Ya por su apellido parecía predestinado al dibujo. Aníbal Lápiz —director de escena y diseñador del vestuario de la icónica producción de Aida que el Teatro Colón repone en la apertura de su temporada de ópera, este domingo 9 de marzo—, cuenta que si bien algunos adoptan un seudónimo que mejor armonice con su oficio, en su caso lo heredó de un bisabuelo vasco-francés llamado Laphitz, que al llegar a la Argentina fue rebautizado con esta escritura nueva que le dio la firma ideal para su profesión futura.

Responsable de volver a la vida una puesta que en el año 90 estrenó “con bombos y platillos” como coautor junto con el desaparecido Roberto Oswald [régisseur y escenógrafo con quien integró una sobresaliente dupla creativa, famosa por representar las mejores tradiciones operísticas a lo largo de cuatro décadas], Lápiz mostrará la monumentalidad de su Aida en colaboración con tres elencos de solistas y los tres cuerpos estables del Teatro Colón —orquesta, coro y ballet— celebrando el centenario de su fundación con la obra cumbre de Giuseppe Verdi que en 1908 inauguró el gran coliseo porteño.

-¿En qué consiste el trabajo del repositor y cuánto del original se debe mantener o se puede modificar con el paso del tiempo?

-No me gusta la palabra “repositor” porque soy coautor. Oswald y yo trabajamos toda la vida juntos, más de 40 años, y esta producción que data del siglo pasado fue un gran éxito. Por eso sigue dando vueltas: se volvió a dar en el Colón (en 1996 y 2018), luego en San Juan y en el Sodre de Montevideo y yo estuve desde su génesis, desde el primer dibujo.

Una imagen de 1990, de la puesta emblemática de Aida en el Teatro Colón, con Aníbal Lápiz y Roberto Oswald (al centro)

-¿Qué licencias se permiten respecto del original para que siga siendo la misma puesta?

-En la ópera no pasa como en el ballet, donde todo es sagrado y donde a la coreografía de tal o cual no podés tocarle nada, moverle un paso ni un giro. En la ópera hay margen para las licencias y yo me las he tomado.

-¿Con qué elementos nuevos?

-Con el boudoir de Amneris, por ejemplo, que lo cambié completamente. No tiene nada que ver con el original. No digo que hoy es mejor ni peor. Oswald había montado una escena en la que ella venía de bañarse, pero como tuvimos diferencias respecto de la idea rectora en ese cuadro, decidí modificarlo. Ahora van a estar los negritos bailando y las esclavas vistiéndola. Otro cambio importante es el vestuario de Aida, que se modificó entero porque siendo ella una mujer etíope que representa a una tribu africana, pensé que debía verse diferente de los egipcios y tener una impronta tribal. Su vestuario es muy colorido en la ropa y las pinturas, tiene adornos y exuberancia. Y las sopranos están contentas porque quedan divinas. Amneris también tendrá trajes nuevos. Otro cambio es el comienzo, con un despliegue de figurantes que, si bien parece una coreografía diseñada por bailarines del ballet, es todo creación mía.

-Ya que menciona el ballet ¿habrá otra innovación en la coreografía respecto de la creación original de Alejandro Cervera (1996 y 2018), ahora con el diseño de Lidia Segni?

-El coreógrafo original en realidad fue Julio López. Con él hicimos la primera Aida (1990). Con Lidia trabajamos para el Sodre y funcionó muy bien, de modo que quise convocarla para hacer algo diferente a lo que ya se ha visto. Ella estará haciendo lo suyo, pero no quiero que sea muy clásico. A pesar de ser el ballet del Colón donde siempre hay una cierta escuela, la idea es alejarse de esa concepción.

El director de escena y diseñador de vestuario Aníbal Lápiz, días antes de la gran apertura de la temporada lírica 2025 del Teatro Colón, con Aida

-Ahora, la pregunta contraria: ¿qué es lo que se respeta y se conserva para que siga siendo la misma famosa puesta?

