En la década de los 90, dos buceadores del Club Náutico de la localidad alicantina de Villajoyosa emprendieron un proyecto de aficionados, consistente en buscar barcos pesqueros por los límites de la costa. Al tratarse de un sitio recurrente para la captación de peces, era probable hallar un cementerio histórico allí. Lo cierto es que entre tantas expediciones y buenos resultados, en 1999 descubrieron lo que hoy se conoce como el pecio Bou Ferrer, en honor a los dos exploradores: José Bou y Antoine Ferrer.

Lo cierto es que este hallazgo dejó perpleja a la comunidad alicantina y a los diferentes museos expertos en historia romana de la zona, al tratarse de un navío que se hundió en el siglo I d.C -en el reinado del emperador Nerón-. Lo sorprendente de esta estructura milenaria fue su conservación casi intacta, incluso con ánforas y herramientas del antiguo Imperio Romano.

El barco romano transportaba 3000 ánforas desde España a Roma

La expedición

Durante una jornada aparentemente tranquila, Bou y Ferrer emprendieron un viaje hacia las coordenadas en las que se creía que estaría La Barqueta, un buque de madera que se volvió famoso en el pueblo por las condiciones en las que se había hundido.

Sin embargo, en medio de la travesía, un viento corrió su navío 20 metros del punto de origen y el ancla se enganchó en un objeto marino.

El yacimiento se descubrió en 1999 y hasta 2001 no se protegió por ninguna institución

Frente a la imposibilidad de moverse, descendieron 25 metros hasta el lecho y se toparon con una ánfora romana en perfecto estado que impedía la liberación del ancla. En ese instante, los compañeros se sorprendieron por el hallazgo e intentaron, durante los siguientes tres días, retornar al lugar para obtener más información, pero debido a la marea de ese entonces no tuvieron los resultados esperados.

Cuando las condiciones climáticas mejoraron, Bou y Ferrer encontraron los restos de un buque comercial romano que cumplía el rol de transportar alimentos y otros bienes hacia Roma.

En 2001, el Centro de Arqueología Subacuática de la Comunidad Valenciana tomó cartas en el asunto y mandó una expedición arqueológica submarina al perímetro, en particular porque durante un año de demora, otros buceadores se acercaron hasta el yacimiento y se robaron decenas de ánforas, lo que violó parte del patrimonio histórico mundial.

Ánfora recuperada del pecio Bou Ferrer

Las dimensiones de la nave corresponden a 30 metros de largo, lo que lo convirtió, para la época, en la más grande descubierta en el Mediterráneo fabricada en la era del Imperio Romano. En su interior contenía 3000 ánforas con 40 kilos cada una, repletas de salsa de pescado boquerón, caballa y jurel.

Además, en la sobrequilla del navío colocaron doce lingotes de plomo de sierra Morena, de 64 kilos y con la contramarca “Emperador Germánico Augusto”. Gracias al estado de conservación de la madera, los arqueólogos pudieron estudiar las técnicas de construcción de aquella época.

Recreación miniatura del sitio donde se alojan las ánforas

En 2014, un estudio reveló que el pecio se construyó en Nápoles. Lo más probable es que haya salido desde Cádiz con un valioso cargamento y que a tan solo 1000 metros de la costa, los navegantes tuvieron complicaciones para manejar la pesada estructura, por lo que una falla provocó su hundimiento. Allí permaneció, bajo las aguas alicantinas, por dos milenios.

En la actualidad, es posible conocer cómo se encuentra el pecio, gracias a que se realizan visitas guiadas esporádicas al yacimiento y en el sitio oficial Bou Ferrer se pueden ver imágenes y videos de las exploraciones más cercanas a esta década.