El Estadio José Amalfitani era una fiesta sin precedentes. Desde temprano, Liniers se transformó en un santuario pop donde el fervor juvenil convivía con la emoción de adultos que, como sus hijos, también crecieron con su música. Fanáticos de todas las edades llegaban con glitter en la cara, banderines artesanales y remeras estampadas con frases del nuevo álbum. En la noche fría del sábado 24 de mayo, se repetía un solo nombre, a los gritos, con devoción futbolera: “¡Olé, olé, olé, Lali, Lali, Lali!”. Y ella volvió. A sus 33 años, Lali Espósito subía otra vez al escenario donde, años atrás, había hecho historia. Esta vez, no para repetir el pasado, sino para presentar en vivo por primera vez su nuevo disco, No vayas a atender cuando el demonio llama. Con paso firme y mirada decidida, caminó el escenario inmenso para encontrarse con su público, el que la esperó un año entero. Respondía al llamado de su gente, no del diablo, como ironiza el título del álbum.

Minutos antes de la explosión multitudinaria, Lali habló en exclusiva con Teleshow, con la emoción latiéndole en la voz:“Es realmente emocionante volver a encontrarme con quienes me acompañan hace tantos años, y hacerlo en un contexto como un Vélez en la presentación de un álbum que requirió una búsqueda y un encuentro interno grande es aún más movilizante”.

El reloj pasaba las 21, el frío apretaba pero no ganaba, ya que el calor humano, el temblor de las plateas, los pogos improvisados en el campo, mantenían el ambiente incandescente. Finalmente, pasadas las 21, la espera se rompió. 50 mil personas estallaron cuando vieron aparecer su figura entre luces blancas y humo. Era el inicio de su nuevo tour y una velada que repetiría el domingo con entradas nuevamente agotadas.

Lali salió al encuentro de alrededor de 50 mil fanáticos en su vuelta a los escenarios (Crédito: RS Fotos)Sin soltar el micrófono, la artista desplegó un show repleto de bailarines y músicos desde su ubicación (Crédito: RS Fotos)

Vestida de negro absoluto, con pantalones acampanados de flecos, un sombrero de cowboy con strass plateado y su melena suelta, se plantó en el centro con una energía feroz. Sus ojos gritaban lo que aún no había dicho con palabras: había vuelto para entregarse por completo. Sonó “Lokura”, el primer tema de su nuevo álbum, y la respuesta fue instantánea. Gritos, saltos, movimientos desbordados. La energía se volvió física. Algunos fans, lookeados con cadenas, medias de red y maquillaje esfumado, replicaban el clima rockero del disco. Cada verso era devuelto por la multitud como un espejo emocional.

Sin soltar el micrófono ni un segundo, Espósito se desplazó por el escenario con precisión a lo largo de la pasarela. Cuando dejó caer el sombrero, irrumpieron sus bailarinas. Con ellas llegó “Sexy”, el segundo tema de la noche, y una ola de sensualidad bañó el estadio. El ritmo, la pose, los gestos, todo era parte de un nuevo lenguaje escénico que fue compartido con los asistentes del show, quienes le devolvieron cada muestra de afecto con clamores y cánticos, entre los que se destacaron “madre Lali”. Sin embargo, el grito colectivo se potenció con “N5”, cuando dio inicio al “Chape Tour”, uno de los momentos más esperados por su público. De la mano de su coreógrafa Denise de la Roche, compartieron un breve beso que provocó un temblor general. Cientos de bocas abiertas, celulares al aire, corazones acelerados.

Pero la noche recién comenzaba para la artista y sus adeptos. Tras una brevísima pausa, las gradas se encendieron con un canto que no pasó desapercibido por ninguno de los presentes: “El que no salta votó a Milei”. El mensaje era claro y aludía a los roces públicos entre la cantante y el Presidente de la Nación que tuvieron lugar meses atrás. Lali no respondió con palabras, pero cada tema y sus sonrisas cómplices fueron una indirecta.

