Era todo de River. Con una supremacía absoluta y jugando en campo xeneize. pero faltaba el gol. Y a los 25 no llegó el gol, Llegó un verdadero golazo. Porque Franco Mastantuono, la joya del equipo millonario, se hizo cargo de un tiro libre a 30 metros del arco y colgó la pelota en el ángulo izquierdo de Agustín Marchesin, que nada podía hacer.

El 1 a 0 le puso justicia a un desarrollo absolutamente favorable al local, frente a un equipo xeneize que propuso un planteo cauto y expectante y está pagando las consecuencias.

Luego de la apertura del marcador, el Millo fue por más. Y ahí apareció Marchesin para erigirse como figura al ganarle un mano a mano a Driussi y un minuto más tarde, un cabezazo a quemarropa a Pezzella del corner siguiente.

El equipo dirigido por Marcelo Gallardo parecía tener todo controlado, pero a los 37 llegó el empate. Porque Lautaro Blanco metió un pase en profundidad para Miguel Merentiel, Germán Pezzella calculó mal y la pelota le quedó a la Bestia que no perdonó: fuerte derechazo rasante ante la salida de Franco Armani y a cobrar.

River y Boca juegan en el Monumental una nueva edición del Superclásico. Esta vez, por la fecha 15 del Torneo Apertura en donde el Xeneize lidera la Zona A y el Millonario está cuarto en la B.

Se trata de un superclásico peligroso. Un choque de planetas sin grandes apremios, lejos de las urgencias de otros tiempos, aunque siempre hay que tener mucho cuidado. Cuando parece que nada impactante puede ocurrir, pasa. Sobre todo, el día después.

Los gigantes tratan de pisar terreno firme. River está encontrando, muy de a poco, algunos destellos de los mejores equipos de Marcelo Gallardo, ahora con la fortuna de su lado. Y Boca, después del colapso contra Alianza Lima que lo dejó vacío de copas durante todo 2025, también busca descubrir la mejor versión con Fernando Gago en la conducción.

Los dos poderosos de nuestro medio, que juegan desde las 15.30 en un efervescente estadio Monumental (hay 85.018 espectadores), están clasificados para los octavos de final del torneo Apertura.

Sin obligaciones de triunfos ni presiones asfixiantes para los entrenadores. Ni siquiera una derrota (si no es abultada, si no es hiriente) debería tomarlos por sorpresa: todo está por resolverse.

La hipótesis de un nuevo y próximo encuentro en una instancia decisiva (muy posiblemente por los cuartos de final), corra a un costado a este clásico, con casi todo definido.

Sin embargo, los River-Boca de toda la vida dejan secuelas. Minimizarlas sería un error de principiante. Algo siempre pasa…

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