BAHÍA BLANCA (enviado especial).- Vivir para contarlo. De chofer a inesperado timonel de camión en un segundo. Sin dudas, fue el susto de su vida. A Silvio Madarieta lo arrastró un río que, literalmente, cruzaba la ruta 3 cuando conducía un Scania con acoplado, después de descargar en el puerto de Bahía Blanca y ya de regreso a Patagones. Navegó en esas aguas más de 300 metros, como quien viaja marcha atrás, hasta que cada mitad del vehículo quedó de un lado y otro de donde ya no había vía. Y se vio sumergido hasta casi cubrirle la ventanilla: “De los que arrastró por acá, creo que soy el único que por ahora lo puede contar”, afirma a LA NACION.

A uno de los fallecidos en ese gigante espejo de agua que se formó entre la ruta y el ingreso a la localidad de Cerri lo encontró él mismo, al día siguiente, cuando volvió por el terraplén de rieles de ferrocarril hechos un rulo, arrancados por la correntada. Vio el cuerpo atrapado entre los durmientes y desandó camino para avisar a la policía. Cara a cara, porque la telefonía celular estaba fuera de servicio.

Madarieta en la difícil misión de devolver el camión al territorio natural, la ruta, que tiene a más de 150 metros, con un lodazal de por medio

Llegar hasta Madarieta y su camión y ver esa imagen en primer plano es impactante. A menos de 20 metros, ahora que el agua acumulada bajó, se ve el Gol Trend gris en el que un matrimonio viajaba con dos niñas de 1 y 5 años, aun desaparecidas. A 200 metros, volcado, otro que parece ser misma marca y modelo. Y más allá, unos 500 metros, una camioneta de la firma Andreani en la que los padres de las menores intentaron refugiarlas. Fue este hombre la víctima 16 que se confirmó esta tarde.

Al papá de las nenas lo vieron otros camioneros cuando corría, semidesnudo entre el agua y por la banquina, pidiendo ayuda y gritando ´las nenas, las nenas”, cuenta a LA NACION, siempre por terceros. En esos momentos, recuerda, solo veía un mar que se le venía encima e intentaba estar tranquilo, esperando por ayuda.

A menos de 20 metros, ahora que el agua acumulada bajó, se ve el Gol Trend gris en el que un matrimonio viajaba con dos niñas de 1 y 5 años, aun desaparecidas

Madarieta es oriundo de Stroeder, en Patagones, y tiene 45 años, con más de la mitad de sus días en el rubro del transporte. Se gana la vida al volante de ese camión que pertenece a Carlos Walter, de Carmen de Patagones. Iba en sentido al sur de la provincia cuando se cruzó con la mayor expresión de poder del temporal que castigaba por esas horas a todo el distrito de Bahía Blanca. A la altura del kilómetro 700 ya nada pudo hacer para controlar el rumbo. Dijo que el camión “empezó a patinar, el chasis comenzó a flotar, hizo tijera y lo que parecía un río, no una ola, me trajo hasta acá”.

“Siempre estuve tranquilo porque me estaba viendo otro camionero de Patagones que estaba parado en la banquina”, explica a LA NACION. “El que te conoce no te va a abandonar”, insiste, aunque tiene claro que la máxima es válida, pero poco podían hacer por él cuando su vehículo andaba al garete, por primera vez en tránsito sin tocar suelo firme.

Eran las 9 cuando el vehículo quedó calzado como un broche en el terraplén. Las 16 cuando el temporal mostraba su peor versión, con el agua a máxima altura, y se acercó un gomón con motor y personal a bordo decidido a ayudarlo. Otra historia para contar, porque ahí casi peligra la vida de esos rescatistas. “Se les salió el motor fuera de borda y casi se los lleva la correntada”, detalla Madarieta, que les lanzó sogas y consiguió que puedan atar la embarcación al camión. Recién así pudieron reacomodar el motor, embarcar al camionero y llevarlo a un lugar seguro. Dos horas después, dice, mermó la fuerza de la correntada.

al día siguiente, cuando volvió por el terraplén de rieles de ferrocarril hechos un rulo, arrancados por la correntada

De los autos que quedaron hundidos a sus espaldas recién tomó conciencia al día siguiente. El sábado caminó hasta su camión, para ver si había daños graves. No llegó porque antes divisó un cadáver. “Era de un hombre de uno de los autos que quedó por ahí, al medio”, dice y señala un vehículo solo con los neumáticos fuera del agua.

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Supo también entonces que el Gol Trend que le quedó a unos pasos, nomás, era de la familia que está buscando a las niñas Delfina y Pilar Hecker. Pregunta a LA NACION si se sabe algo de ellas. Vio durante toda la mañana el movimiento de helicópteros de Policía y Prefectura sobre esa zona, parte del rastrillaje que desde el otro extremo se hacía con kayaks e incluso a pie, siempre entre el agua y sus cercanías. Se le confirma que hallaron el cuerpo pero de un adulto. Se agarra a cabeza y se tapa los ojos.

Ahora anda Madarieta en la difícil misión de devolver el camión al territorio natural, la ruta, que tiene a más de 150 metros, con un lodazal de por medio. “No tiene casi daños, esperamos sacarlo así de sano”, acota Walter, que insiste que nunca había visto, ni vivido, una situación semejante.

Madarieta es oriundo de Stroeder, en Patagones, y tiene 45 años

Los ayudan Sergio Nowajensky, camionero de Comodoro Rivadavia que sin conocerlos se arrimó para ayudar, y Darío Schattmann, primo de Walter. Entre todos retiran algunas piezas de chasis y acoplado y ajustan otras con el deseo que este lunes, con máquinas viales como auxilio, puedan desencajarlo de esa particular posición en V, a ambos lados de donde hasta el viernes había un ramal ferroviario.

Finalizada la experiencia, superada con suerte, reconoce que no la podrá olvidar, pero que tampoco le cambiará demasiado su destino porque el transporte de cargas de larga distancia, resalta, es su pasión. Una historia que contará una y mil veces en cada escala de banquina, de estación de servicios. El susto de su vida. Y vivir para contarlo.

“Siempre estuve tranquilo porque me estaba viendo otro camionero de Patagones que estaba parado en la banquina”, explica a LA NACION