“Tarde o temprano, apareceré ante ti con la mayor cordialidad. Tomaré tu alma en mis manos, un color se posará sobre mi hombro y te llevaré conmigo con suma delicadeza”, advierte la narradora omnisciente de La ladrona de libros de Markus Zusak, que no es otra que la muerte. La estremecedora certeza, sobre la que tanto se ha escrito y a la que a su vez siempre que ignora, es un proceso tan natural como inevitable, pero pocos conocen los cambios que suceden en el cuerpo a nivel físico tras el último aliento.
En una entrevista en el pódcast Azodose, Borja Moreno, médico forense, explica el cuerpo humano atraviesa una serie de cambios que le ayudan a establecer la fecha de la muerte. Se trata de una serie de fases y procesos que marcan la evolución de los cadáveres. Estos son algor mortis, rigor mortis y livor mortis.
Livor mortis
En cuestión de horas, el cuerpo empieza a desfigurarse. “Perdemos la las características de la cara y en dos días no hay quien nos identifique por la cara”, detalla. Tras la expiración, se desatan los llamados “fenómenos cadavéricos” y que son los que ocurren más rápido: “Cuando tú te mueres, el corazón deja de latir, la sangre se para”. Entonces, la piel se torna más oscura, lo que se denomina livor mortis, que provoca que la parte del cuerpo que está en contacto con la superficie que lo sostiene se quede amoratado.
Rigor mortis
Por otro lado, se produce el rigor mortis, pero, Moreno advierte, “no es automático”. Los músculos, principalmente los de la mandíbula, empiezan a contraerse de forma paulatina. No obstante, hay ocasiones en los que este proceso puede suceder de forma rápida. “Cuando tú mueres de una forma muy inesperada y en un momento raro, de mucha tensión, a veces te quedas en la posición en la que te has muerto”, comenta el forense. Una vez pasadas entre 48 y 72 horas, esta rigidez desaparece.
Algor mortis
El tercer factor que ayuda a los forenses a establecer la hora de la muerte es el algor mortis. Se trata de la evolución en la temperatura del cadáver. “Tú ya no generas calor porque nosotros somos animales de sangre caliente y generamos calor”, matiza. Entonces, hay un punto en el que el cuerpo adquiere la temperatura ambiente.
Las fases de descomposición
Como explica Isabel Fernández Corcobado, bióloga, doctora en antropología forense y técnicas criminalísticas, y miembro de la Asociación Internacional de Forenses, en un artículo para Maldita, un cadáver atraviesa varias fases de descomposición, cuya duración o manifestación puede variar según las circunstancias específicas de la muerte. Corcobado clasifica estas fases en cinco:
- Fase Cromática: Tiene lugar generalmente durante los dos primeros días tras la muerte. En esta etapa, las células comienzan a autodestruirse, lo que provoca la putrefacción de los tejidos y el rigor mortis. También se forman coloraciones debido a los depósitos de sangre que surgen ante la interrupción de la circulación. La temperatura corporal disminuye. Esta fase puede superponerse a otras y extenderse hasta una semana.
- Fase Enfisematosa: Se desarrolla entre los dos y catorce días tras el fallecimiento. La putrefacción y autodestrucción celular generan gases y olores característicos. En algunos casos, la temperatura del cadáver puede llegar hasta los 50 grados debido al proceso químico interno y a la actividad de los insectos colonizadores.
- Fase Monstruosa o Negroide: Aparece entre los 14 y 30 días desde la muerte. Se caracteriza por el escape de gases acumulados en la fase anterior, la pérdida de biomasa y la intensificación del olor. Los tejidos comienzan a licuarse mientras la temperatura de los restos desciende gradualmente hasta igualarse con la del ambiente circundante.
- Fase Licuativa: En esta etapa, los tejidos alcanzan una completa licuefacción. Pasan del estado gaseoso al líquido y progresivamente comienzan a desecarse, proceso que puede durar meses antes de evolucionar a la fase siguiente.
- Fase de Esqueletización: Esta fase incluye una etapa preesquelética y otra esquelética. La etapa preesquelética suele iniciarse aproximadamente a los dos años tras la muerte, extendiéndose unos cinco años. Aquí, los tejidos terminan de desecarse, y quedan huesos, pelo, ligamentos y cartílagos. En la etapa esquelética, únicamente se conserva el esqueleto, compuesto exclusivamente por los huesos.