“Te voy a matar, tengo armas. Vas a terminar como el novio de Nahir [Galarza]”, escuchó, aterrorizada, Mila Piercecchi. Según relató a LA NACION, esa fue una de las intimidaciones que vociferó su novio, Francisco Soane Pesci, mientras le mostraba fotografías de revólveres. Ese fue, afirmó, el primer hecho de violencia que sufrió en agosto de 2024 en el domicilio que la pareja compartía en Puerto Madero.
Las agresiones se sucedieron una tras otra en diferentes momentos, lo que la impulsó a realizar la denuncia por un total de ocho hechos en la Fiscalía Penal y Contravencional N°10 de la ciudad de Buenos Aires por los presuntos delitos de “abuso sexual con acceso carnal, privación ilegítima de la libertad doblemente agravada por mediar fin de venganza y por haber sido cometido contra una persona a quien se debe un respeto particular, lesiones leves agravadas por mediar violencia de género y ser la víctima su ex pareja, amenazas simples, desobediencia, daño e intento de extorsión”.
A finales de enero pasado, Soane Pesci se negó a declarar. Recientemente cambió de abogados defensores, que se aprestan a presentar pedidos de medidas de prueba en el expediente, aunque dijeron a LA NACION que, por el momento, prefieren no ahondar en detalles sobre su estrategia procesal para “no revictimizar” a la denunciante.
La gravedad de los hechos denunciados fue en aumento y en la presentación se describieron sucesos aberrantes, como el que, según su reseña, ocurrió el 15 de diciembre de 2024 a las 22 en el interior de una camioneta Dodge, modelo RAM 1500, dominio AE 743GL, estacionada en una estación de servicio ubicada en el trayecto entre la ciudad de Buenos Aires y Rosario. En la denuncia se describió que “Francisco José Soane Pesci, de 23 años, frenó la marcha del rodado y obligó a su entonces pareja, Mila Piercecchi, a mantener relaciones sexuales con él pese a su negativa porque se encontraba convaleciente, sin alta médica, de una reciente operación de vaginoplastia”.
Mila es una joven trans de 28 años que nació en Rosario y desde su infancia se sintió obligada a desarrollar una doble personalidad. “Siempre quise ser nena, estar con chicas, pero lo bloqueé por mucho tiempo. Me gustaba mucho lo femenino y me lo reprimían un montón, más que nada en mi colegio, que era religioso. Tuve una infancia linda, pero muchas veces fingiendo algo que no sentía, que no era. Me crie con mi mamá y mi padrastro, una gran persona, abogado penalista, inteligente, profesional, evolucionado. Cuando entré en la adolescencia renació fuertemente mi despertar sexual y mis ganas de relacionarme con chicos y no lo oculté más”, repasó respecto de sus orígenes.
A los 18 años le surgió la posibilidad de estudiar en el exterior. “Quería estudiar Economía y después de buscar conseguí una visa de estudiante y me radiqué en París por cuatro años. Además, me enamoré y me casé con un señor, Carlo Aversa, que era franco suizo. Viajábamos todo el tiempo, era ingeniero aeroespacial, muy exitoso. Me introdujo en todo lo que refiere a la elite europea. Me enseñó un montón de cosas, a ser ambiciosa. Él tenía 60 años y yo 22. Nos casamos en París, por unión civil. La diferencia de edad nunca fue un impedimento, al contrario. Seguí mi carrera hasta el cuarto año que vino la pandemia en 2020. Y sufrí un golpe durísimo porque él falleció a causa del Covid. Decidí mudarme a Dubai porque no había tantas restricciones por la pandemia. Carlo me dejó una herencia, acciones en Wall Street, lo que me permitió y me permite vivir muy tranquila, antes y ahora. Pero era una vida muy solitaria. Empecé a trabajar para empresas árabes. Estuve dos años, era todo muy cerrado social y mentalmente; en especial, para personas homosexuales, lo sufrí. Hasta que resolví irme a Nueva York y obtuve la residencia en los Estados Unidos. Hoy tengo mi departamento en el Soho y una empresa online de importación de productos estrella, de tipo bazar”.
A finales de 2023 decidió regresar a la Argentina; así conoció a Francisco Soane a través de las redes sociales, un joven que es entrenador deportivo residente en Avellaneda.
“Empezamos muy bien, hablábamos seguido, nos mandábamos y comentábamos fotos. Hacía dos años que no iba a mi país y no veía a mi familia. Así que lo hice y también lo conocí a él en enero de 2024. Comenzamos a pasar mucho tiempo juntos. Después regresé a Nueva York a finales de enero de ese año y decidí invitarlo a Londres para estar allá el 14 de febrero, el Día de San Valentín. Pasamos ahí una semana y luego de ese viaje la relación se puso mucho más seria. Entonces le comenté de mis ganas de iniciar mi transformación y estuvo de acuerdo. En marzo nos fuimos a vivir juntos en Buenos Aires y ahí aparecieron los primeros signos de violencia, más que nada verbales, y también empujones o tirar cosas en la casa… Y me empezó a aislar de mi familia y de mis amistades. Además, me acompañaba a todos lados, no permitía que estuviera sola ni un minuto, se metía en mis finanzas, comenzó a pedirme plata. Y los episodios de violencia iban en aumento. Mientras tanto, en mayo de 2024 regresé a los Estados Unidos para continuar mi transición porque allá están los mejores médicos, hormonas, bloqueadores… Pasaba quince días allá y otros quince acá para verlo, confiando en que iba a cambiar. Empecé a feminizarme mucho más y el nivel de posesión y de celos por parte de él fue en aumento, con trompadas, tirones de pelo. No me permitía usar la ropa de mujer que yo quería y no me dejaba un momento. Estaba tan sola y aislada que no me atrevía a hacer la denuncia, como que lo normalicé. Él decía que me cuidaba, pero después me golpeaba. Y seguía pidiéndome plata, en total llegué a darle como 70.000 dólares. Tampoco me quiso presentar a su familia”, relata Mila con tristeza.
