Lavar el pollo crudo bajo el chorro de agua es una práctica común en muchos hogares, pero también representa un grave error que puede poner en riesgo la salud de toda la familia. Esto se debe a que el agua utilizada para su lavado puede esparcir bacterias dañinas como Salmonella y Campylobacter jejuni por todo el entorno, contaminando utensilios, superficies e incluso otros alimentos que estén en la cocina. Estas bacterias son las principales responsables de infecciones alimentarias graves, que pueden ocasionar síntomas como diarrea, vómitos, fiebre alta y, en algunos casos, la muerte.
La Salmonella es una de las principales causas de intoxicación alimentaria en todo el mundo. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), esta bacteria puede provocar salmonelosis, cuyos síntomas incluyen colitis, dolor abdominal intenso, fiebre alta, vómitos persistentes y diarrea severa. En personas con sistemas inmunológicos debilitados, como niños pequeños, adultos mayores o pacientes con enfermedades crónicas, esta condición puede volverse letal.
En el caso de Campylobacter jejuni, responsable de otra enfermedad bacteriana ligada al consumo de alimentos contaminados, los efectos comienzan entre dos y cinco días después de la ingestión. Los síntomas principales son diarrea con sangre, fiebre, náuseas, vómitos y dolor abdominal. En casos aislados, esta bacteria puede causar complicaciones graves como el síndrome de Guillain-Barré, una condición que afecta el sistema nervioso y puede dejar secuelas neurológicas a largo plazo.
Ambas bacterias suelen encontrarse en la superficie de carnes crudas, especialmente el pollo, razón por la cual el Ministerio de Salud (Minsa) y organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomiendan tener extremo cuidado durante su manejo y preparación.
En ese sentido, la limpieza adecuada es clave para evitar la contaminación y proteger la salud. Ricardo Chamorro, especialista en inocuidad alimentaria de la Diris Lima Sur, compartió los pasos correctos para lavar el ave de forma segura en casa:
- Despeja el área de trabajo. Antes de manipular el pollo, limpia y despeja la zona donde trabajarás. Retira platos, ollas, frutas, verduras o cualquier utensilio cercano que pueda quedar expuesto a salpicaduras.
- Usa un recipiente con agua. Evita lavarlo directamente bajo el grifo. En su lugar, utiliza un recipiente grande lleno de agua. Colócalo dentro y usa tus manos o una herramienta limpia para eliminar restos de sangre o vísceras.
- Secado adecuado. Una vez limpio, transfiérelo a otro recipiente limpio y seco. Utiliza una servilleta previamente humedecida para limpiar con cuidado la superficie del ave.
- Desinfecta todo a su alrededor. Tras terminar, desinfecta minuciosamente el área donde trabajaste. Mezcla una cucharadita de lejía en un litro de agua y utiliza esta solución para limpiar encimeras, tablas de cortar, fregaderos o cualquier utensilio que haya estado en contacto con el pollo crudo. Este paso es crucial para eliminar los rastros de bacterias y evitar su propagación.
Además de un lavado riguroso, es fundamental cocinarlo a altas temperaturas para eliminar cualquier bacteria presente. Según la OMS, el pollo debe alcanzar una temperatura interna de al menos 75 °C. Utilizar un termómetro de cocina es la mejor forma de asegurarse de que se ha cocinado correctamente, especialmente en partes gruesas como las pechugas o los muslos.
Asimismo, los expertos recalcan la importancia de mantener una adecuada higiene personal mientras se manipulan alimentos. Lavarse las manos con agua tibia y jabón antes y después de tocar la carne cruda reduce significativamente el riesgo de contaminación cruzada en la cocina.
Finalmente, recuerda que almacenar el ave de forma incorrecta también puede propiciar la proliferación bacteriana. Consérvalo siempre en refrigeración, a una temperatura de 4 °C o menos, y consúmelo antes de la fecha de caducidad indicada.