NUEVA YORK.– Ariana Grande no se habrá ido a su casa con el Oscar a mejor actriz de reparto, pero ciertamente lució el vestido más memorable y revelador de la noche.

Ese vestido de alta costura de la colección primavera de Schiaparelli y diseñado por Daniel Roseberry consistía en un corsé de satín rosa pálido cuya cintura se abría en un volado rígido y bizarramente hermoso en forma de almeja, del que llovía una falda hasta el piso de tul color crudo. La perfección de ese corsé satinado y la extraña cintura flotante eran hipnóticas: tan brillante y rosada que parecía un organismo recién nacido o un espécimen salido de una máquina. El color se fundía con el maquillaje de Ariana: el vestido y ella eran una sola cosa. Además, ¿cómo hicieron para que esa cintura flotante en forma de almeja se mantuviera así de erguida?

Ariana Grande también combinó la funda de su celular con su vestido

El vestido encapsulaba la búsqueda de una actriz por mostrarse impecable en su atuendo y sus modales, y subrayaba el hecho de que la mayoría de las veces la verdadera actuación recién arranca cuando se estrena la película… Es ahí cuando debe mostrarse ansiosa, esperanzada, pero jamás desesperada. En otras palabras, fue el vestido definitivo para los Oscar. De hecho, era de una perfección inquietante, como la mayoría de los vestidos que se vieron en la noche del domingo. Pero ese vestido Schiaparelli también es una muestra de hasta qué punto las drogas para perder peso y la tecnología, incluida la edición de fotos y las imágenes generadas por IA, le abrieron la puerta a un indignante deseo de perfección que está arrasando en Hollywood.

Adiós a la positividad corporal

Hasta hace apenas unos años, la actitud que predominaba era celebrar y reírnos de nuestras imperfecciones: Meryl Streep tironeando de sus anteojos de lectura, Kristen Stewart que apareció con unos minishorts de Chanel, y Jennifer Lawrence que nos conquistó a todos cuando se cayó al piso. Sí, todas esas mujeres fueron flacas de Hollywood, pero también eran lo mejor de eso que llamamos “positividad corporal”, y la aparición de Florence Pugh alardeando de sus pezones y de la actriz “extra large” Gabourey Sidibi en la entrega de los Oscar era vista como una señal de progreso. OK., todavía tenemos a Pamela Anderson, que sigue promocionando su estilo “a cara lavada”, y a Da’Vine Joy Randolph, que tiene el cuerpo de una mujer promedio y fue una de las mejor vestidas de la noche, con un modelo de Tamara Ralph.

Pero Ozempic también ha introducido una actitud diferente y que no parecemos dispuestos a admitir. Se diría que ahora vivimos en una era de exclusividad del cuerpo: la perfección ya no alcanza, las mujeres deben verse “demasiado perfectas”. Deben encogerse ante nuestros ojos, debe parecer que su edad retrocede. Nada de eso es natural, ni parece natural, ni se siente natural, y tampoco hace falta. Y si bien ya no emitimos juicios a la ligera, todavía parecemos no tener un lenguaje para hablar de lo que está pasando.

En cambio, los que hablan son los vestidos. La tendencia preponderante en la alfombra roja del domingo fueron los diseños con brillos, ya sea en color nude o reflejantes. Fueron varias las actrices que lucieron vestidos como el de Halle Berry, un corsé de Christian Siriano cubierto de pedazos de vidrio roto, una parábola, tal vez, de cómo proyectamos nuestras ansiedades sobre el cuerpo de las actrices.

El vestido de Halle Berry: un corsé de Christian Siriano cubierto de pedazos de vidrio roto

Esos brillantes vestidos color nude podían ser femeninos, como el glorioso modelo de Ralph Lauren que lució Selena Gómez, o más bien masculinos, como el sencillo vestido al cuerpo de Louis Vuitton con el que se presentó Emma Stone. Cada vez que podían mostrar carne, los vestidos lo hacían: el respetable Armani Prive que lucía Felicity Jones tenía recortes en las costillas, y el modelo de Saint Laurent que Zoë Kravitz llevó a la posterior fiesta de la revista Vanity Fair tenía una centellante malla en la zona del trasero que le permitía lucir sus nalgas, una rara muestra de vulgaridad, viniendo de ella…

El modelo Armani Prive de Felicity Jones, con recortes en las costillas

Muchas otras recurrieron a vestidos impactantes de la vieja guardia: Scarlett Johannson con su modelo vintage de Thierry Mugler y Doja Cat son su vestido inspirado en Balmain.

Los “vestidos de alfombra roja”, por supuesto, siempre están muy pendientes del cuerpo, pero muchos de los que se vieron el domingo parecían recalcar la exigencia de vestirse para esos eventos. El exquisito modelo de Armani que lució Demi Moore parecía una trampa de acero, y el Louis Vuitton esmeralda de Cynthia Erivo parecía asomar y esconderse de su cuerpo, como si el vestido mismo no estuviese pudiendo decidir cuánto espacio le concedía a la actriz para llenarlo.

El modelo de Armani que lució Demi Moore

Los vestidos parecían ensalzar al cuerpo como objeto de alta costura en sí mismo: solo Dios o una máquina podrían estar detrás de tanta impecabilidad. Berry y Moore no lucen “bien para su edad”, sino “milagrosamente bien”. Gómez y Stone no están simplemente “en forma”, sino que son ejemplos inmaculados de sus tipos de cuerpo. Ya no basta con intentarlo: ahora el estándar es sobresalir, en la delgadez, en la actuación, y en el envejecimiento. Esa es una queja que pesa sobre Hollywood desde siempre, pero ahora esa expectativa es extrema. ¿La alfombra roja es una celebración del cuerpo o una búsqueda más oscura?

Selena Gómez, impecable en su tono nude

Por supuesto, se vieron un puñado de vestidos que se alejaban de ese terreno. Ahí estaba la ganadora del premio a la mejor actriz de reparto, Zoe Saldaña, con un Saint Laurent lleno de volados y quizás demasiado funky. Y Mikey Madison, ganadora del premio a la mejor actriz protagónica por su papel en Anora, vestida por Dior con un strapless rosado y un ridículo lazo que la envejecía tanto que al verla costaba recordar su emocionante actuación en la película. ¿No podemos dejar que las chicas de 25 sean chicas de 25? Con su elegante Givenchy blanco, Elle Fanning, de 26 años, cumplió con el nuevo estándar de la época de forma mucho más convincente.

Mikey Madison vestida por Dior con un strapless rosado y un moño llamativo

El “vestido de alfombra roja” es una especie de horror corporal que obliga al cuerpo a hacer su voluntad. En los Oscar vimos atuendos absolutamente despampanantes, ¿pero qué precio pagamos al verlos?