Con sus bailarines volvió a escena tras su primer cambio de vestuario: un body blanco con tajos y transparencias, mientras que siguió con el cabello suelto. Interpretó “Morir de amor” y luego “33”, su colaboración con Dillom, marcada por una coreografía intensa y dramática. El estadio entero estaba rendido a sus pies, aunque todavía le quedaban varias sorpresas a lo largo de aquella velada.Momentos más tarde, una aparición inesperada detuvo todo: Moria Casán. La One, vestida con un body semitransparente y piedras azules, emergió en escena para cantar “¿Quiénes son?”, el tema que comparte con la artista. “¡Aplauso para esta gladiadora del pop!”, gritó la exvedette luego de ver el performance de su compañera, quien estuvo a su lado luciendo un traje negro con una corbata a juego. Y, divertida por el recibimiento al público ante la colaboración que llevaron a cabo dos años atrás, agregó: “Por primera vez en la vida me cuelgo de alguien”. Esto no solo generó la ovación del público, sino también la emoción de la cantante, quien aprovechó para darle un fuerte abrazo luego de agradecerle por su paso por el escenario.

Tras su salida, y una promoción relámpago de su próxima obra teatral, Lali reapareció en su traje negro, que decidió deshacerse en los primeros acordes de su siguiente tema. Se quitó la corbata negra que adornaba su camisa, reveló un top lleno de brillos y se calzó los guantes de boxeadora. Así interpretó “K.O.”, uno de sus clásicos más poderosos. Luego llegó “Baum Baum”, que agitó aún más la caldera que ya era el campo de Vélez.

Moria se sumó al primer show de Lali mientras entonaba

Uno de los momentos más celebrados de la noche fue la aparición de Joaquín Levinton, líder de Turf. Vestido con un traje plateado, apareció desde abajo de la pasarela, saludando a los fans que se apretujaban contra las vallas, que se encontraban repletas de carteles y mensajes para la estrella de esa noche. Con su sonrisa característica, abrazó a Lali y juntos cantaron “Loco un poco” por primera vez en vivo. En un instante de complicidad, cargado de nostalgia rockera y ternura pop, se rieron y bailaron a lo largo de las notas, lo que provocó nuevamente los gritos del público.

Pero no todo fueron temas llenos de adrenalina y pogos, sino que también hubo momentos de sinceridad y emoción para la artista. Más adelante, el clima cambió. Lali tomó el micrófono y, con voz trémula, entonó “Incondicional”. La canción, una de las más íntimas del disco, la quebró al punto en que soltó un par de lágrimas adelante del público. “Necesito un minuto. No saben lo que se ve acá, es muy impresionante”, dijo, con los ojos llenos de lágrimas. “Más de un año sin tocar en vivo, mucho tiempo. Bueno, no, en la vida no es mucho un año. De hecho, está bien acordarme que los tiempos artísticos no son rápidos, sino otra cosa. Decir eso que uno tiene adentro es la mejor manera”, agregó, conmovida por la entrega de sus fans.

El líder de Turf realizó una breve aparición para cantar

La puesta,precisa y con músicos en vivo, mostraba una búsqueda artística profunda: contundencia escénica, una identidad sonora definida y colaboraciones que unían generaciones. El público no solo había agotado Vélez, sino que participaba activamente de cada instante, en especial a medida que avanzaba un show donde no solo Espósito dejaba todo arriba del escenario, sino que sus invitados también lo hicieron.

La lista de invitados no terminó ahí. Minutos más tarde,subió Miranda!, con Juliana Gattas y Ale Sergi, vestidos de negro con moños multicolores. Una vez más, los fanáticos estallaron en gritos y acompañaron la llegada de la dupla y la de Lali, quien lució un saco plateado, con alegría. Juntos interpretaron “Mejor con vos”, logrando un cruce generacional mientras las pantallas del estadio se teñían de diferentes colores que dejaron a todos hipnotizados. Después fue el turno de Taichu, que aportó su energía y flow en “S.O.S.”, una colaboración que integró el pulso urbano a la estética del show.

Miranda!, la dupla integrada por Juliana Gattas y Ale Sergi, cantó junto a Espósito (Crédito: Victoria Dragonetti)

Y entonces volvió “Sola”. Sobre el escenario, Lali se entregó a un lap dance con su bailarín, mientras usaba un blazer negro que tiró por la pasarela para revelar un body brillante. Una cámara grababa en diferentes ángulos, un dron acompañaba cada giro, y el estadio quedó paralizado, como en trance. El único decorado: una silla negra, que se volvió la protagonista en una coreografía que tiñó la noche de sensualidad.

