Ivan Facianof llegó al merkaz klita atrapado por la tristeza. Apenas sí tenía información acerca del lugar, un centro de absorción en Israel destinado a recibir personas de distintos puntos del planeta. A él, un argentino de 17 años, le tocaría compartir los siguientes días con adolescentes de su edad de diversas nacionalidades, incluyendo la propia. Era diciembre, invierno por aquellas latitudes, e Ivan solo pudo pensar que apenas unos días atrás se hallaba disfrutando del verano de Buenos Aires con sus amigos. Ahora, con su corazón desgarrado, el frío del Medio Oriente se hacía sentir con fuerza.

Tras observar la nueva postal a su alrededor, Ivan buscó un teléfono, llamó a sus padres que aún estaban en Argentina, y al escuchar su voz rompió en llanto: “Fue duro”, rememora hoy mientras repasa su historia.

Los amigos, el 59, y la crisis que trajo la peor noticia: “A los 17 años era feliz. Tenía amigos, estaba de novio, una vida social espectacular”

Allá a lo lejos en Argentina, en los comienzos del nuevo milenio, Ivan tenía una rutina que disfrutaba. Iba al colegio desde la mañana hasta la tarde y los fines de semana los pasaba con sus amigos, e incluso a veces iba a la cancha. Por el año 2000 comenzó a trabajar como asistente en fiestas de cumpleaños para chicos, le pagaban 15 pesos, que para él era muchísimo. La situación en su casa era muy ajustada, sus padres le pasaban 10 pesos por semana, lo que significaba que con su trabajo hacía más que duplicar su presupuesto semanal.

“Recuerdo que mis amigos recibían 10 pesos por día. Ellos iban en remise y yo me tomaba el 59 para ir al colegio. La crisis del 2001 me marcó sin dudas. Vivíamos a media cuadra de Cabildo cuando empezaron los cacerolazos. Al día de hoy me sigue generando tristeza cuando recuerdo esos momentos”, cuenta.

Ivo junto a su familia, recién llegados a Israel

Para Ivan, aquel recuerdo angustiante conlleva una asociación dolorosa. Esa crisis no fue como otras, la del 2001 fue la que cambió su vida para siempre. Cuando el país ardía, el anuncio de sus padres llegó a él como un puñal: habían decidido irse a vivir a Israel.

“Lo viví con mucho enojo y bronca”, revela. “A los 17 años era feliz. Tenía amigos, estaba de novio, una vida social espectacular. Aparte nunca quise irme a Israel. Si bien soy judío y me identifico con la tradición, nunca fui sionista, o sea que para mí irme al Medio Oriente era una locura. Le tenía miedo a la guerra, a la gente hablando con una erre rara… nada que ver con lo que yo quería, pero bueno. La familia es la familia”.

La adaptación y una maduración acelerada: “Eso fue muy positivo por un lado, pero siento que fue un sacrificio grande que tuve que hacer”

Ivan llegó primero para incorporarse en el merkaz klita. Atrás había quedado su gente querida, tristes por la despedida al igual que él, pero poco sorprendidos: irse de la Argentina era moneda corriente. Sus padres, por fortuna, habían esperado que concluyera el secundario, un factor clave para menguar su dolor: “A pesar de la situación tensa y difícil, estiraron lo que pudieron y eso es algo que les agradezco. Es muy importante terminar un ciclo antes de empezar uno nuevo, sino quedan cosas en el aire y abiertas, y no es bueno”, reflexiona.

Con el pasar de los días, la tristeza cedió gracias a la cantidad de chicos en situaciones similares que comprendían sus sentimientos, en especial los jóvenes argentinos que habían experimentado casi su misma vivencia. Durante las mañanas aprendía hebreo y por las tardes le tocaba cursar materias para prepararse para la universidad: matemática, geografía, historia… Poco a poco todo parecía acomodarse.

