Ni un ministro, ni un legislador, ni un secretario, ni su esposa. El integrante “más fiel” que José Mujica tuvo en su gobierno fue su perra Manuela. “Hace 18 años que me acompaña. Es una anciana”, dijo en 2015, en una entrevista con la BBC. El ex presidente uruguayo dijo que “quiere mucho a los animales” cuanto “más conocía a la gente”.
La perra de Mujica tenía la particularidad de que tenía tres patas y fue una fiel compañía del matrimonio presidencial. Manuela murió en 2018, cuando tenía 22 años.
Cuando Mujica enfermó de cáncer, sus apariciones públicas comenzaron a reducirse pero en algunas de las entrevistas que brindó pudo expresar un deseo final. En la cadena CNN contó que su voluntad es que sus cenizas sean esparcidas por su chacra en Rincón del Cerro, donde vivía con su esposa Lucía Topolansky.
Su comentario se dio tras ser consultado por la existencia de Dios y él fue contundente: “No existe”.
“Este cacho que estamos arriba del planeta es el paraíso y el infierno, todo junto. Venimos de la nada y vamos a la nada. Que la vida es la aventura de las moléculas, en todas sus formas”, señaló en el reportaje que brindó a fines de 2024. Y luego matizó: “Ojalá que me equivoque”. El ex presidente uruguayo dijo que su deseo es que exista “un más allá”, aunque no cree en eso.
“Mi futuro destino está abajo de ese escollo, donde está enterrada Manuela. Cuando me muera, me van a quemar y me van a enterrar ahí”, dijo, señalando una mesa que tenía cerca.
En 2018, tras la muerte de su mascota, Mujica renunció a su banca en el Senado y confesó extrañar al animal, recuerda una nota de El Observador.
Manuela había nacido en Paysandú y era hija de Dunga, la perra de la hermana de Topolansky. Fue una vecina de Mujica quien le puso ese nombre por la tortuga Manuelita. “Ella es medio marca perro, pero tiene algunas características de Foster”, contó en un reportaje, cuando todavía era presidente de la República. Antes de ser castrada, la mascota del matrimonio presidencial tuvo tres crías con perros del barrio en el que vivían, en las afueras de Montevideo.
Manuela no fue la primera mascota de Mujica y Topolansky, recuerda el artículo. Antes tuvieron una perra ovejera alemán. A los dos animales les costó hacerse amigos, pero finalmente lograron ese vínculo cercano y “salían a cazar juntas”.
Pero la perra ovejera fue envenenada y Manuela quedó como la “reina de la casa”. Ahí comenzó a tener algunos permitidos: podía, por ejemplo, estar adentro de la casa y hasta dormir al lado de la cama de Mujica y Topolansky.
Fue hace aproximadamente 20 años que la perra de Mujica perdió una de sus patas como consecuencia de un accidente con el tractor que manejaba el dirigente político. Manuela fue corrida por otros perros mientras acompañaba a su dueño en tareas rurales. Cuando escapó, fue en dirección al tractor. Mujica intentó frenar, pero no evitó llevársela por delante.
El tendón del animal quedó colgando y otra perra cazó la pata que estaba herida, según El Observador.
Topolansky contó que a la perra le encantaba andar en auto. “Cuando empieza a armar el bolso porque nos vamos para [la estancia presidencial de Colonia] Anchorena, ya sabe que ella va. Cuando Pepe va a viajar se da cuenta, porque aparece la otra valija”, contó la ahora viuda de Mujica.
“A Pepe es increíble como lo extraña. Cuando se enfermó, en el año 2005, él estuvo un mes en el hospital. Yo iba a las seis de la mañana a cuidarlo y volvía a las seis de la tarde. Y cuando llevaba en el auto, ella estaba ahí esperando. ¿Qué esperaba? Que se bajara Pepe. Y estaba toda contenta y después… las orejitas pa’ abajo. El día que llegó parecía que se le iba a salir la cola de la alegría”, relató.