Mantener visible la obra de Francisco en favor de los descartados y marginados es el reaseguro de los curas de villas y barrios populares para que el legado del papa argentino siga vivo y produzca resultados concretos, en una sociedad fragmentada.
Quizás por eso el obispo de San Justo, monseñor Eduardo García, pidió públicamente convertir los barrios Puerta de Hierro, San Petersburgo, Villa Palito, 17 de Marzo y 17 de Marzo Bis, entre otros asentamientos, en una ciudad del partido de La Matanza que lleve el nombre de Papa Francisco. “Es un deber de gratitud, para poder hacernos cargo y que su nombre nos haga recordar quién puso su mano y su cariño sobre estos barrios”, señaló el obispo, que trabajó muy de cerca con el cardenal Jorge Bergoglio en Buenos Aires.
El propio obispo de San Justo reveló, en diálogo con LA NACION, que desde su lecho de enfermo Francisco envió una importante donación para que se pudiera terminar la construcción de una escuela.
En las parroquias y capillas de barrios populares de la Capital y del conurbano bonaerense confían en que una memoria activa de la obra de Francisco llevará a la Iglesia a sostener las demandas de los más pobres en la primera línea de prioridades. Ese también es un desafío para los sacerdotes y laicos que reivindican la dimensión de la figura del papa jesuita.
La presencia de la Iglesia en las villas y asentamientos ayuda a sostener el combate diario contra la pobreza, la indigencia y el hambre. Una demanda social que en los últimos veinte años, en los que pasaron gobiernos de distintos signos políticos, se ha multiplicado en la Argentina. Las nuevas amenazas presentan varios rostros, desde el comercio de drogas y el narcotráfico hasta la trata de personas y el crimen organizado. Sin embargo, la dinámica argentina lleva a reducciones que simplifican la interpretación de muchos posicionamientos y discursos a la luz de la coyuntura política.
Las huellas de Francisco
En una línea de marcados gestos, este sábado, luego de la misa celebrada frente a la Catedral porteña para despedir al papa Francisco, los curas villeros encabezaron una caravana por “el camino de Francisco”. Con la consigna de “recibir la vida como viene”, una expresión propia de Jorge Bergoglio para transmitir esperanza ante las adversidades, recorrieron la Casa Mamá Antula, en honor de la primera santa argentina; la plaza Constitución, donde el cardenal jesuita celebraba misas con los cartoneros y víctimas de trata de personas; los hospitales Borda, y Muñiz, el hogar de Cristo y la parroquia Virgen de los Milagros de Caacupé, en la Villa 21 de Barracas, otro sitio que frecuentaba Francisco cuando estaba en Buenos Aires.
“La vida en las villas va a seguir exactamente igual. La gente conoció y quiso a Jorge Bergoglio y, luego, a Francisco. Su impronta seguirá tal cual. Tal vez haya más incertidumbre en otras comunidades de la Iglesia”, esbozó una activa dirigente católica que colabora con los curas villeros. La impresión –comentó- es que la dinámica en esos barrios no dependerá de quién sea el próximo papa. Aunque es evidente que los curas de las villas no tendrán la comunicación directa que tenían con Francisco.
La conducción del Episcopado, encabezada por los arzobispos de Mendoza, Marcelo Colombo, y de Córdoba, el jesuita Ángel Rossi, se destacan por su fuerte sensibilidad social y mantienen un firme compromiso con las demandas de los sectores más vulnerables. Uno de los principales referentes de la Pastoral Villera es el arzobispo de La Plata, monseñor Gustavo Carrara, que además ejerce desde noviembre pasado la presidencia de Cáritas, y son varios los arzobispos alineados con las demandas de los más pobres, como los arzobispos de Santiago del Estero, cardenal Vicente Bokalic, en cuya diócesis trabaja el padre José María Pepe” Di Paola. La misma sintonía registran los arzobispos de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva, quien ejerció 20 años su ministerio en villas de San isidro y Tigre, y el arzobispo de San Juan, monseñor Jorge Lozano, entre otros.
Bajo el ala de Cáritas trabaja la organización Familia Grande Hogar de Cristo, el rostro caritativo de la Iglesia al servicio de los adictos. “Pasaron el escáner del presidente Javier Milei, ya que el Ministerio de Capital Humano, que conduce Sandra Pettovello, no interrumpió ningún subsidio. Es una obra que se va a mantener. Da una respuesta integral a situaciones de vulnerabilidad social y de consumos problemáticos”, expresó confiada una fuente eclesiástica.
“Pobres y huérfanos”
Para los curas de las villas y barrios populares, la muerte de Francisco deja a los pobres del mundo “un poquito más pobres. Y este mundo, al perder a un padre de la humanidad ha quedado un poco más huérfano”, expresó a LA NACION el padre Nicolás “Tano” Angelotti, referente de los curas villeros en La Matanza.
“Cuando el Estado se corre, se viene una ofensiva del narcotráfico y la comunidad queda en el medio. La avanzada narco complica la vida e hipoteca el futuro. Y no se retira cuando los gobiernos arreglan la macroeconomía”, deslizó el padre Tano, en alusión a las prioridades del modelo de Milei.
