“Aquí me siento como en casa”, dice la diseñadora española Ágatha Ruiz de la Prada al hablar de Buenos Aires, ciudad de la que se declara fanática. Así lo demostró en su última visita, en agosto del año pasado, cuando inauguró una muestra en el Centro Cultural Recoleta, fue distinguida por la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires y reconocida como embajadora por Distrito Buenos Aires Fashion & Arts (BAFA). En aquella ocasión, recorrió Tigre, se reunió con artistas y visitó las locaciones de la serie El Encargado. También se dio tiempo para presentar su biografía, Mi historia, donde conoció a Amalia “Yuyito” González quien, a su vez, generó un encuentro con el presidente Javier Milei en la residencia presidencial.

Hoy, Ágatha vuelve al país para presentar su exhibición Ágatha Ruiz de la Prada, 40 años de diseño y creatividad, una retrospectiva con 100 de sus trajes en La Usina del Arte (puede visitarse hasta el 6 de abril).

– Parece que hubieras estado ayer en la Argentina…

– Pero fíjate, que cuando yo vine no había ganado Trump y nadie se imaginaba siquiera que iba a ganar. Pues ahora el mundo es muy distinto de cuando yo vine, porque entonces Milei tenía mucho éxito, pero estaba solito, ahora parece que está más acompañado. Que Trump ganara no fue casualidad, la gente lo votó y ahora este trío, Trump, Elon Musk y Milei, son los dueños del mundo.

Y Fabiola Yáñez ahora vive en tu ciudad, Madrid…

– Como periodista de moda, ¿no es cierto? La tendría que haber visto, pero no lo hice. Fabiola, la pobre, fue muy simpática, pero en fin… Yo hoy soy team Yuyito. Ella conmigo se ha portado fenomenal, ha sido simpatiquísima, y me divierte mucho el personaje Milei. A lo mejor si estás aquí [en Argentina], te divierte menos, pero de afuera se ve que es un personaje fascinante.

– ¿Cómo quedó su relación? ¿Lo seguís admirando?

– Sí, claro. Como yo no he comprado ninguna cripto [sonríe].

Ágatha Ruiz de la Prada, Amalia

– En tu última visita a la residencia presidencial, ¿pudiste conversar con él o fue una visita “para la foto”?

–No fue solo por una foto. Estuve bastante rato, pero yo me fui porque soy educada: en las reuniones, soy la invitada perfecta.

–¿Qué te convierte en la “invitada perfecta”?

–El saber irme. Hay mucha gente que no sabe retirarse a tiempo. El otro día di una fiesta en mi tienda y… hay mucha gente que no encuentra el momento de irse. A mí me encanta ir a los sitios, ver qué está pasando… pero yo voy, saludo y me retiro casi siempre. No aviso, me escapo, me suelo ir “a la francesa”. Pero tenía un novio –con el que me he peleado hace unos días– que no sabía irse. Se quedaba hasta las cuatro de la mañana, ya con el camarero desesperado, queriéndose ir. Yo eso no lo hago nunca. Primero porque no me quiero beber 12 whiskies; segundo, porque tampoco quiero que anden contando que voy cerrando los sitios, y tercero, porque no me ha gustado nunca. La gente te invita a comer, no a pasar el fin de semana. Eso me lo enseñó Carolina Herrera.

–Hablando de ella: hay una foto de las dos abrazándose en tu libro.

–Sí, el otro día estuve en Nueva York y la vi, monísima. La llamé y me dijo: “Pues venga, te invito a comer”. Con ella más que colegas, somos amigas.

El saludo con Carolina Herrera, parte del libro de Ágatha Ruiz de la Prada,

– También admirás a Miuccia Prada.

–No soy amiga de Prada, pero la admiro muchísimo. Ha comprado ya Versace, ¿no? Parece. Sí, me gusta mucho más Prada que Versace.

–No quedan muchas fundadoras de su propia marca. Carolina, por ejemplo, dio un paso al costado.

