Todavía resuena la ovación. A días de haber deslumbrado en The Tonight Show con Jimmy Fallon, Ca7riel y Paco Amoroso volvieron a hacer historia. Esta vez, no fue en un set televisivo neoyorquino, sino en uno de los escenarios más míticos y codiciados del planeta: el Coachella Valley Music and Arts Festival, en el abrasador desierto de California.
En una noche marcada por los shows de Lady Gaga y Benson Boone, donde los flashes parecían destinados a ellos, un dúo argentino logró quebrar el algoritmo de la atención global y arrebatarse un pedazo del foco mundial. A la 1.30 de la madrugada hora argentina, ambos subieron al escenario Gobi, convertidos en los únicos representantes de nuestro país en el line up. Las redes sociales explotaron. Desde su motorhome, mostraron los últimos preparativos: afinaciones, rituales previos, sonrisas nerviosas. Afuera, una multitud ya se apilaba frente al escenario, y miles más seguían la transmisión en vivo desde el canal oficial de YouTube del festival.
Pero lo que muchos descubrieron esa noche bajo las luces del desierto, es solo el capítulo más reciente de una historia que comenzó hace más de una década, en los márgenes invisibles de la escena musical porteña.
Corría el año 2011 cuando Catriel Guerreiro y Ulises Guerriero (apellidos casi idénticos, sí), junto con el guitarrista Alan Alonso y el bajista Felipe Brandy, decidieron formar una banda. El nombre, tan ecléctico como su propuesta: Astor y las Flores de Marte. Una formación nacida en el under más auténtico de Buenos Aires, con una mezcla que era, en sí misma, una declaración de principios: rock progresivo setentoso, funk con alma callejera, reggae flotante y un dejo de psicodelia bien criolla.
Ca7riel era el alma vocal y guitarrística del grupo. Paco, antes de reinventarse como el frontman de una nueva camada de música urbana, estaba detrás de la batería. Pero no era un baterista más: con una formación previa en violín y una sensibilidad musical única, aportaba una base rítmica compleja, casi matemática, que se entrelazaba con las estructuras poco convencionales de las canciones.
En 2012, el grupo tuvo una oportunidad dorada: grabar su primer tema en los estudios de Lito Vitale, como parte del certamen Vamos las Bandas, una convocatoria federal a jóvenes talentos. Allí estuvieron Gamba Alonso en guitarra, Pato Antognini en teclados, Paco en batería y Ca7triel en el bajo. El resultado fue Mazitaguz, una pieza densa, impredecible, y tan desafiante como inolvidable: múltiples cambios de ritmo, atmósferas que oscilaban entre la tensión y el éxtasis, y una búsqueda constante por romper moldes.
En 2015 volvieron a dejar su marca, esta vez como semifinalistas del certamen Camino a Abbey Road, instancia en la que interpretaron el tema Los patos. Para entonces, ya eran conocidos en ciertos círculos como una banda que había que ver. En 2017 grabaron una sesión en vivo en FM Bit Box, en la que una vez más volvieron a interpretar ese tema, reafirmando su apuesta artística.
Ese mismo año, subirían su primer EP, Vacaciones todo el año, a YouTube. Fue un manifiesto. Un catálogo de géneros entrelazados con elegancia: jazz rock a lo Jade, guiños a Spinetta en sus épocas más experimentales, estructuras armónicas intrincadas, y una poética musical que se escapaba de las fórmulas. Temas como La maga son testimonio de eso: compases asimétricos, líneas melódicas complejas, y un aire vanguardista que no temía ser inclasificable.
Pero la paleta de Astor no se detenía ahí. Había lugar para el reggae introspectivo en Las babosas, para el rock más crudo y visceral en Panda driver, y para un funk seductor en Flama, una joya que, aunque no formó parte del EP, se convirtió en un clásico en sus presentaciones en vivo.
Esa capacidad camaleónica de moverse entre géneros con naturalidad fue lo que hizo de la banda un fenómeno difícil de encasillar. Y justamente por eso, inolvidable. Mientras muchos grupos indie repetían fórmulas, ellos se lanzaban sin red a experimentar, a mezclar, a buscar su propio sonido sin concesiones.
Aunque el grupo eventualmente se disolvió y sus miembros tomaron caminos diferentes —con Ca7riel y Paco trazando una carrera meteórica dentro de la música urbana—, la semilla de Astor sigue viva. Y floreciendo. Medios especializados continúan destacando su legado. Desde la cuenta de X @iforpaco, que se dedica exclusivamente a seguir la trayectoria del dúo, se comparten registros, rarezas, y un archivo vivo de ese proyecto tan efímero como valioso.
La historia de Ca7riel y Paco Amoroso es, en el fondo, la historia de dos músicos que nunca dejaron de buscar, de probar, de arriesgar. Que empezaron tocando en sótanos y ahora brillan en escenarios donde antes solo llegaban los gigantes. Y que, como buenos alquimistas del sonido, supieron transformar la experimentación en arte. Y el arte, en historia.