Fanny Fingermann será recordada como una pionera de la historia del diseño industrial Argentina. Fue cocreadora de Fototrama, un sistema de composición de imágenes que antecede al píxel digital. Su carrera atraviesa continentes, las artes plásticas, el diseño gráfico, el de mobiliario, la comunicación y la señalización arquitectónica.
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La Fundación IDA y una exposición en Malba volvieron a ponerla en la arena pública hace unos años, con el rescate de su trabajo como diseñadora industrial. Pero Fanny era una artista visual de amplio espectro, “de muchos oficios”, siempre decía, y había inaugurado hace unos meses una muestra de acuarelas en la Casa de las Culturas Villa Carmen. Siempre estaba creando en su casa de Tigre, a metros de Río Luján. Salía a caminar por la costa con sus acuarelas bajo el brazo.
Su hijo Bernardo comunicó ayer su partida en Instagram: “Estoy seguro de que mamá con su espíritu positivo no lo vería como una tragedia, sino que destacaría lo bueno: tuvo una vida larga de casi 87 años que fue interesante, feliz y completa, decía; y su actitud hacia la muerte era que sería un cierre de ciclo para descansar y si viniera sin sufrimiento no le daba miedo”. Temía una vejez de dolor, discapacidad y dependencia, pero nada de eso ocurrió a esta mujer alegre y dulce. En el carrete de sus últimas fotos se la ve siempre de sonrisa o carcajada, paseando de día y noche, rodeada siempre de amigos y familiares. Su despedida será este jueves, a las 12, en Loyola 1139. A las 13.30 saldrá la caravana para acompañarla al Cementerio de la AMIA de Berazategui.
Fanny nació en 1938 y se formó en artes plásticas, pasó por las aulas de Arquitectura y trabajó como diseñadora industrial. “No tengo ningún título. Es parte de mi rebeldía. Mi profesión es el diseño industrial, pero mi corazón en el arte”, aclaraba en una nota radial esta maestra del diseño argentino. En 1959, llegó a una clase de la Facultad de Arquitectura de la UBA unos minutos tarde. El jefe de trabajos prácticos, Eduardo Joselevich, le dijo que le pondría media falta. “Si es así, prefiero ir al cine Lorraine a ver una película de Bergman. Así aprenderé más”, le respondió ella mientras juntaba sus cosas. Su matrimonio con Joselevich abarcó más de cinco décadas, le dio dos hijos y una vida profesional compartida que marcó el campo de la identidad corporativa y la arquitectura publicitaria a través del innovador sistema de cartelería Fototrama, un mecanismo de composición de imágenes que apelaba a la psicología de la configuración –con un principio similar al del píxel– a partir de fichas plásticas montadas a presión sobre parrillas metálicas modulares. Una mezcla de op y pop, con el espíritu de época de los sesenta.
El disparador fue un mural en una galería de San Juan y Boedo. En lugar de una típica foto o pintura, avanzaron con una idea que estudiaban: redibujar sobre un collage de imágenes de Buenos Aires un calco cuadriculado en cuatro tonos (negro, blanco, gris claro y oscuro) de venecitas.
Trabajaban en el desarrollo de un producto basado en las investigaciones de la percepción visual que habían realizado al asistir al laboratorio del arquitecto y diseñador César Janello en la Facultad de Arquitectura. Para otro encargo, tomaron un fotograma de la actriz Natalie Wood de una película y le aplicaron una retícula grillada sobre la que identificaron los puntos elementales que conformaban la imagen: la pixelaron, diríamos hoy. Después, armaron un rompecabezas de plástico inyectado sobre una grilla de hierro y crearon el cartel que se instaló en la fachada de una peluquería llamada Eros, sobre la avenida Callao, en 1968. Así nació Fototrama, un invento que Jorge Romero Brest quiso mostrar en el Centro de Artes Visuales del Instituto Di Tella y Leo Castelli, marchand de Andy Warhol, quiso llevar a su galería de Manhattan. A los dos dijeron que no. “Nosotros queríamos llevar el arte a la calle y no pensábamos nuestra creación en términos de obra, sino como un producto, por su asociación inmediata con lo publicitario”, dijo en una nota reciente.
Siguieron trabajando. En seis meses, crearon el cartel del auto de lujo Ambassador: un fototrama de 100 metros cuadrados en la Avenida del Libertador y General Paz. Hicieron dos mil carteles para YPF en todo el país (todavía debe quedar alguno en pie en alguna vieja estación). Otro ícono: el cartel del Banco Ciudad con la hora y la temperatura en la terraza del Mercado del Plata sobre la 9 de Julio.
Fundaron su estudio en Buenos Aires en 1964, y al instalarse en 1977 en Barcelona lo renombraron como MetaDesign. Se aliaron con Publivía, la número uno de las compañías de vía pública, que licenció la marca en México. “Cuando llegamos allá, nos llevaron a un galpón donde habían puesto a noventa personas a trabajar en los carteles. No lo podíamos creer”, dijo Fanny en otra nota. Hicieron un cartel para el avión Concorde en Champs-Élysées, París, y otro para la aerolínea Iberia en el hall del aeropuerto de Tel Aviv. Les pidieron la licencia también en Japón, y en 1992 la India los contrató para el pabellón de la recordada Expo Sevilla. Armaron una cola de pavo real de 400 metros cuadrados que se volvió la imagen icónica de la feria y terminó reproducida en Time, Life y Paris Match. Contenía 129.600 fichas.
Tal como lo creían, Fototrama fue una solución versátil y apta para cubrir grandes superficies, aplicada en cartelería, señalización, vidrieras y decoración, que tuvo por clientes a firmas como IKA, YPF, Olivetti, AirFrance, Iberia, El Corte Inglés y Philips, y se exportó a México, Brasil, Francia y Japón. Su éxito lo llevó a ganar el premio Koppers en el 2º Concurso de Diseño Industrial del CIDI de 1964 y el Premio FAD de la Crítica en Barcelona en 1979, luego de exponerse en la Fundación Miró.
Otro de los desarrollos de la dupla fue el sistema de mobiliario MAP (Muebles Armables Prácticos), destinado al ensamble en destino y producido en 1966 por Héctor Merino. A su regreso de Barcelona, en 1995, continuaron su labor en comunicación y señalización arquitectónica. Joselevich murió en 2012.
“El fondo patrimonial MetaDesign dio inicio al acervo de IDA”, reconoce la fundación en su despedida a la creadora. En 2017, junto con la Fundación IDA, Fingermann produjo en el taller Cadal una nueva tirada de ocho piezas representativas del estudio con la matricería original, que se vieron en la muestra Distancia de una figura en la Fotogalería del Teatro San Martín en 2019. Para la muestra de Malba de 2023, Del cielo a casa. Conexiones e intermitencias en la cultura material argentina, se produjeron las pastillas para el montaje completo de la fachada de Eros Peinados. Después de años de olvido, los fototrama recuperaron su lugar de importancia en el Diseño Argentino. Fanny Fingermann será siempre un capítulo clave en la historia de la disciplina.