Los neumáticos son la única pieza del vehículo que está en contacto con el suelo y deben mantenerse en condiciones óptimas. Si bien, pierden aire de forma gradual, realizarles una revisión periódica evitará usarlos con presión baja y generar la pérdida del control del rodado, mayor consumo de combustible, un desgaste irregular de la banda de rodamiento, entre otros aspectos.
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Cuando los neumáticos no tienen la presión adecuada, el auto necesita más fuerza para avanzar. Esto aumenta el gasto de combustible y reduce su eficiencia y, además, hay menor estabilidad en curvas y frenadas porque la rueda pierde adherencia y aumenta el riesgo de derrape o aquaplaning si hay lluvia. Y la capacidad de frenado exige mayor distancia.
Igualmente, una menor presión genera el desgaste irregular en los laterales, acorta su vida útil y puede provocar un cambio antes de lo previsto. También, se produce un mayor riesgo que se pinche o reviente porque con menos aire puede hacer que el neumático se sobrecaliente y acabe explotando en pleno recorrido por una ruta.
Para identificar si los neumáticos tienen presión baja hay que estar atento a las siguientes señales: si se nota que la dirección es más pesada o el auto responde con lentitud; si el consumo de combustible aumenta sin razón aparente o si los laterales de los neumáticos se desgastan más rápido que el centro.
Revisar la presión
Es muy sencillo revisar la presión de los neumáticos en frío. Lo primero que se necesita es tener un manómetro, luego, comparar qué resultado arroja con los valores recomendados por el fabricante (están en el manual del usuario o ubicados en el calco del marco de la puerta del conductor) y finalmente, se corrige la presión si es necesario con un compresor de aire o se deja que salga el mismo por la válvula, si es mayor.
Se debe recordar que si la presión es baja, es decir, cuando un neumático presenta 0,5 bares menos en relación a la recomendada, puede aumentar el gasto de combustible en hasta un 4%. La vida útil de un neumático desinflado puede reducirse un 20%. Por ejemplo, para un kilometraje potencial de 40.000 km, puede durar 8000 km menos.
Además, una menor presión, también, puede impactar en los amortiguadores, los resortes y la suspensión que van a sufrir un mayor desgaste.
En tanto, si los neumáticos están “sobreinflados”, principalmente, pierden contacto con el suelo y en caso de una emergencia, el vehículo podría limitar el control del frenado y la trayectoria del auto, resultando en un potencial accidente. Además, provoca un desgaste irregular de la banda de rodadura, reduce la tracción y la estabilidad del auto y se aumenta el riesgo que se reviente.
En la actualidad, muchos vehículos están equipados con sistemas de monitoreo de presión de neumáticos (TPMS, por sus siglas en inglés), que alertan al conductor cuando la presión de uno de estos es demasiado baja.
¿Cómo inflar los neumáticos?
Conociendo la presión adecuada para los neumáticos del rodado en particular, esta acción debe realizarse cuando no se ha usado el auto en las últimas dos horas o al iniciar su uso y se han recorrido pocos kilómetros (menos de dos en lo posible) y a una baja velocidad, es decir que estén ‘fríos’. Nunca debe desinflarse un neumático cuando está ‘caliente’ porque la presión aumenta con la temperatura.
Puede usarse una máquina de inflado de neumáticos automática (en una estación de servicio o taller) o un compresor portátil, programar el valor indicado, sacar la tapa del vástago de la válvula y conectarle la boquilla del inflador. Desconectar cuando se llegue al valor sugerido, no superarlo.
Luego de verifica el resultado, colocar correctamente cada tapa de válvula de cada neumático para evitar la pérdida del aire, suciedad o daños.
La frecuencia recomendada para revisar la presión de los neumáticos inclusive en el de repuesto, es de una vez por mes y antes de realizar viajes largos.