A veces volver ya no significa regresar al país de origen. La odisea de Martín comenzó aquel día, cuando tras finalizar los estudios, decidió volar a Maui para surfear. En Hawái, dos veces por semana se dedicaba al servicio de limpieza y a lavar autos, lo que le resultaba suficiente para llevar un buen estilo de vida en un rincón del mundo famoso por sus costos elevados.
El bichito viajero, ya instalado, lo llevó tiempo después a vivir a Mallorca, donde se desempeñó como profesor de tenis para chicos. Y para cuando partió a Italia para vender vinos argentinos, ya había pasado un año y medio desde que había dejado Argentina atrás. Fue por aquella época – año 2004- que le ofrecieron un trabajo en Angola, que aceptó con el visto bueno de su entonces novia (ahora esposa), Carolina, quien hizo también las valijas para vivir juntos en Luanda durante dos años.
África. África simbolizaba aventura, tenía ese sabor a intriga y exploración que Martín había buscado allá a lo lejos, la primera vez que dejó su suelo natal. Instalarse en África no había estado en sus planes pero, de pronto, aquel viaje que había comenzado con las simples ganas de surfear, lo llevó, finalmente, hacia su destino inesperado: vivir en Sudáfrica.
Volver a Argentina para descubrir hacia dónde tira el corazón: “En el peor de los casos te volvés”
En lo profesional, Martín se hallaba en una época de gran crecimiento, pero Angola había comenzado a pesar. Tras buscar otro empleo decidió renunciar; en el horizonte había emergido la posibilidad de abrir las oficinas de Arcor en Sudáfrica y hacia allá fueron, sin imaginar el impacto que el país causaría en ellos.
Antes del traslado definitivo, Carolina había quedado embarazada y decidieron regresar a la Argentina tan solo para darle la bienvenida a su hija un 2 de febrero. El 5, Martín ya estaba una vez más en el continente africano. Carolina lo siguió un tiempo después, y allí, en aquel destino impensado, crearon una nueva realidad durante los siguientes dos años, hasta que cierto día probaron con volver a su país de origen de manera permanente: “Tras esos dos años lejos, durante casi cinco años vivimos en Argentina, pero en 2013 quisimos volver una vez más a Sudáfrica, aun a pesar de no tener un trabajo fijo, aunque sí un emprendimiento en mente”, revela.
Sudáfrica, aquel territorio lejano, se había vuelto una tierra íntima y amada. En dos años, Martín y Carolina habían construido allí un pasar como en ninguna otra parte y, finalmente, llegó el día en que tuvieron que asimilar que extrañaban. Si antes Martín había salido a la aventura y Carolina había acompañado, ahora, con familia y otra mirada, querían retornar para proyectar y abrazar con fuerza esa alta calidad de vida que habían experimentado años atrás: Vayan, si eso es lo que quieren, dijeron sus familias, y con el apoyo absoluto, volaron.
“Con los amigos es distinto”, reflexiona Martín al repasar su historia. “Uno nunca quiere que un amigo se vaya. Pero más impactados habían quedado antes cuando nos fuimos a vivir a Angola. Salvo nuestra familia, el cien por ciento de nuestros amigos nos dijeron que estábamos locos. Yo decía: ¿Cuál es el problema? Voy con un muy buen trabajo y en el peor de los casos te volvés”.
¿Por qué Sudáfrica?
Por trabajo, sueños o amores, a veces la vida empuja hacia destinos que no se eligen con conciencia. Así había sido antes para Martín y Carolina, pero esta vez, en su regreso a tierra africana, su experiencia fue muy diferente: eligieron Sudáfrica con los ojos bien abiertos.
Se instalaron en Durban, una ciudad casi inmersa en el mar, un lugar en el mundo ideal para Martín, un amante de los deportes, en especial del surf: “Volver fue espectacular”, rememora. “Llegamos todos con buenas sensaciones. No es que no nos guste Buenos Aires, queremos mucho nuestro lugar. Pero hoy vivimos el día a día y esto es lo que elegimos”.
“Lo que tal vez nos atrapó de Sudáfrica, al menos en la zona donde nos movemos, es que manejan costumbres muy parecidas. Son similares a los argentinos, en especial en cuanto a conceptos de amistad, familia, deportes. No nos costó en absoluto acostumbrarnos”.
