Durante años Tomás se definió por su productividad: era el que respondía mails a cualquier hora, iba a todos los cursos, charlas y reuniones y nunca se tomaba vacaciones. Alarma a las 6:45, meditación, desayuno rápido, ejercicio y viaje a la oficina, en donde pasaba la mayor parte del día sentado frente a una computadora, para luego salir, a veces, a hacer sociales y, finalmente desplomarse en la cama para “recargar” energías y empezar un nuevo ciclo, idéntico al anterior.

Como muchos, se dejó arrastrar por la idea de que rendir era una forma de valer y estar saturado era parte del juego. Al principio, esa exigencia constante le generaba adrenalina. Se sentía útil, invencible, necesario. Le gustaba decir que hacía mil cosas a la vez; que no tenía tiempo. El cuerpo le pedía cosas que él traducía como debilidad: dolor de cabeza, contracturas, insomnio, llanto. Tomaba café para funcionar. Se decía que cuando “se ordenara todo” iba a descansar.

Pero ese momento nunca llegó y una mañana un espasmo en la espalda lo dejó en cama tres días. El médico fue claro: agotamiento crónico. Burnout. Le siguió un replanteo profundo. “No solo físico, existencial”, cuenta en un diálogo con el medio. “Había normalizado vivir mal y rodeado de gente igual: productiva, ocupada, al límite».

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La hustle culture (cultura del ajetreo) es una mentalidad que prioriza el trabajo intenso y la productividad implacable a costa del descanso, el ocio y el bienestar.

El término apareció en la década del 2010 con el auge de las startups y los emprendedores de Silicon Valley, alrededor de la idea de las personas que aman -o fingen amar- trabajar sin parar. Erin Griffith, periodista de The New York Times, lo describió como un “manual que la gente sigue, obsesionada con esforzarse e incesantemente positiva, con la esperanza de dar el gran golpe, pero que cuando no se logra resulta en agotamiento”.

El burnout no aparece de golpe: se acumula en silencios, tensiones y metas sin pausa

El peligro de idealizar la autoexplotación

Existe una percepción errónea de que el sacrificio personal es necesario para lograr reconocimiento, y la presión social y cultural para alcanzarlo lleva a muchos a priorizar su desempeño laboral o académico sobre su bienestar personal”, observa Sol Candotti, health coach y ex gerente de Recursos Humanos de Danone, empresa en la cual estuvo a cargo del desarrollo del programa de salud para mejorar la calidad de trabajo de los empleados.

Las estadísticas del programa que implementó -a través del cual se sumaron a las oficinas gimnasios, spas, consultas con nutricionistas y espacios abiertos- demostraron que las personas rinden más, profesionalmente hablando, cuando se ocupan de su bienestar personal.

“La idealización de la autoexplotación como sinónimo del éxito, valorando la productividad extrema, largas horas de trabajo, y glorificando el agotamiento como insignia de honor, tiene consecuencias”, advierte Candotti.

Investigaciones varias han demostrado que la privación del sueño afecta negativamente la concentración, la toma de decisiones y la salud emocional, entre otros aspectos relacionados directamente con el bienestar.

Efectos negativos de la hustle culture

Un estudio publicado en los National Institutes of Health (NIH), sobre los efectos de la reducción del sueño en la productividad de los trabajadores concluyó que la restricción del sueño reduce los niveles de testosterona en hombres jóvenes y sanos, con el consecuente efecto adverso sobre la concentración mental en el trabajo, el vigor, la libido, la masa muscular, la densidad ósea y la adiposidad.

El estudio explica que, cuando las personas duermen menos pueden desarrollar hipomelatoninemia: déficit de melatonina; la hormona que regula el ciclo sueño vigilia y que, además, actúa como protectora del ADN y tiene beneficios sobre el aprendizaje y la memoria.

Otros estudios subrayan que la falta de sueño contribuye directamente a la aparición de los 11 factores de riesgo para la salud:

  • obesidad
  • hipertensión
  • diabetes mellitus
  • hipercolesterolemia
  • ejercicio insuficiente
  • mala alimentación
  • salud emocional deficiente
  • hipertrigliceridemia
  • prácticas de seguridad inadecuadas
  • tabaquismo
  • abuso de alcohol.

“Además de estar vinculada a enfermedades físicas y mentales, la cultura del siempre hacer -asociada con la falta de sueño y el estrés crónico-, deteriora el juicio, la capacidad de autorregulación y favorece las decisiones impulsivas”, plantea Candotti.