-¿El nivel de violencia fue en aumento hasta qué límite?
-Cada vez era más violento, hasta sentí que podía matarme. Pese a todo yo lo invité a viajar porque pensé que le iba a hacer bien. Fuimos a Madrid, a Ibiza, a Mallorca, a Capri. Pensaba que iba a mejorar, pero fue lo contrario. Muchas veces quise irme de los hoteles y él no me dejaba. Me pedía perdón, prometía que iba a cambiar. Y así seguimos hasta que en noviembre decidí hacerme una vaginoplastia en el Sanatorio Anchorena.
-¿Y él te acompañó en el proceso de esa intervención?
-Sí, estaba de acuerdo. Además, él para el afuera era excelente, se mostraba re compañero.
-¿Y cómo te atreviste a denunciarlo?
-Porque sucedieron más episodios graves. Como el que me pasó el 4 de enero de este año, cuando me agarró del cuello, me dio trompadas dentro del ascensor y me siguió pegando en el palier del edificio. La empleada que trabajaba en el departamento fue testigo. Y gracias a Dios los vecinos escucharon los gritos y alertaron a la policía, si no me mataba.
Al respecto, en la causa puede leerse: “Estos hechos motivaron la intervención del oficial mayor Walter Correa de la Policía de la Ciudad, quien se encontraba recorriendo la zona en su móvil policial y fue alertado del episodio por vecinos en la zona. Ante ello ingresó al edificio, donde le fue franqueado el acceso por personal de seguridad, y se dirigió al departamento donde la señora Mila Piercecchi le permitió el ingreso y pudo demorar al imputado. Producto de esta agresión sufrió leves signos inflamatorios con leve desviación del tabique nasal, en el labio inferior y equimosis en el cuello”.
Su abogado, Matías Morla, explicó a LA NACION: “Lo que ocurrió con Mila es gravísimo y demuestra el desamparo con el que hoy convive gran parte de la sociedad. Ella llegó al estudio desesperada pidiendo ayuda y nosotros se la estamos brindando con las herramientas jurídicas que contamos, que son muchas. Hay infinidad de delitos en su caso: abuso sexual, privación de la libertad, robo, amenazas, extorsión, pero sin dudas existió uno que, en mi criterio, es el más grave de todos: el intento de homicidio que sufrió por parte del imputado. Solicitamos el allanamiento de su domicilio para que se busque un arma. Además, violó varias veces la perimetral que se le impuso, medida de protección que nunca respetó. Con todas estas agravantes creemos que debería estar preso, por eso pedimos su detención”.
-Mila, ¿ahora que volviste a Nueva York, seguís sintiendo miedo, pese a estar lejos?
-Claro, todo el tiempo. No me puedo borrar la sensación de que casi me mata en el departamento, por eso los vecinos dieron el aviso, fue horrible lo que viví. No tuvo límites, me violó a los quince días de que me hicieran la vaginoplastia cuando por indicación médica no podía tener relaciones sexuales por lo menos por seis meses. Yo sé que él tiene armas en la casa de los padres y me amenazó varias veces con armas de fuego. Me contó que tenía pistolas y rifles, armas largas. No las vi, pero cuando me pegaba me decía: “Matarte me va a costar dos minutos”. Sentí y siento pánico, por eso me fui del país. Hasta que no sepa que está preso no volveré. Tengo terror de encontrármelo.
La postura de la defensa
El nuevo abogado de Soane Pesci, Jorge Luis Esquivel, le dijo a LA NACION: “Hemos tomado la defensa hace unos días y estamos trabajando. Presentamos peritos de parte, pedimos algunas medidas a la Justicia, que está trabajando muy bien, como lo realizó la otra parte [la querella]. Se está evaluando todo; además de lo pericial, los distintos testimonios que se han registrado. A la brevedad estaremos presentando más pruebas, siempre buscando el bienestar de la víctima y que salga la verdad a la luz de cómo fueron los hechos, eso es lo que voy a pregonar».
Agregó: “Lo que propiciamos es que se lleve a cabo una ardua investigación de los hechos denunciados. Por mi forma de trabajar y el respeto a las mujeres, lo que no quiero es que la denunciante padezca una revictimización. Mientras se analizan las pruebas y las acusaciones que presentó el abogado patrocinante, mi defendido está a derecho, como corresponde. El objetivo es la verdad y encontrarla en los tribunales, que es lo que corresponde. Lo primordial hoy, por sobre todas las cosas, es proteger a la víctima. Pusimos a disposición el teléfono de mi defendido para colaborar con el esclarecimiento. Y cuando nos citen ahí estaremos para cumplir, como corresponde. Si se demuestra que los hechos ocurrieron como fueron denunciados, que tengan la sanción que corresponda. Y si no se comprueban, también nosotros pediremos lo que creamos justo, ni más ni menos”.