Murió de madrugada, en el silencio oscuro del CEMIC porteño, a los 63 años. María Raquel Hermida Leyenda partió como vivió: rodeada de una red de mujeres que la querían, que la respetaban, y que hoy la lloran. Con dolencias cardíacas arrastradas durante años, su cuerpo se rindió a las cuatro de la mañana del sábado. Pero su voz —esa que incomodó a jueces, fiscales, medios y machismos— no dejó de resonar.
Calu Rivero, una de las tantas mujeres a quienes defendió, la despidió con una frase que podría ser el epitafio de la abogada: “Se fue mi guardiana. La guardiana de muchas. Ella no arreglaba por dinero. Estoy con el corazón partido. QEPD Raquel Hermida Leyenda”. Lo hizo acompañando sus palabras con una fotografía en blanco y negro, con el rostro compungido y dos corazones: uno entero y otro roto. Era más que una clienta: era una hermana en la batalla.
Su historia en común se remonta a los años más intensos del movimiento #NiUnaMenos, cuando Rivero denunció a Juan Darthés por acoso sexual luego de compartir elenco en la novela Dulce Amor. Fue Raquel Hermida Leyenda quien la acompañó en la defensa jurídica cuando el actor la contrademandó por daños y perjuicios. No fue una causa fácil. Calu fue una de las primeras en hablar. Y el sistema, como tantas veces, se le vino encima.
Tras conocerse el fallo que puso fin a aquella demanda, Calu publicó un mensaje que hoy, tras la muerte de su abogada, resuena con fuerza renovada. Con dos fotos —una con su hija recién nacida y otra junto a Hermida Leyenda y Marcela Arvia— escribió: “Quiero cerrar un capítulo en mi vida reconociendo el trabajo excepcional de dos mujeres abogadas, especialistas en perspectiva de género”.
Y agradeció: “Gracias a ellas pude enfrentar y ganar un juicio que Darthés inició contra mí cuando me animé a ser la primera en alzar la voz”. Lo dijo años atrás. Hoy su gratitud se transforma en luto.
A Calu, Raquel no la soltó. Tampoco a Thelma Fardín, quien confesó: “Esta mujer me hizo tomar el coraje para hablar”. Tras la denuncia de Rivero, Fardín también acusó a Darthés, en una causa que derivó en condena en la justicia brasileña. Raquel fue el eslabón invisible entre esos testimonios valientes y un sistema judicial renuente al cambio.
Nacida el 19 de diciembre de 1959 en el Centro Gallego de Buenos Aires, hija de padres españoles, Hermida Leyenda decidió a los 20 años quedarse en Argentina. Estudiaba Derecho en la Universidad Católica Argentina. Sus padres regresaron a Europa. Ella eligió luchar aquí. Desde temprano, supo que la legalidad podía ser un campo de batalla donde defender a quienes nadie escuchaba.
No buscaba fama. Ni pactos. “No arreglaba por dinero”, dijo Calu. Su carrera fue una sucesión de causas imposibles que convirtió en hitos judiciales. Entre 2020 y 2022 fue defensora de Nahir Galarza, la joven condenada a prisión perpetua por el asesinato de su novio Fernando Pastorizzo. También logró la absolución de Mafalda Secreto, acusada de matar a su marido. La Justicia reconoció que actuó en legítima defensa en un contexto de violencia de género. Un fallo paradigmático.
Uno de sus casos más emblemáticos fue el de Beatriz López, presa por haber matado al policía Gastón Márquez, su marido, que la violaba y golpeaba. La Cámara de Casación Penal bonaerense la absolvió: consideró la violencia como un delito permanente. Ese fallo —según dijo Hermida en entrevistas— “cambió la historia”. Y no exageraba: habilitó la libertad de muchas otras.
La abogada no se detenía. Peleó también por la condena al futbolista Alexis Zárate, ex Independiente y Temperley, por violación. Allí, batalló para que la Justicia diera valor a los testimonios de la víctima y a las pericias psicológicas. “Ella trató de hacer un montón de cambios en su vida, pero no puede superarlo todavía”, contó alguna vez Raquel sobre la sobreviviente. Su mirada era clara: el daño de la violencia sexual trasciende lo jurídico. “El 30% no logra la resiliencia a través de la Justicia”, reconocía con brutal honestidad.
Feminista, pero no domesticada. “En los medios suelen llamarme abogada feminista. Pero la realidad es que suelen usar al feminismo como un ninguneo”, dijo en una entrevista con Feminacida. Y remató: “Cuando llego se encuentran con una abogada académica que los desestabiliza porque pongo en evidencia su desactualización y desconocimiento”.