-El decorado y la ropa, que en esta producción están muy bien y son el motivo por el cual el teatro la quiere hacer de nuevo.

-¿Cómo describiría ese vestuario que lleva su sello de diseñador?

-Como una cosa volátil, etérea. Son gasas y voiles, ropas y géneros sutiles que se mueven con los cantantes, porque así represento la atmósfera de la historia, el calor de Egipto, la vida en el desierto. Quiénes son, qué hacen y qué piensan estos personajes; dónde viven. Todo eso debo imaginarlo y luego expresarlo en un vestido que por eso aquí es etéreo, traslúcido y liviano.

Sin divismos

-¿Algo de los egos del artista se traduce en la ropa a la hora de diseñar?

Ya no existen los divismos de otros tiempos. La gente ahora se cuida y se porta bien porque, a menos que lo tengas a Pavarotti o la Callas, que ya no existen, tenemos muchos en la fila, y si las cosas no van bien ¡qué pase el siguiente! Creo que el divismo muchas veces pasa por la inseguridad. Si la persona es insegura se pone caprichosa, siente envidia y tiene problemas con todo.

-Fuera de las grandes arias, dúos y momentos culminantes como la Marcha triunfal, que todo el mundo espera ¿qué resulta especialmente destacable de esta ópera tan popular?

-A mí me encanta la parte de los figurantes porque esta es una obra ideal para ellos, donde cumplen una función decisiva. Me encanta trabajar con ellos, que son excelentes, aprenden rápido y son muy profesionales. Los cantantes son reyes y faraones, nobles que entran y salen; los figurantes, en cambio, son el pueblo, y ahí está la gracia, son los que tienen que trabajar. Ayer terminamos la escena del triunfo que salió maravillosa, espectacular. “¡Chicos —les dije—, ustedes son lo mejor que tuve en todos los años que hice Aida!” Lo sentí de verdad porque estuvieron magníficos, son guerreros que actúan con toda el alma y eso me hace feliz, me emociona profundamente.

-Tanto para el público que ha visto versiones anteriores como para usted, que ha trabajado sobre esta producción en tantas oportunidades, ¿qué lo entusiasma para volver sobre diseños que ya hicieron su recorrido?

¡La gente! Lo que puedo hacer con el otro y lo que ese otro me da de nuevo, lo que surge del encuentro humano cuando volvemos a contar la historia. Porque cada cantante es un mundo, por su manera de actuar, su fisonomía, su vocalidad. Con algunos artistas me gustaría trabajar todos los días y con otros no tanto, pero lo importante es que estamos aquí para sacar adelante un espectáculo. Ese es nuestro objetivo. Lograr lo mejor de cada uno, porque trabajamos para ese fin. Algunos dicen “yo trabajo para mí”. Pero la cosa no funciona de esa manera. Aquí se trabaja para el espectador, para el público, para la gente, y en ese sentido lo que yo quiero es que todos se vayan contentos del teatro, que salgan felices por esas tres horas en que pudieron olvidarse del mundo.

Para agendar

Aida. Ópera en cuatro actos de Giuseppe Verdi con libreto de Antonio Ghislanzoni. Reposición Teatro Colón

Concepción escénica y escenografía: Roberto Oswald. Dirección de escena y diseño de vestuario: Aníbal Lápiz. Dirección musical: Stefano Ranzani / Marcelo Ayub. Reposición escenográfica: Christian Prego. Iluminación: Rubén Conde. Coreografía: Lidia Segni. Cuerpos Estables del Teatro Colón: Coro (Dirección: Miguel Martínez). Ballet (Dirección: Julio Bocca) y Orquesta Estable. Reparto principal: Carmen Giannattasio (Aida), Daniela Barcellona (Amneris), Martin Mühle (Radamés), Youngjun Park (Amonasro), Simon Lim (Ramfis), Fernando Radó (El Rey de Egipto), Marina Silva (Sacerdotisa), Diego Bento (Mensajero) y elencos. Funciones: 9, 11, 12, 13, 14, 16, 18, 19, 20, 21, 22 de marzo. En el Teatro Colón.