Luego de la sorpresiva apertura parcial del cepo cambiario y de la instrumentación de un sistema de bandas de flotación para el dólar, hechos anunciados inmediatamente luego de la firma del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el mensaje del gobierno nacional, tanto por parte del presidente Javier Milei como de sus principales ministros fue claro en el sentido de su pretensión de mantener el tipo de cambio en la base de la banda como estrategia de anclaje y control de la inflación.
Paralelamente, se recomendó a los productores agropecuarios liquidar su producción de manera inmediata, recordándoles que la actual rebaja de derechos de exportación terminará el próximo 30 de junio y no será extendida.
Más allá del profundo desconocimiento de la realidad productiva y logística del campo argentino, evidenciada en tales recomendaciones, sorprende el criterio oficial de la conveniencia de volcar capitales productivos al circuito financiero y apostar al carry trade.
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El productor se encuentra en este momento en plena tarea de cosecha y recolección de su producción, la que deberá ser destinada en primera instancia a honrar compromisos crediticios asumidos con anterioridad a la siembra, en general mediante la modalidad de canje de esa producción por insumos, y para el pago de arrendamientos.
Esa enorme proporción del volumen cosechado ya no está en poder del productor sino de los proveedores de insumos y de los propietarios de campo (ya que entre el 70 y 80% de las explotaciones agrícolas se llevan adelante en campos de terceros) quienes son los que deberán decidir si acopiarla o venderla de acuerdo con sus propias necesidades. Sólo el excedente, si lo hubiera, quedará en manos de los productores.
Los mercados aplaudieron la unificación cambiaria aun cuando no sea extensiva para los productores agropecuarios, que continuaremos siendo injustamente discriminados y nuestra producción seguirá siéndonos pagada a un tipo de cambio disminuido hasta en un 33$ como consecuencia de la continuidad de los derechos de exportación.
Ese mordiscón fiscal inentendible, injusto, limitante de la producción e inexistente en el resto del mundo, por lo que el campo continuará siendo el garante del superávit fiscal aunque esa injusticia lo lleve a terrenos de quebranto.
A lo largo del valiente proceso de reacomodamiento de variables macroeconómicas iniciado por el gobierno libertario desde el mismo día de su llegada al poder, ha ocurrido un deterioro del poder adquisitivo de las producciones agropecuarias que tiene su explicación en un incremento de costos productivos por la inflación en dólares de los insumos y por caída internacional del precio de las commodities.
Esto, sumado a la continuidad de la presión impositiva que afecta al campo, se constituye en un factor limitante de cualquier intento de crecimiento productivo que derive en un mayor ingreso de divisas genuinas, las mismas que el país continúa mendigando por el resto del mundo, pero en calidad de préstamo.
Por ello, y en medio de todo el ajuste que estoicamente estamos soportando buena parte de los argentinos para desterrar definitivamente las políticas populistas que condujeron a la Argentina a esta triste realidad ruinosa, resulta inentendible que el gobierno del presidente Javier Milei priorice el juego financiero e invite a los productores a meternos de lleno en busca de ganancias económicas con el carry trade antes que mejorar las condiciones para lograr un salto productivo que nos permita ser verdaderamente sustentables como país sin requerir permanentes apoyos crediticios.
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Podemos generar las divisas que la Argentina requiere, pero para ello necesitamos un escenario económico que propicie la inversión productiva sin asfixiarla impositivamente hasta volverla inviable y un gobierno decidido a apostar por la producción antes que por la timba financiera. Ese objetivo será imposible de lograr mientras continúen vigentes los derechos de exportación.
El autor es productor