Historia, política y ficción: inquietante diálogo entre Salman Rushdie y Simon Sebag Montefiore (Crédito: Michael Abril)

Como esta charla trata de sueños y del inconsciente, empecé, después de presentar a Salman Rushdie y a Simon Sebag Montefiore al público de Montreal, evocaré a mi otro yo argentino y tomaré un enfoque psicoanalítico. Blue Metropolis es un festival multicultural y el primer evento literario multilingüe del mundo, frecuentado por mucha gente como yo, el único espacio donde esta brasileña hija de argentinos radicada en Montreal puede decir que se siente en casa. Entonces, les indiqué: “cuéntenme sobre su infancia”. Risas.

Rushdie ya se sentaba en el diván. De inmediato compartió anécdotas sobre su niñez en la India, marcada por una compleja relación con su padre. A pesar de las tensiones entre ambos, recordó cómo su padre solía inventarle una versión propia de Las mil y una noches, alimentando desde temprano su imaginación y gusto por las historias. En contraste, su madre tenía un estilo narrativo muy diferente; conocía los secretos de todos y no podía evitar divulgarlos, lo que la convertía en una fuente constante de relatos reales, aunque indiscretos. De manera sutil, Rushdie mencionó también el alcoholismo de su padre, con quien hizo las paces solo después de su fallecimiento. Este vínculo ambiguo influyó profundamente en su obra. Una broma recurrente de su padre, que Rushdie nació exactamente ocho semanas después de la retirada británica de la India, en 1947, terminó por convertirse en una chispa creativa fundamental para Los hijos de la medianoche, la novela que en 1981 lo consagró como una de las voces más influyentes de la literatura contemporánea. No fue un proceso fácil; le tomó cinco años escribirla, en parte debido a las dudas que arrastraba tras el tibio recibimiento de su primer libro, Grimus, publicado en 1975.

“El ‘nacionalismo’ es una palabra muy curiosa”, expresó Salman Rushdie. “Hay contextos en los que ha sido una fuerza muy positiva (...) En otras regiones del mundo se ha vinculado con formas más primitivas de política de derecha. Es un concepto mixto, es una palabra con la que hay que tener cuidado” (AP Foto/Ebrahim Noroozi, archivo)

Sebag Montefiore también se puso en modo analysand. Al final, es hijo de Stephen Eric Sebag Montefiore (1926-2014), psicoterapeuta británico descendiente de una prominente familia sefardí, y Phyllis April Jaffe (1927-2019), escritora de origen lituano. Las vivencias de sus abuelos, en especial su huida de la persecución en Europa del Este, también determinaron su infancia y despertaron para siempre su interés por la historia. De ahí, el gran historiador británico pasó a hablar de la autodestrucción, común en sus escritos, donde analiza cómo las decisiones humanas, más que el destino, son las que ocasionan los grandes acontecimientos, y que muchas veces los peores enemigos de un país están dentro de sus propias fronteras. “La historia nos muestra una y otra vez la asombrosa capacidad que tienen las naciones para hacerse daño a sí mismas, ya sea por decisiones equivocadas, conflictos internos o líderes destructivos. Los países parecen tropezar con las mismas piedras, incluso cuando las consecuencias ya son bien conocidas”, señaló. El análisis histórico destaca la importancia de comprender las dinámicas de poder y la necesidad de mantener sistemas políticos flexibles que puedan responder a las crisis sin recurrir a la violencia.

Rushdie reveló con modestia que también estudió historia; se graduó con honores en el King’s College de la Universidad de Cambridge, donde se especializó en historia del islam, y que esa formación influyó posteriormente en su obra literaria, incluyendo temas recurrentes como la religión, la identidad y los conflictos culturales. “Una de las cosas que aprendí estudiando historia es que nada está escrito de antemano. La historia no sigue una vía fija y los grandes cambios pueden pasar de un momento a otro”, dijo. Rushdie advirtió que esos cambios no siempre son positivos. “Eso no quiere decir que todo mejore, también puede empeorar, pero lo que sí es seguro es que el cambio siempre está presente”. Aunque en sus libros ha reflexionado mucho sobre el pasado, lamentó que muchas personas no aprendan de la historia. “Un ejemplo reciente es la segunda elección de Donald Trump. Ya habíamos visto cómo fue su primer gobierno, así que deberíamos haber aprendido algo. Pero en lugar de eso, muchos entendieron mal lo que ocurrió. Ahora aparecen en los medios declaraciones de gente que votó por Trump y que dice estar arrepentida”.

