River y Talleres disputaron una copa que viene de tiempos en los que los dos eran mucho mejores equipos de lo que son en la actualidad. De aquel 2023 en el que marcaron el paso del fútbol argentino a este 2025 en el que a duras penas hacen pie. No fue una final para ver quién tenía más virtudes, sino para determinar cuál de los dos disimulaba sus defectos como único atajo a una alegría.

Tras 120 minutos que se hicieron eternos por la escasez de juego y una temperatura en Asunción superior a los 30 grados, que consumió hasta la última energía, Talleres festejó en unos penales (3-2) en los que hubo tantos fallos como en todo el encuentro. De 12 remates, más de la mitad (siete) fueron desviados o atajados.

La decepción de Montiel, Pezzella y Lanzini; River prolongó su sequía ofensiva y ni siquiera acertó en los penales

Hasta en la definición por penales River arrastró su alarmante falta de gol, consecuencia directa de un equipo que no carbura y ni siquiera recupera el tino y la puntería con la pelota detenida frente al arco. Hasta Gonzalo Montiel, héroe de la final del Mundial, no le acertó entre los tres palos, se le fue alto. Manuel Lanzini tuvo la oportunidad de cerrar la serie con el penal del triunfo, pero lo ejecutó por un costado de un poste. Antes habían fallado Rojas (atajó Guido Herrera) y Colidio (travesaño).

Franco Armani, que no es un especialista en la materia, se perfilaba como salvador al contener los disparos de Tarragona y Ortegoza (Reynoso había desviado el suyo), pero cuatro de sus compañeros tiraron todo por la borda; en la estadística quedaron los penales convertidos de Borja y el Pity Martínez, insuficientes para que River tuerza su racha negativa en las definiciones por penales. Perdió la séptima consecutiva: no se impone desde 2019, ante Cruzeiro por la Copa Libertadores.

Lo más destacado de Talleres 0 (3) – River 0 (2)

Ni la criptomoneda es un galimatías tan grande como esta Supercopa Internacional, que debe anotarse como una copa nacional que disputaron dos equipos argentinos en el extranjero, en el estadio La Nueva Olla, de Asunción. River, como vencedor del Trofeo de Campeones 2023, y Talleres, por ser segundo de esa Tabla Anual, que también encabezó River. Más inextricable, imposible. Una explicación que el hincha común no retendrá por más tiempo que el que le lleve leerlo. No será su culpa, sino de los distorsionados calendarios del fútbol argentino y sus injertos. Talleres deberá explicar que este fue su primer título local en su historia.

Una copa tiradísima de los pelos, metida con fórceps, nacida hace unos años tras un convenio ente la AFA y el Consejo de Deportes de Abu Dhabi, que inventaron un subterfugio para tachar a Patronato, campeón de la Copa Argentina 2022, y hacerlo adelantar por la banquina a Racing, por entonces dirigido por Fernando Gago y al cabo ganador del primer título tras vencer 2-1 a Boca. En definitiva, un trofeo con una historia tan corta como anómala, pero que al hincha, fuera de todo este enredo, le interesa por el resultado y el rendimiento futbolístico.

El capitán Guido Herrera levanta la Supercopa Internacional en el desenfrenado festejo de Talleres

Talleres arrancó con un ritmo alto, intentó posicionarse rápidamente para rematar de media distancia, lo hizo con Botta y Benavídez, de manera desviada. Más puntería tuvo Ortegoza, que exigió una gran atajada de Armani. Gallardo siguió moviendo piezas en busca de aceitar un funcionamiento que arrastra intermitencias y desconexiones.

En reemplazo de Acuña, que muy probablemente no vuelva a conseguir la condición física que le hizo llegar al seleccionado argentino y ser campeón del mundo, Casco estuvo listo una vez más para cumplir su partido 300 con la camiseta de River. Afuera Paulo Díaz, Pezzella y Martínez Quarta armaron la dupla central.

Recuperó la titularidad Borja, cuyas últimas suplencias resultaban un tanto inexplicables. Simon y Meza oficiaron de laderos de Enzo Pérez, mientras que Mastantuono y Driussi, desde afuera hacia adentro, debían acompañar al centro-delantero colombiano.

Franco Mastantuono cae ante el cruce de Matías Galarza

El primer tiempo no desmintió la discreta actualidad de River y Talleres. Dos equipos incapaces de sostener pasajes continuados de buen juego, de imponer un plan. Alguna luz aislada en medio de repetidas sombras. Talleres, con fervor para dar la cara; River, inmerso en su laberinto, del que solo sale aisladamente para volver a quedar mucho tiempo encerrado.

Presa del apuro y al temor de quedar descompensados, Enzo Pérez y Pezzella se llevaron la tarjeta amarilla antes de la media hora. El desarrollo era parejo, trabado, solo sacudido por algún acierto aislado. Talleres también se cargó con un par de amonestados en la primera etapa. Mastantuono, con punto de arranque sobre la derecha, era el más activo en ataque, pero el juvenil también se precipita, confía más en su picante zurda que en el segundo de pausa para tomar la decisión más acertada. En una volea de Mastantuono para conectar un centro pinchado de Casco estuvo la situación más propicia de River en los primeros 45 minutos. Pero fue de Talleres el mayor lamento por una ocasión desperdiciada, con un cabezazo de Girotti, solo frente al arco, por arriba del travesaño.

River sumó un problema con la lesión de Driussi, que salió dando toda la impresión de haberse desgarrado en el muslo posterior izquierdo. Ya venía demorada la adaptación futbolística del refuerzo más caro del último mercado y ahora se le abre un paréntesis de inactividad. Lo reemplazó Colidio, de cuya movilidad para encarar siempre se pude esperar algo. A todo esto, River se pareció a lo que viene siendo: por noveno encuentro consecutivo se fue al descanso sin convertir en un primer tiempo. Y en este caso no se debía a que hubiera dilapidado muchas situaciones de gol.

Marcelo Gallardo reconoció en la conferencia prensa que el comienzo de año de River no es el esperado

River intentó ser más vertical en el arranque de la segunda etapa, sin tanto pase horizontal. Igual necesitaba que sus individualidades levantaran el rendimiento, que haya entendimiento para asociarse, el gran déficit. Talleres retrocedió, pasó a aguantar, se vio más comprometido. Colidio combinaba más con Borja, Mastantuono seguía mostrándose, Meza daba un paso para salir de su abulia. No era mucho lo de River, apenas algo más de lo que hizo en el primer tiempo. Otra postura. Otra postura, pero continuaron los padecimientos físicos con la salida por lesión de Martínez Quarta.

Ingresó Lanzini, una sombra como en otros partidos. La chispa del Pity Martínez se agotó rápido. El cansancio fue un conducto directo a los penales, otra materia en la que River salió aplazado.