“Ahora, si hablás del país en su totalidad, no se parece nada a la Argentina”, continúa Martín. “La población blanca es menos de un diez por ciento, y si bien no hay más apartheid, las divisiones se sienten. En Durban, por otro lado, hay muchos descendientes de la India. Acá está la comunidad más grande de indios por fuera de la India. Así que Durban se compone por zulúes, indios y blancos”.
Naturaleza y deporte, igual a calidad de vida
Más allá de las diferencias, las etnias y las costumbres compartidas, para Martín la calidad de vida de un lugar está íntimamente relacionada con la naturaleza, el aire libre y el deporte. Por ello, tal vez, Sudáfrica lo atrajo tanto.
Con playas de gran belleza, excelente infraestructura y un frente costero bañado por el Océano Índico apto para los deportes acuáticos, para el argentino la calidad de vida en Durban es muy superior a muchos lugares en el mundo, y los días se exprimen al máximo.
“Los días comienzan más temprano. Nosotros nos levantamos a las 5:30, a las 6:30 de la mañana estoy mirando las olas y tomando mate, a las 7, surfeando”, revela. “Nuestros chicos arrancan el horario del colegio a las 7 y terminan a las 12:30; por la tarde se dedican a distintas actividades extracurriculares”.
“Ahora, en relación a las oportunidades laborales, la cosa es más compleja. Las leyes hoy acá instan a contratar solo a gente negra, y se complica para los demás (afrikáneres, descendientes de holandeses e ingleses), por lo que muchos están migrando hacia Australia, Nueva Zelanda o Inglaterra. Entonces, acá la alternativa es tener un emprendimiento propio. Lo positivo es que el costo de vida es relativamente bajo”, continúa Martín, quien hoy es consultor externo y se dedica al deporte, mientras que Carolina organiza viajes para quienes quieren conocer el territorio sudafricano.
Argentina siempre presente: “Pagás un precio alto por vivir en un lugar espectacular”
Si bien en Durban no hay demasiados argentinos (de hecho solo conocieron a una familia), a lo largo de los años, Martín y su familia formaron un grupo sólido en Sudáfrica, en especial gracias a los deportes y a sus hijos. Sin embargo, para Martín, los vínculos que allí se forman no se acercan al tipo de amistades que mantiene en Argentina. Para mitigar la falta de los amigos del alma, Martín intenta viajar mínimo dos veces al año a su país para reencontrarse con los suyos.
“La verdad es que se extraña, pagás un precio alto por vivir en un lugar espectacular, con una calidad de vida altísima, la cual no la cambiaría por un día a día en Buenos Aires. Pero a Carolina y a mí nos cuesta muchísimo no tener a nuestra familia y amigos; a los chicos no, porque están desde muy chicos: su vida está acá”, explica.
“Argentina ocupa hoy un lugar muy importante para nosotros, de hecho pensamos que cuando los chicos sean grandes, podemos vivir mitad y mitad. Tal vez parte en Durban o San Francis, y otra parte en Buenos Aires. Se verá, eso es posible ya que los jóvenes acá se van de sus hogares a estudiar, lo que permite tomar una decisión semejante”.
Vivir el sueño
Más de dos décadas pasaron desde que Martín dejó la Argentina para surfear en Hawái. Lo que había significado salir a la aventura se transformó en un viaje que dura hasta el presente. En el camino, cada oportunidad abrió nuevas puertas hasta que un buen día halló su paraíso sudafricano.
De la mano de su pasión, abrazó las olas de Indonesia, Madagascar, Marruecos, Sri Lanka, Java, Australia y tantos otros lugares remotos. Y con Carolina como compañera incondicional, tuvo a sus tres hijos, que en la actualidad tienen 19, 16 y 14 años.
Hoy el amanecer de Martín fue similar al de ayer. Acompañado por las olas, el mate y el surf, mira el horizonte en las primeras horas del alba con agradecimiento y con la sensación de que, sin importar en qué lugar del mundo esté, la vida es una escuela constante: “En Buenos Aires estaría aprendiendo lo mismo que acá”, asegura. “Se trata de disfrutar. Trato de disfrutar del día a día, nada más”.
“Logré cumplir mi sueño, que es dedicarme al deporte, y es lo que hago todos los días de mi vida en este rincón maravilloso del planeta”, concluye.
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