–Sí, Carolina hace muchísimos años vendió su marca y, una de las cosas que me contó el otro día es que desde el día que se fue no ha vuelto a pisar la oficina nunca más (aunque yo creo que la ha debido pisar ahora porque su último desfile fue en el edificio). Ella es muy inteligente. No lo hizo por nostalgia, sino para darle libertad al siguiente diseñador y porque un poco dijo: “Si me voy, me voy.”

La española y sus trajes, parte de la exhibición

Entre la aristocracia y las celebridades

Más allá de sus 40 años de carrera y su pasión por el diseño, Ágatha Ruiz de la Prada pertenece al mundo de la aristocracia europea, por ser marquesa de Castelldosríus y baronesa de Santa Pau, dos títulos por los que debió pelear hasta ser reconocida.

Durante 30 años, además, estuvo en pareja con Pedro J. Ramírez, padre de sus dos hijos, exdirector del diario El Mundo y actual del diario digital El Español. Él es la persona a quien, desde su separación, la diseñadora menciona como “el innombrable”. “Su nombre no volverá a aparecer en este libro”, escribió Ágatha en su biografía. “No le quería hacer publicidad. Porque a él, en esta última etapa, no lo conoce ni el gato”, dijo.

–Conociste a mucha gente importante en tu vida y no necesariamente gracias a tu ex.

–Claro. Ten en cuenta que cuando yo era pequeña, el rey iba a vivir a casa de mis abuelos. O sea, que no es que yo he conocido a mucha gente con “el innombrable”, sino que así fue toda mi vida. Yo vivía puerta con puerta con los Garrigues Walker, que eran como los Kennedy españoles. De hecho Jacqueline Kennedy también vino; cuando yo era pequeña [Aristóteles] Onassis era el tío más impresionante del mundo. En mi libro ves la foto con Andy Warhol –de antes de conocer a “el innombrable”– porque yo expuse en la misma galería que él. La primera vez que vine a la Argentina hice un desfile y vino Mauricio Macri, que luego sería presidente. Después Milei. Y así con reyes, emperadores..

–Te presentaste ante los emperadores de Japón con un vestido hecho de papel.

–Fue en una fiesta en el Palacio Real de Madrid. Así como yo era muy fan suya, el rey (hoy emérito) era muy fan mío, así que me invitó. Le divirtió, le parecía que yo podría “dar la nota”. Así que fui con mis colores y un vestido hecho de papel. ¿Correcta? Correcta fui solamente con el Papa. Solo con él usé el negro. Porque hay cosas como la religión, con las que soy súper respetuosa.

Ágatha Ruiz de la Prada saluda a los emperadores del Japón

– ¿Sos muy católica?

– Sí, no practicante, pero sí.

Junto al papa Francisco, una de las pocas veces que accedió a vestirse de negro

¿Seguís creyendo en el amor?

– Creo más ahora de lo que creía hace años.

– Y, entre tus residencias en París, en Mallorca o la nueva en Madrid, ¿volverías a tener pareja casa adentro?

– Es muy difícil, porque a mi edad una ya tiene muchas manías. Y no es lo mismo que cuando eres joven que quieres tener hijos y todo recién empieza. Yo a mis hijos me los he sacado de encima, casi (Tristán se ha mudado hace poco al tener a mi nieta, que tiene diez meses). Y me he cambiado de casa, este lunes empezó en Madrid la mudanza.

– Viendo hacia atrás, ¿te arrepentís de algo?

– Con la mejor voluntad, yo creo que muy pocas veces cometes un error a sabiendas, pero que en el fondo siempre cometes los mismos errores. De la misma manera en que yo creo que mis trajes se parecen todos, creo que mis errores se parecen todos, así que es muy difícil aprender, y vas cayendo una y otra vez en lo mismo. No vale la pena arrepentirse.

– Los argentinos somos famosos en España por ir al psicólogo, ¿vos te psicoanalizás?

– Yo misma tuve esa época muy de Woody Allen, era “la loca” de Woody Allen. Me encanta y me interesa mucho el psicoanálisis pero no, no lo he hecho porque no tengo tiempo. En París vivo en una casa que era de [Jacques] Lacan. Entonces vienen muchos argentinos y se pasan toda la mañana viendo si pueden entrar a ver el patio de Lacan. Fíjate que, antes de ser diseñadora, yo quería ser psiquiatra. Pero el problema luego es que los psiquiatras te tiran toda la mierda encima y te intoxican mucho. Además pienso que es muy difícil curar a la gente, ¿no?