Unos días más tarde llegaron sus padres a Israel, quienes se instalaron en Ra’anana, a diez minutos de donde estaba él, y unos meses más tarde llegó su hermana mayor, aunque a ella le tocó vivir bastante más alejada: “Durante los primeros meses nos encontrábamos todos los fines de semana en el departamento, donde vivían mis papás, de 30 metros cuadrados. Había una TV, un cuarto, tres camas, un baño y ya está”, relata.

Ra'anana está en el Distrito Central de Israel y tiene una población de aproximadamente 69 mil habitantes.

Fue por aquellos tiempos, que Ivan comenzó a evidenciar algo muy fuerte: descubrió que tenía un rol muy importante en la familia; sus consejos y maneras de ver la realidad provocaban en los suyos seguridad. En pocos días, su cabeza había madurado y algo en él se transformó para siempre: “Eso fue muy positivo por un lado, pero siento que fue un sacrificio grande que tuve que hacer”, reflexiona, en referencia a cierta pérdida de su etapa adolescente de la vida.

Adaptarse gracias a Maradona, Chiquititas y Rebelde Way y otras costumbres llamativas: “Ver soldados armados al principio fue raro, con el tiempo te acostumbrás”

Volver a empezar tan lejos, en un lugar que él no había elegido era una experiencia dura, pero poco a poco Ivan fue capaz de recuperar su sonrisa, aunque no lo hizo solo. En su camino de adaptación, hubo un factor clave que lo ayudó en su bienestar: el amor de los israelíes por los argentinos. Sin importar a dónde fuera, apenas revelaba su procedencia, podía observar cómo en los rostros de sus interlocutores se dibujaba una sonrisa.

“No hay duda de que eso fue una ayuda gigante”, asegura hoy. “Acá tienen amor por las telenovelas y en su momento por Maradona. Podría decir que gracias a Maradona, Rebelde Way y Chiquititas la vida se me hizo más llevadera”.

“Pero no todo fue positivo. En el 2002 llegamos justo al final de la intifada o sea que hubo atentados en colectivos, restaurantes, etc. Eso fue difícil. También ver soldados armados al principio fue raro, con el tiempo te acostumbrás y ni te das cuenta”.

Servicio militar, vida nómade y emprender con éxito en Israel: “El argentino y el israelí son muy parecidos”

Poco tiempo después, Ivan, como toda la población de Israel, tuvo que cumplir con los tres años en el ejército, y fue asignado a la base principal de la marina en Haifa, al norte del país, donde recibió formación de buceo, manejo de lanchas y primeros auxilios para alta mar.

Iván, como toda la población de Israel, tuvo que cumplir con los tres años en el ejército.

Tras aquella experiencia militar, y con una oferta laboral, partió a África por dos meses a trabajar para una empresa que hacía mapas 3D de terrenos, para evaluar si valía la pena sacar petróleo o no. Aquella experiencia lo marcó, fueron sesenta días seguidos trabajando de sol a sol en Cabinda, al norte de Angola en la sabana y la selva.

Cuando la experiencia africana llegó a su fin decidió que no era tiempo de regresar a Israel y en cambio optó por cruzar a España para trabajar en las ferias costeras que venden productos del Mar Muerto. La aventura terminó con un viaje por Sudamérica que duró cinco meses. En 2008 decidió que era tiempo de volver. Y entonces lo supo, volver significaba regresar a Israel.

Aquella experiencia lo marcó, fueron sesenta días seguidos trabajando de sol a sol en Cabinda, al norte de Angola en la sabana y la selva.

“Israel reunía y reúne las cosas más importantes en la vida. Mi familia antes que nada y ellos estaban acá. Después, y a pesar de que cueste creerlo, es un lugar súper seguro. Es cierto que cada tantos años hay un conflicto militar, pero si bien afecta el día a día, uno se levanta y va a trabajar. Es como vivir en Capital y que haya un conflicto en La Plata o Rosario. Te afecta, te preocupa pero tu día a día sigue”.

