cuyo criterio ha sido reiteradamente cuestionado en competencias CONMEBOL.
- AVAR: Carlos Paul Benítez, también de perfil discreto.
Un equipo sin nombres de peso, sin experiencia sólida en partidos de máxima exigencia ni capacidad reconocida para imponer autoridad o corregir decisiones clave con consistencia.
Sus partidos más cuestionados
- En Sportivo Luqueño vs. Libertad (2024), convalidó un gol con mano de Óscar Cardozo sin revisión del VAR. La reacción pública fue tan contundente que fue declarado persona no grata por autoridades municipales.
- En clásicos paraguayos entre Cerro Porteño y Olimpia, dirigió con criterios inconsistentes, mostrando flaquezas para sostener el control cuando el partido se tornaba ríspido y emocionalmente cargado.
Lo único que podría jugar a su favor en esta ocasión es el contexto clasificatorio de Argentina, que ya tiene asegurado su lugar en el Mundial 2026 y el liderazgo en las Eliminatorias. Esta condición podría generar un enfoque más sereno por parte del equipo local, reduciendo así las tensiones y el nivel de protesta en campo. Sin embargo, Colombia se juega mucho más, y esa diferencia de urgencias podría desbalancear el desarrollo emocional del encuentro, exponiendo al árbitro a una presión asimétrica.