Tu libro Mi historia, donde contás sobre la depresión y muerte de tu madre, y la separación de tu padre, sonó a catarsis…

– Sí, la gente se queda alucinada. Dicen: “¿Cómo es posible que la vida de Ágatha haya sido tan dramática?”. El segundo libro, Todo por un plan, ya es mucho más llevadero, más tipo Bridget Jones. Fue escrito con mucho más sentido el humor, más como soy yo. Y luego está un tercero, un coffee book de fotos, que es una especie de ego trip mío total. Me he dado un lujazo con un fotógrafo con el que he trabajado mucho.

Ágatha en su última visita a Buenos Aires. De la mano de su amiga Carminne Dodero, la diseñadora fue distinguida por la Legislatura porteña

– Decís siempre que el color funciona como un antidepresivo, incluso en tus peores momentos lo usaste y salías, nada de quedarte en tu casa.

–Salía casi todos los días. Bueno, no todos, porque cuando sales tanto inevitablemente engordas [risas].

–También comentaste que con tu hijo Tristán, que trabaja con vos en la marca, discutían sobre semejante exposición. ¿Es necesaria la vida social para fomentar un trabajo o una marca?

–Sí, igual que como le funciona a la gente el hacer gimnasia o comer bien, para llevar adelante una empresa así de importante la vida social es clave. Mis hijos no se dan cuenta de lo importante que es. Aunque luego cuando salen lo pasan bomba, incluso mejor que yo, hay que empujarles.

La diseñadora de moda y empresaria española dice:

La muestra en Buenos Aires

“El mejor sitio en el mundo donde puedo estar es aquí, viendo cómo montan mi exhibición en Buenos Aires”, comenta Ágatha mientras intenta hacerse escuchar entre golpes y martilleos. Observa embelesada cómo acondicionan el lugar y elogia la limpieza de la Usina del Arte. Durante unas semanas en Buenos Aires paseará junto a Carminne Dodero por campos en Mar del Plata, asistirá al Teatro Colón, será parte del cumpleaños de Javier Iturrioz -curador de su muestra-, e invitada de honor en una comida en casa de Amalia Amoedo. “Vivo un gran momento. Nunca he tenido tanto trabajo como últimamente, ¡a mi edad! Tengo seis cuatro”.

-¿Cuántas veces te dijeron que tu ropa parecía la de un payaso?

–Al principio, muchísimo, pero gracias a Dios todo ha cambiado. Tal y cual repitiéndome a cada rato: “Esto no se lo puede poner nadie”. Y luego ahora mismo, entre todos ellos, soy la única que ha quedado, no queda nadie más.

–Pero, ¿se vende la ropa? ¿Es posible sentarse con un traje así en una cena?

–No sé el resto, pero yo sí, con todos. Aunque quizás este es el más difícil –señala un diseño que parece un túnel hecho con telas– porque tiene 30 metros. Para andar con alguien que me lleve la cola [risas].

¿Dónde guardás todo?

– Para eso tengo una fundación, creo que muy poca gente debe tener tanto material, diseños, bocetos y fotos como yo. Traigo esta retrospectiva a la Argentina porque es algo que siempre he hecho y, aun en siete visitas, me faltaba hacerla en Buenos Aires.

¿Cómo elegiste los vestidos que trajiste?

– Te voy a decir la verdad, muchos de los trajes de aquí son míos y he aprovechado con el lío que tengo de la mudanza para traer los más preciados a la Argentina, de paso así no tenía que mudarlos de casa.

– Estás parada frente a 100 trajes, 40 años de trabajo. ¿Te gusta todo lo que ves?

– Me encanta. Incluso a veces me gusta mucho más que lo que he hecho ahora.

Ágatha no le teme a las críticas. “Tampoco tengo nada que tenga que ocultar”, dice

– ¿Nunca te aburrís de los corazones, las flores y los lunares?

– No. Esa es una diferencia entre otras personas y yo: yo no me aburro nunca.