Acá también se dieron las condiciones para crecer económicamente”, explica Ivan, quien hoy es un emprendedor y estratega inversor con más de quince años de experiencia en el sector de la tecnología publicitaria (ad-tech) y las inversiones. Es cofundador y presidente de Velis Media Group, una empresa líder en el desarrollo de plataformas tecnológicas las cuales brindan soluciones de marketing y publicidad en línea que, bajo su liderazgo, alcanzó ingresos de más de 350 millones de dólares en cinco años, sin necesidad de inversión externa.

“Israel en los últimos veinte años creció muchísimo económicamente

“Israel en los últimos veinte años creció muchísimo económicamente y eso permitió emprender numerosas oportunidades que impactaron financieramente y también sentirme como en cualquier otro país occidental. Y por último lo social pesa. El argentino y el israelí son muy parecidos. Primero que nada las relaciones humanas, lo social, la risa y la familia. Después hay diferencias culturales como los modales o algunas costumbres, pero en esencia el parecido es gigante así que era natural desarrollarme acá”.

Antes de fundar Velis Media, Ivo contribuyó al desarrollo de la unidad de negocios móviles de Marimedia, lo que llevó a la creación de Taptica, una empresa que salió a bolsa de Londres por un valor de 100 millones de dólares.

El sacrifico que permite evolucionar, el amor por Argentina y las ganas de verla brillar: “La esperanza de que se den vuelta las cosas de una vez por todas”

Más de dos décadas después de su partida de la Argentina, los recuerdos de su infancia y la adolescencia en las calles de Núñez siguen grabados a fuego. Ivan aún puede palpar la tristeza que sintió como si fuera hoy, pero aun así su mayor tesoro son los días de alegría vividos en su país de origen, en una Buenos Aires que ama con fuerza hasta el presente.

Atrás quedaron la bronca y el enojo para dar paso a la gratitud. Hoy comprende que su travesía no partió su mundo, sino que lo expandió y le dio las herramientas para transformarse en todo sentido. En lo laboral, pudo convertirse en ese ángel activo y asesor de varias empresas dentro del ecosistema de startups israelíes. Y en su camino profesional, Ivan hoy asimismo forma parte de una red global de líderes, donde su mentoría ha sido clave para guiar a la próxima generación de emprendedores.

Como miembro destacado de la Young Presidents Organization (YPO) y Company A, forma parte de una red global de líderes, y su mentoría ha sido clave para guiar a la próxima generación de emprendedores.

“Amo Argentina. La amo. La gente, las costumbres, la amabilidad (por más que a veces en el día a día cueste verlo), los paisajes, el potencial, la picardía, la pasión, el clima, la arquitectura y podría seguir. Es cierto que uno a la distancia idealiza, pero no tengo dudas de que a pesar de la decadencia económica que sufre en las últimas décadas, la esperanza de que se den vuelta las cosas de una vez por todas y vuelva a crecer, está. Espero que se dé porque no creo que queden muchas oportunidades en el futuro”.

“Al principio el shock de dejar el país fue enorme. Pasé de ir a la Bombonera y a ver a Los Piojos a estar en un país a miles de kilómetros, sin amigos y con un idioma y cultura muy diferentes. Hoy miro para atrás y no puedo creer lo valientes que fueron mis padres”, continúa pensativo.

Junto a Daniela (también argentina) y sus dos hijas.

“Cuando uno deja un lugar, ya sea una ciudad, un país o un continente, naturalmente empieza a comparar de donde uno viene y su nueva realidad. Creo que eso que se da de manera natural hace que uno desarrolle una mirada crítica que es esencial en el desarrollo de una persona. El precio es alto ya que extrañar a la familia y amigos es fuerte, pero le permite a uno tener más herramientas para lidiar con diferentes situaciones en el futuro. Creo que es en parte la ley de la vida, el sacrificio permite desarrollo y así uno evoluciona”, concluye.

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