La sequía prolongada en el norte argentino ha generado una crisis profunda en el sector agropecuario, con daños significativos tanto en cultivos como en ganadería. Productores de la región de Chaco y Santiago del Estero enfrentan una devastadora campaña, con pérdidas estimadas de hasta el 80% en soja, maíz y sorgo, que dificultan, incluso, la recuperación de los costos básicos. En esa región, las lluvias han sido escasas y desparejas, mientras que las altas temperaturas agravan el escenario. La recurrente escasez de precipitaciones en los últimos años ha dejado secuelas en los campos, con pérdidas importantes en algunos casos puntuales en ganadería, por la falta de pastura y el agua propicia.
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De acuerdo con los productores consultados, la situación es crítica en Chaco, donde algunos han perdido entre 400 y 500 animales desde 2020 a la fecha, debido a la sequía extrema. La reducción en la disponibilidad de alimentos para el ganado y la crisis hídrica han puesto en jaque la sostenibilidad de la actividad: hay pronósticos preocupantes sobre la posibilidad de mortandad en los rodeos si no llegan lluvias en las próximas semanas. Los productores dicen que han tenido que vender parte de su hacienda o trasladarla a otras regiones con mejores condiciones para evitar mayores pérdidas.
Marcos Pastori, integrante de la mesa ejecutiva de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) por la Confederación de Asociaciones Rurales de Chaco y Formosa (Chafor), dijo que en la provincia están “complicadas” todas las actividades agropecuarias. El domingo tienen lluvias anunciadas. “Es muy complicado el tema sequía, en toda la actividad agropecuaria es un desastre. Ya va a empezar a haber mortandad de hacienda porque las aguadas se están secando y está quedando barro. La condición corporal de la vaca ya es compleja. En cualquier momento va a comenzar a reportarse las mortandades”, anticipó.
Dante Nichiporuk es un productor de 28 años quien vive en la localidad de Colonia José Mármol, donde decidió sembrar su segunda campaña como agrónomo, sin embargo, la sequía comenzó a secar las 30 hectáreas de maíz y 66 hectáreas de sorgo que hace en familia y que hoy asesora.
“Esta es mi segunda campaña donde no voy a cosechar ni para cubrir los costos. Voy a volver a sacar plata de mis servicios para poder cubrir y volver a sembrar la campaña que viene. A los productores a los cuales les hago servicio también les afecta, entonces me afecta a mí porque algunos de los trabajos los hago en forma de porcentaje y, si al productor le va mal, a mí me va mal. Por más que sea fijo también el precio me afecta, porque al productor, si le va mal, uno siente el dolor y sabe que tiene que acompañar para suplir este daño porque si el productor deja de producir o se va también nos afecta. Impacta en toda la cadena”, señaló.
Según dijo, el maíz prácticamente no sirve de nada y en el sorgo tiene una leve esperanza de que llueva este fin de semana. “Espero que algo se salve, aunque sea para pagar la cosechadora y cubrir el costo de la cosecha. Si no llega a llover también se pierde el sorgo y ahí sí la pérdida va a ser total. Para cubrir los costos, el sorgo tendría que rendir 1800 kg y hoy no tiene certezas”, completó. Lleva gastados US$13.272 en la campaña.
Los productores grandes, medianos y pequeños están al borde de tener que salir del campo a buscar otras oportunidades en la ciudad o en los pueblos aledaños, ya que no tienen cómo afrontar la nueva campaña. “Vienen complicados desde la campaña pasada, algunos con crédito, otros con financiamiento de las agroquímicas o de los semilleros. Van a volver a salir o van a tener que irse a las ciudades”, expresó.
En 2018 los productores atravesaron una fuerte sequía, y un año después enfrentaron una inundación. En 2019 en esa zona llovieron 400 mm en un día y medio, que produjo pérdidas en todas las cosechas que había en ese momento. “A los productores les fue bastante mal”, recordó. En enero del año pasado llovieron 30 mm, este año llovió 12 mm. En invierno en la zona no llueve más de 5 mm.
Martín Miretti, un productor del Este de Santiago del Estero, al límite con Chaco, contó que toda la región de Chaco-Santiago del Estero, está bastante afectada. Allí hace agricultura y ganadería desde la zona de Quimilí hasta Campo Gallo, en diferentes lugares de esa zona. En el este de Santiago, el oeste de Chaco y el límite interprovincial, que es la más afectada, hubo algunas lluvias, unos chaparrones puntuales, pero la mayor afectación hoy en día es principalmente en la agricultura, con pérdidas del 50%, 70% y hasta un 80%.
“Para la ganadería llovió en diciembre, pero después se secó y hoy el problema es que hay poca cantidad de pastura para los animales. Para los campos sin agua subterránea la situación es más complicada, porque dependen del agua de lluvia. No se ha sentido la muerte de animales hasta ahora, pero el costo del alimento es un problema, y en los campos con dificultades de agua, el acarreo de agua también lo es”, expresó.
Antonio Wallace, un productor y empresario del rubro foresto industria en la localidad de Presidencia de la Plaza, Chaco, lleva perdidos desde el 2020 entre 400 y 500 animales ante la falta de precipitaciones en la región. “Me afectó mucho la sequía en la parte ganadera. Estamos muy mal”, sostuvo.
Según dijo, a la provincia le ha costado recuperarse a nivel hídrico. “En el Chaco estamos con una sequía tremenda desde el 2023. Lamentablemente, la cantidad de campos quemados es de conocimiento público porque hay un problema hídrico: hace seis meses que llovió intensamente y después volvió a la normalidad de sequía. No hay donde comprar alimentos para el ganado y el sector industrial está en una crisis muy difícil de salir”, expresó.
Gastón Yrigoyen, un productor ganadero de Chaco, coincidió en que desde hace tres años vienen con regímenes de lluvias ajustados. “Venimos con producciones un poco en decaimiento, porque las pasturas no responden bien a las bajas precipitaciones. Hemos estado liquidando un poco de hacienda en los últimos dos o tres años. Este año no liquidamos hacienda, pero sí he enviado a capitalizar a otro campo”, dijo.
En enero y febrero de este año las lluvias se acotaron. A esto se le sumaron los calores extremos que impactaron de lleno en los cultivos. “Los cultivos que nosotros hacemos generalmente, que son soja y maíz, venían bien hasta el 15 de enero que empezó a faltar agua, más los calores. En febrero hubo tormentas en algunas partes, pero en nuestro campo específicamente llovió muy poco”, dimensionó.