Sebag Montefiore pasa a una reflexión crítica sobre el rumbo de las democracias contemporáneas y los riesgos de la autocracia. Destaca que, a pesar de que las democracias liberales se expandieron tras la Segunda Guerra Mundial, son una anomalía histórica. “La forma de gobierno predominante a lo largo de la historia ha sido la monarquía hereditaria, considerada por muchos como la mejor manera de preservar la estabilidad y la continuidad”. La crisis interna que Sebag Montefiore advierte en las democracias actuales ha hecho que muchas de ellas, incluso en Occidente, evolucionen hacia oligarquías en las que el poder está concentrado por una élite política y mediática, lo que ha generado desconfianza, polarización y cuestionamientos sobre la legitimidad de las autoridades.

Rushdie abordó sus sentimientos encontrados respecto al súbito aumento del nacionalismo en Canadá ante las amenazas de anexión por parte de la administración Trump. “El ‘nacionalismo’ es una palabra muy curiosa”, expresó. “Hay contextos en los que ha sido una fuerza muy positiva. Por ejemplo, el crecimiento del movimiento nacionalista en la India fue lo que finalmente permitió poner fin al imperio británico, y eso lo veo como algo casi completamente positivo”. Sin embargo, advirtió: “En otras regiones del mundo el nacionalismo se ha vinculado con formas más primitivas de política de derecha. Es un concepto mixto, es una palabra con la que hay que tener cuidado”. Concluyó de manera un poco más optimista, Sebag Montefiore subraya que la democracia tiene la capacidad de adaptarse y renovarse, lo que representa una ventaja sobre sistemas autoritarios. “Pero todo país en el fondo es imaginario”, señalaron ambos, cuando cerraron la charla hablando de naciones ficticias, como las que crea Rushdie en sus obras, que, aunque no sean reales, reflejan de manera crítica y alegórica ciertos aspectos de la India y otros contextos históricos o culturales. “La India como tal nunca existió antes de ser India”, dijo el autor de Los versos satánicos.

Sebag Montefiore agregó que aparte de naciones ficticias hay países artificiales, creados por potencias coloniales o acuerdos internacionales, que a menudo no reflejan las realidades sociales, étnicas o culturales de las poblaciones locales, como Pakistán y Bangladesh. A lo largo de la historia, muchos de estos estados han enfrentado grandes desafíos debido a las tensiones internas por la falta de cohesión histórica o cultural entre sus habitantes. Señala que países como Siria, Jordania, Líbano e Irak también nacieron de decisiones políticas tomadas por potencias extranjeras, cuyas repercusiones aún se sienten. “Aunque los Estados Unidos no son una nación creada por potencias coloniales en el sentido tradicional”, añadió Sebag Montefiore, “su formación puede considerarse ‘artificial’ en el sentido de que fue el resultado de una serie de decisiones políticas y acuerdos, basados en territorios indígenas y colonias europeas”.

En el festival Blue Metropolis los célebres autores abordaron temas como la construcción de las naciones, los desafíos de la democracia y el poder de la literatura para revelar verdades históricas y humanas (Crédito: Michael Abril)

Simon Sebag Montefiore y Salman Rushdie coincidieron en la relevancia de la literatura como una herramienta poderosa para comprender la historia y sus lecciones. Sebag Montefiore, conocido por sus extensos trabajos sobre la historia de Rusia y figuras históricas como Los Romanov, destacó cómo la narrativa histórica en la literatura permite conectar los eventos con las emociones humanas, dándoles una dimensión más profunda. “Los libros no solo narran hechos, permiten entender las motivaciones, los temores y los sueños de las personas que vivieron esos momentos”. Para él, la historia no debe ser vista solo como una sucesión de fechas y eventos, sino como una experiencia vivida que se transmite a través de la literatura.

Por su parte, Rushdie enfatizó que el estudio de la historia no está completo sin un enfoque literario. “La historia no es inevitable. A menudo, los cambios más significativos suceden rápidamente y pueden ir en cualquier dirección, ya sea hacia la mejora o el deterioro”, comentó. Rushdie ha explorado estas ideas a lo largo de su carrera, donde la historia y la política se entrelazan con lo imaginario. Según él, la literatura tiene el poder de ofrecer lecciones clave para entender los giros de la historia, que muchas veces no son captados por los análisis convencionales. Ambos escritores estuvieron de acuerdo en que la literatura no solo ayuda a recordar el pasado, sino que también induce a una reflexión crítica que permita evitar los mismos errores y aprovechar las oportunidades que nos ofrece el futuro.