Cuando parecía que San Lorenzo se jugaba algo mínimo ante Sarmiento, en el estadio Juan Domingo Perón, por ya estar clasificado a los octavos de final, se terminó complicando solo y sufriendo. Casi como a nivel dirigencial. Todo tiene que ver con todo, termina repercutiendo, por más que el bajón futbolístico lo arrastre desde antes del escándalo que protagonizó y expandió a toda la institución el presidente Marcelo Moretti.
En la tarde de los goles en contra, primero de Andrés Vombergar para el local y de Agustín Molina, sobre la hora para el visitante, igualaron 1-1 y el equipo de Miguel Ángel Russo aseguró el cuarto puesto de la Zona B del Torneo Apertura y la localía para los octavos de final, noticia positiva en medio del tsunami que hay en las oficinas.
En Junín encaró el cierre de una primera etapa del torneo totalmente inesperada. En parte, por la campaña pálida del año pasado y, por otro (gran) lado, a raíz de los problemas institucionales y económicos del que Moretti dice ser heredero, pero que él mismo potenció con la desdicha de ser grabado hace casi un año recibiendo el importante fajo de dólares que se mencionó incontables veces en estos doce días que pasaron desde la escandalosa difusión.
¿Problema personal del presidente? Por supuesto, pero también para San Lorenzo. Con la búsqueda de expulsarlo del club, los cónclaves de la Comisión Directiva fueron frecuentes sin un llamado formal de reunión, pero debatieron y arrojaron fuera de micrófono una cantidad de postulantes que va modificándose con facilidad: del ya descartado y renunciado vicepresidente Néstor Navarro la posta pasó al vocal Julio Lopardo, pero desde la AFA le habrían bajado el pulgar por declaraciones -del año pasado- contra Claudio Tapia, por lo que ahora es el tesorero Leandro Goroyesky el que suena por lo bajo para asumir la conducción del club.
Toda una descripción del descontrolado club: superan a los refuerzos que le llegaron a Miguel Ángel Russo para encarar el Apertura, ya que también fueron tres, pero Jaime Peralta no se entrena más por indisciplina.
Con ese panorama detrás, del que es inevitable aislarse, San Lorenzo jugará el fin de semana próximo. Un “milagro” de Russo y los jugadores, que creen en su figura día a día, aunque ojo: empezó a trascender que el entrenador habría dejado en claro que, si pronto no se pone punto final a la compleja situación, pegará el portazo. El lunes sería el día clave para acomodar la cuestión, pero aquello se promete hace muchos días. Un desgaste que, aun controlado, puede derivar en que el DT deje su cargo al final del torneo.
Ante los de Javier Sanguinetti, la última función “relajada”. El próximo fin de semana necesita recobrar la identidad del equipo que supo ser puntero invicto en las primeras fechas y al que, luego, lo dominó la irregularidad. Incluso, la apatía, como la vivida este sábado en el primer tiempo: el local no fue tanto más, pero al “Ciclón” le costó ser prolijo, claro y peligroso, como le viene ocurriendo.
Lo mejor del partido
Los dirigentes precisarán la ayuda de un conjunto que recupere la memoria: sería el maquillaje (a la vez, insuficiente) para que el hincha no centre únicamente su mirada fija, con ceño fruncido, hacia las oficinas, semblante que perdurará pase lo que pase. La ilusión, en medio de la desesperación, debe permanecer latente con el avance a instancias que parecen impensadas por el contexto.
El “Verde” estuvo encima a la hora del marcaje y no lo dejó crecer, sintiéndose más cómodo con la pelota. Eso le bastó para marcar una ínfima diferencia, con algunas situaciones claras, pero aisladas. De hecho, fue un error no forzado de Vombergar lo que le dio la ventaja, a los 35 minutos: un centro de Federico Paradela era controlado por Orlando Gill, pero la desesperación del delantero por rechazar se anticipó y la cabeceó hacia la red. Seis minutos después pudo hacerlo a favor tras un buen centro de Matías Reali, pero salió desviado: fue la única chance clara de su equipo en el primer tramo.
Para la segunda etapa, la postura de Sarmiento fue ceder la posesión y esperar por los rápidos contragolpes que habitúan a realizar por los costados Joaquín Gho y Leandro Shur, cosa que no terminó de lograr. Por ende, los de Russo empezaron a manejar la pelota mediante los toques de Iker Muniain y las combinaciones veloces por la izquierda entre Elías Báez y Alexis Cuello. Pero para el alivio dependió de un tiro libre del vasco que fue peinado por Agustín Molina hacia su propio arco, a tres minutos del final.
Comienza la hora de la verdad. Este domingo sabrá si su rival será Independiente Rivadavia o Tigre (el que finalice quinto). Aunque San Lorenzo debe preocuparse por ganar certezas mucho más importantes que exceden el campo e ingresan en el día a día de los dirigentes.