Expertos advierten sobre las consecuencias de dormir poco, trabajar demasiado y nunca parar

Desde una perspectiva psicológica, Valentina Agüero Vera, psicóloga especializada en conductismo (M.N. 74.578), indica que, en un contexto de competitividad y múltiples estímulos tecnológicos, la hiperproductividad trae consigo varias problemáticas. Entre ellas, identifica las siguientes:

  • Estrés constante. Sostenido crónicamente, el ritmo acelerado laboral genera una sensación de estrés permanente y, en consecuencia, reduce la calidad ejecutiva al realizar tareas.
  • Insatisfacción existencial. La hiperproductividad profesional, explica la psicóloga, puede alejarnos de otras áreas vitales como el cuidado físico, el descanso, el ocio y lo social. “Esto nos produce una sensación de vacío y disminuye nuestra percepción de bienestar y conformidad con la vida”, dice.
  • Frustración y autoestima débil. En la misma línea, Agüero Vera observa que en estos casos la frustración frecuente es un lugar común. “Si la meta es cumplida, tendemos a pensar que no es suficiente, pero si no es cumplida, aumenta la frustración y nuestra valoración personal se ve afectada”, reflexiona.
  • Incapacidad para regular emociones. La obsesión con hacer constantemente, casi inevitablemente, afecta la calidad y cantidad de sueño y esto afecta directamente la capacidad para regular emociones, lo que, a su vez, incide en el nivel de productividad en el trabajo. “La falta de descanso afecta la toma de decisiones, planificación y concentración, lo cual reduce la efectividad en lograr nuestras metas y puede conllevar a la ansiedad y depresión”.

El sueño ayuda a que nuestro cerebro funcione adecuadamente y no descansar lo suficiente afecta nuestro desempeño diario“, remarca Agüero Vera.

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Los datos numéricos respaldan estas conclusiones. Un informe realizado por RAND (Research ANd Development), una organización independiente especializada en la investigación y el análisis para la formulación de políticas, reveló que la falta de sueño generalizada le cuesta más de 400 mil millones de dólares anuales en productividad a Estados Unidos y 138 mil millones a Japón.

La narrativa que iguala horas trabajadas con éxito persiste, pero la evidencia muestra que no es sostenible», concluye Candotti.

11 síntomas

Las expertas consultadas coinciden en que, en este contexto, se vuelve crucial poder identificar los síntomas de una persona que vive en un cuadro de hiperproductividad, para poder actuar a tiempo. Llaman la atención sobre los siguientes:

  1. Fatiga constante
  2. Irritabilidad
  3. Expectativas exageradamente altas
  4. Disminución de calidad y cantidad de sueño; insomnio
  5. Dolores musculares
  6. Tendencia al aislamiento
  7. Dolor de cabeza
  8. Rumiación mental excesiva
  9. Frustración e insatisfacción recurrentes
  10. Pérdida de foco y dificultad para concentrarse
  11. Disminución de la efectividad en las tareas

“Lamentablemente, muchas de estas señales se ignoran hasta que derivan en cuadros clínicos o de burnout, porque la misma cultura del híper-rendimiento las invisibiliza”, advierte Candotti.

Agüero Vera agrega que muchas personas sienten culpa al descansar, cuando no están ocupándose de sus pendientes. “Existe un patrón de perfeccionismo en el que se presentan estándares altos e inflexibles, en los que la valía personal se vuelve dependiente de los logros conseguidos”, explica. “Muchas veces es producto de la comparación social, de los estándares familiares y de lo que las personas hayan aprendido a lo largo de su historia sobre lo que es valorado, y por lo tanto, reforzado por su entorno”.

La hustle culture instala una idea peligrosa: que el valor personal se mide en tareas cumplidas

¿Cómo salir de un estado de hiperproductividad?

Para prevenir la caída en un estado de hiperproductividad -o gestionar la salida de uno, dado que la hustle culture es difícil de evitar al 100%-, Agüero Vera sugiere, en lugar de asumir y esperar, planificar y actuar.

“Es importante tomarse un tiempo periódicamente para explorar áreas no relacionadas con el trabajo -en las que se pueda conectar con intereses personales, hobbies y afectos- y planificar la semana de manera que se les dedique tiempo, priorizando el equilibrio”, dice. “Puede ser útil establecer alarmas para ponerle fin al tiempo productivo y darle lugar al descanso”.

Por su parte, habiendo presenciado los cambios positivos que supone priorizar el bienestar personal por sobre el rendimiento profesional, Candotti comparte una serie de estrategias que pueden resultar útiles:

  • Establecer límites de horario claros. Priorizar dormir entre siete y nueve horas y acomodar las responsabilidades en función de esto.
  • Implementar pausas activas: descansos breves durante la jornada laboral para realizar movimientos físicos suaves, estiramientos o ejercicios de respiración con el objetivo de aliviar tensiones musculares, mejorar la circulación, oxigenar el cuerpo y despejar la mente.
  • Practicar meditación o ejercicios de relajación diarios.
  • Fomentar actividades creativas y sin pantallas.
  • Valorar el ocio como parte del rendimiento sostenible.

Más allá de los cambios que un individuo pueda o quiera implementar, desde RAND, el equipo de investigadores hace énfasis en que es fundamental que tanto los empleadores como las autoridades públicas adopten el cambio de mindset.

“Los jefes podrían reconocer la importancia del sueño, y los riesgos psicosociales de la falta de este, y asumir el rol que les corresponde en su promoción; además de desalentar el uso prolongado de dispositivos electrónicos”, señalan. “Las autoridades públicas podrían apoyar a los profesionales de la salud en la prestación de ayuda relacionada con el sueño, incentivar a los empleadores a prestar atención a los problemas asociados con este e implementar horarios de entrada más tardíos”, agregan.

“Descansar no es perder tiempo y cambiar la mentalidad es parte del desafío cultural que nos toca”, concluye Candotti.

Elegir dormir, respirar y desconectarse también es elegir rendir mejor