Además de los aportes económicos de Francisco para la construcción de escuelas, el padre Tano no olvida los videos enviados por el papa argentino para pedir expresamente la urbanización de los barrios San Petersburgo y Puerta de Hierro, que nacieron en La Matanza con familias que habían sido desplazadas de la Villa 31, de Retiro, y de Villa Soldati. Las obras del equipo de sacerdotes impulsado por Bergoglio sigue el legado del padre Carlos Mugica, asesinado el 11 de mayo de 1974, cuando salía de celebrar misa en la parroquia San Francisco Solano, de Mataderos, durante la cruenta etapa de violencia que caracterizó a la vida política argentina de ese tiempo.
A poco de asumir como arzobispo de Buenos Aires, Bergoglio dio señales claras de la entrega del padre Mugica a las realidades de su tiempo. En octubre de 1999 encabezó la procesión que llevó a pulso los restos de Mugica desde el cementerio de la Recoleta a la parroquia de Cristo Obrero, en la Villa 31, de Retiro, donde había ejercido su ministerio sacerdotal. La inquietud había partido del padre Guillermo Torre, destinado en esa parroquia, que fue aceptada por el arzobispo jesuita, que se encargó personalmente de los trámites familiares, civiles y administrativos. En la misa, frente a la multitud reunida en el barrio, Bergoglio rezó por “los asesinos materiales, por los ideólogos del crimen del padre Carlos y por los silencios cómplices de gran parte de la sociedad y de la Iglesia”.
A la par de las sucesivas crisis políticas y sociales que se sucedieron en los últimos veinte años, los curas de las villas y barrios populares tienen una presencia significativa en la vidriera de la Iglesia.
En septiembre de 2023, en plena campaña electoral, promovieron y rezaron una “misa de desagravio” a Francisco, al conocerse la virulencia de los mensajes que el entonces candidato presidencial Javier Milei le había dedicado tiempo antes al cardenal Bergoglio, incluso siendo ya el pastor supremo de la Iglesia. Cuestionaron severamente las referencias a que el jefe de la Iglesia era “el representante del maligno en la Tierra” y sus reproches a la justicia social, a la que el postulante libertario definía como “un robo”.
En la misa, presidida por monseñor Gustavo Carrara, a cargo en ese momento de la Pastoral Villera porteña y ahora arzobispo de La Plata y titular de Cáritas, los sacerdotes advirtieron que las familias de esos barrios sufrieron históricamente “la ausencia del Estado en sus más tremendas consecuencias” y reivindicaron “la urgente necesidad de crecer en la integración sociourbana de las villas con justicia social, que se traduzca en salud, educación, alimentación, acceso al deporte, trabajo y seguridad integral para los barrios”. Un programa que en este momento no parece muy en sintonía con las prioridades del gobierno de La Libertad Avanza.
“Sostener el legado de Francisco es cuidar a los pobres, ser amigos de los olvidados, de los últimos, de los presos, de los discapacitados, de los afectados por la droga, de los ancianos. Ese es el desafío del Evangelio y se va a mantener. No es una opción personal del Papa, que logró actualizar el mensaje de Jesús”, aseguró el padre Angelotti, para quien el rumbo de la Iglesia depende de todos los bautizados.
En esa línea, los curas villeros entienden que la tarea va más allá de la entrega de alimentos y la atención de las urgencias sociales. Trabajan convencidos de que las personas que transitan sus vidas en la periferia tienen una luz de esperanza y un proyecto de vida por delante.
Frente a la situación social actual, los sacerdotes de las villas y barrios populares entienden que el problema de la falta de empleo es prioritario y que “la declinación de la industria argentina, de los mercados locales y de la economía popular dejó un tendal de personas al costado del camino”, como lo señalaron en agosto pasado, en vísperas de la festividad de San Cayetano.
Voces eclesiásticas presumen que las demandas sociales seguirán por el mismo camino, en la medida en que la aparente mejora de indicadores no se refleje en la vida cotidiana de los más desfavorecidos. “La economía no se pone nuevamente en marcha solo por acomodar los grandes números de la macroeconomía”, aseguraban los curas villeros hace ocho meses. Y llevaban su reclamo a los gobiernos nacional y provinciales: “Sabiendo que venimos arrastrando este problema desde hace tiempo y viendo que no se mejora, alentamos a los que gobiernan en las distintas jurisdicciones, a los empresarios y a los diferentes actores sociales a que, unidos, busquemos consensos para dar pasos positivos en favor de nuestros hermanos desempleados”.
En tanto, el padre Angelotti propone apoyarse en el magisterio y los gestos de Francisco para transitar el camino frente a la agligente situación social. “No tenemos que promover un legado protocolar y careta, sino concreto, de dignidad para los pobres”, graficó el cura referente de los curas de las villas de La Matanza, al animar a profundizar el costado social de la Iglesia, en homenaje a un papa que tuvo intervenciones directas.