BOGOTÁ.- En medio del “huracán Trump”, un litigio entre dos países reúne claves del actual pulso geopolítico mundial, lo que supone una amenaza para la seguridad de la región, incluso un riesgo potencial de conflicto.
Los protagonistas de este pulso histórico son los vecinos Venezuela y Guyana y sus respectivos aliados. Y el territorio en litigio es el Esequibo, que pasó de ser “monte y culebra”, como decían en Caracas, a una portentosa reserva de petróleo, gas y minerales.
Tras una semana de fricciones, que incluyeron declaraciones bélicas y peligrosas comparaciones con la invasión rusa de Ucrania, el gobierno de Guyana decidió acudir a la Corte Internacional de Justicia (CIJ), máximo tribunal de Naciones Unidas. El presidente Irfaan Ali instó a que intervenga urgentemente y “ordene a Venezuela que cese cualquier acción para seguir reclamando el Esequibo”.
En 2023, la Secretaría General de la ONU, a pedido de Guyana, encargó a la CIJ que dirimiera la controversia judicial, pese a que Caracas no reconoce su jurisdicción. El proceso sigue su curso.
El gobierno guyanés ha activado todas sus alarmas ante las elecciones regionales programadas en Venezuela para mayo y ante los “actos preparatorios, incluso dentro del Esequibo, que afectarían a la población guyanesa y a la soberanía de Guyana sobre su territorio”.
Nicolás Maduro planea estirar los comicios regionales hasta la llamada Guayana Esequiba, territorio administrado por Guyana que Caracas reclama desde el siglo XVIII y que suponen dos tercios del territorio del país caribeño.
El líder chavista nombró un gobernador militar para el Esequibo y cambió los mapas de Venezuela para incluirlo como el estado número 24. Con las nuevas elecciones pretende que se elija un gobernador como en el resto del país, en un paso más de la pretendida anexión del territorio.
Hace solo una semana, Estados Unidos, principal aliado del pequeño país caribeño, advirtió con “consecuencias para el régimen de Maduro ante la clara violación del territorio marítimo de Guyana”. Horas antes, el buque de guerra venezolano ABV Guaqueri se había acercado de forma significativa a Prosperity FPSO, una plataforma flotante de producción de petróleo gestionada por Exxon Mobil en la fachada atlántica.
El operativo venezolano buscaba fustigar lo que consideran una operación ilegal en una “zona de controversia”, invadida según el general en jefe Vladimir Padrino López por 28 buques cisternas y de perforación.
Estas instalaciones petroleras en el mar son las principales protagonistas del milagro económico del que era uno de los países más pobres de América del Sur, que en 2024 creció por encima del 40% en su PBI. Con 650.000 barriles de petróleo por día y el plan de aumentar hasta 900.000 en los próximos meses, Guyana sólo es superada en la región por Brasil, la propia Venezuela, la Argentina y Colombia, a la que adelantará muy pronto.
Guyana se ha situado junto a Estados Unidos a la cabeza de la producción mundial del oro negro de este año, con casi un barril por habitante, ya que país caribeño cuenta con una población de 800.000 personas.
Los países del Caribe agrupados en el Caricom, la Organización de Estados Americanos (OEA) y otros aliados como Gran Bretaña secundaron en todo momento al gobierno guyanés, ante el temor de que el conflicto escale hasta convertirse en las Malvinas del siglo XXI para Maduro, presidente de facto tras el denunciado fraude electoral del año pasado. El chavismo cuenta con el Kremlin, que utiliza mecanismos de desinformación parecidos a los utilizados contra Ucrania.
“Zelensky del Caribe”
“El gobierno de Guyana ha adoptado un plan de guerra contra Venezuela. Creen que les irá bien. Por eso es correcto llamar al presidente de Guyana el ‘Zelensky del Caribe’. Es un verdadero Zelensky”, divagó Maduro el jueves en una especie de empanada geopolítica de imposible digestión.
“Eso es territorio de Venezuela y lo vamos a hacer respetar”, secundó el ministro Diosdado Cabello, número dos del régimen, quien fue más allá al culpar a Exxon Mobil de la retirada de licencia para operar en Venezuela a su competidora Chevron, decidida por Washington esta semana.
Olvidado durante el mandato de Hugo Chávez a petición de Fidel Castro, otro de los aliados históricos de Guyana, y para mantener el apoyo político de los países del Caricom en los organismos internacionales, el Esequibo regresó a la agenda de Maduro en medio del naufragio socioeconómico de la revolución para convertirse en pieza nacionalista de su propaganda.
En paralelo, Guyana aprovechó las concesiones de Caracas para otorgar concesiones petroleras en las áreas pendientes de delimitación. Y lo que Exxon Mobil encontró en sus aguas fue mucho petróleo: sólo en el bloque marítimo de Stabroek se calculan unas reservas petroleras de 11.000 millones de barriles.
Decidido a dar un giro a la situación, el chavismo impuso un plebiscito patriótico que obligaría a la anexión por la fuerza del territorio bautizado como Guayana Esequiba. Y de forma amenazante, dispuso a sus tropas en las cercanías de la frontera en diciembre de 2023. Desde entonces, la presencia militar de Estados Unidos ha intimidado al chavismo, que ha denunciado públicamente, sin aportar ninguna prueba, la instalación de bases secretas del Comando Sur y de núcleos activos de la CIA.
Las posturas de ambos países se han repetido hasta la saciedad: Venezuela sólo contempla el Acuerdo de Ginebra firmado en 1966 y Guyana sostiene que es el Laudo Arbitral de París de 1899, que cedió el territorio a Gran Bretaña cuando Guyana era todavía colonia, el que debe marcar la decisión final de la CIJ.
Se trata de una batalla internacional que el chavismo también usa para reprimir a la oposición, a la que acusa de apátrida por no apoyar el referéndum patriótico realizado en diciembre de 2023. Sólo colaboracionistas y los opositores ultramoderados acudieron a unas urnas semivacías, que a la postre sirvieron para ensayar lo que meses más tarde se convertiría en uno de los grandes fraudes de la historia de América Latina.
En aquella ocasión, expertos electorales y la oposición democrática acusaron al gobierno de introducir varios millones de boletas en las urnas para vender al mundo un resultado “magnífico”.
“[María Corina] Machado pretende entregar la Guayana Esequiba. ¡Perversa, demente! La Guayana Esequiba es de Venezuela y la defenderemos hasta con la vida”, vociferó esta semana la vicepresidenta Delcy Rodríguez sobre la líder de la oposición venezolana.