Pero el show estaba lejos de acabar y sus fanáticos de recuperar el aliento. Y cuando pareció que todo había sido dicho, llegó “Soy”, uno de sus temas más icónicos. La emoción se apoderó del público por completo. En las pantallas, los colores de la bandera LGBTIQ+; en escena, 16 drag queens desplegando una coreografía repleta de looks, movimiento y creatividad, que trajo consigo una celebración del orgullo, de la libertad y de la historia que la une a esa comunidad.

La sensual coreografía que llevó a cabo la cantante junto a una de sus bailarines (Crédito: Mazza)

Tras llenar el estadio de un sinfín de colores que se replicaron en el público, el estadio se cubrió de un velo oscuro. Comenzaron a titilar luces rojas y negras, creando un clima cargado, denso, como si una tormenta sensorial estuviera por estallar. Entonces sonó “Disciplina”, uno de los temas más esperados, proveniente de su álbum anterior. Su figura emergió entre penumbras, caminaba con una determinación furiosa mientras se acercaba a cada uno de sus bailarines y les “disparaba” hasta que caían al suelo. El ritmo palpitante de la canción obligó a los cuerpos a volver a pararse y moverse. Los saltos se reiniciaron, las manos se alzaron, los abrazos entre desconocidos se repitieron como en los primeros minutos del show.

A continuación, sin permitir un respiro, llegó “Plástico”, tema incluido en su nuevo disco y que cuenta con la colaboración de Duki. Aunque él no estuvo presente en el show, su voz se escuchó a través de los parlantes con un beat oscuro y moderno que encendió aún más los pogos en el campo. Las luces volvieron a estallar, y las visuales acompañaron con imágenes en blanco y negro, que seguían cada paso de la artista. El grito colectivo subía en volumen y temperatura pasadas las 23.

Pero lo que todos esperaban era lo que venía después: “Fanático”, el himno que agitó el mundo artístico desde su lanzamiento por sus presuntas indirectas al presidente Javier Milei. El murmullo generalizado se transformó en aplauso cuando Lali, antes de empezar la canción, se dirigió a su público con una frase: “No importa a quién votes, el corazón de alguien es lo que importa. Pero hay que hacer canciones para devolver un poco la patada, ¿no?”. De esa manera, el estadio entero lo cantó como si fuera una bandera. El canto colectivo dejó en claro que la conexión entre artista y público iba mucho más allá de lo musical, casi fraternal. Y, cuando la canción terminó, el clima era de comunión total. Todo indicaba que la noche llegaba a su fin, pero Lali tenía todavía más para dar.

Entre gritos y aplausos, Lali inició con todo su gira (Crédito: Victoria Dragonetti)

Volvió con dos canciones más, a modo de regalo para quienes resistían el frío con el calor del fanatismo en la piel: “Pendeja” y “No me importa”. La primera fue un estallido generacional: chicas y chicos con los brazos entrelazados por los hombros de sus pares, coreando sin pausa cada palabra. Las voces del público acompañaron cada palabra como si no fuera la última vez. Nadie se distrajo, nadie bajó los brazos y los celulares seguían en alto, mientras los ojos brillaban pese al viento helado, y los cuerpos seguían danzando aun cuando ya no había energía que guardar.

Antes del cierre definitivo, Lali le regaló dos temas a sus fanáticos, quienes cantaron entre saltos y gritos (Crédito: Mazza)

Finalmente, Lali se despidió, pero la emoción no terminó. Las luces se apagaron, y el estadio entero siguió coreando sus canciones, algunas mezcladas con el himno nacional argentino. La salida fue lenta, entre carcajadas, abrazos y sonrisas por una velada que no solo quedó en la memoria de quienes pudieron verla en primera persona, sino también en la artista que regresó a los escenarios y, además, lo hizo con todo.

Finalmente, Lali se despidió. Pero la emoción no terminó. Las luces se apagaron, y el estadio entero siguió coreando sus canciones, algunas mezcladas con el himno nacional argentino. La salida fue lenta, entre carcajadas, abrazos y sonrisas.