La avenida Alvear, en el barrio porteño de Recoleta, se creó hace 140 años como una zona residencial. Todavía quedan resabios de esa época en las mansiones que adornan las siete cuadras de su traza. Con el tiempo se convirtió en un recorrido clásico de la Ciudad y uno de los mayores atractivos comerciales y turísticos por la cantidad de marcas de lujo que se ubicaron ahí.
Aunque tuvo ese pasado aristocrático y elegante, también cayó en decadencia por el contexto económico del país en los últimos años. Muchas de las tiendas se fueron de la Argentina, y la avenida quedó casi vaciada de su característica principal: los productos de alta gama. Sin embargo, hoy está recuperando de a poco el prestigio, con locales de joyas, indumentaria y fragancias “de autor”. Además, varias firmas internacionales vuelven a elegir esta calle para sus proyectos, y otras más, dicen, ingresan por primera vez.
En convivencia con los edificios históricos, además, a mitad del siglo XX se empezaron a proyectar varios cambios. Por ejemplo, se modificaron las plantas bajas de muchos de los lugares clásicos, o se reemplazó el basamento académico por locales comerciales. Así empezó a transformarse la dinámica de la avenida: de ser residencial a priorizar lo mercantil. A partir de 1990, su momento de auge, ingresaron grandes tiendas internacionales, como Armani, Polo Ralph Lauren, Louis Vuitton, Kenzo, Cartier.
Pero de 2010 en adelante, la zona empezó a perder esa exclusividad a causa del cepo importador y la imposibilidad de realizar pagos al exterior. Muchas de esas grandes marcas abandonaron el país por esta razón. Ahora, Alvear está empezando a recuperar, de a poco, su impronta de otros tiempos: marcas internacionales y nacionales de lujo vuelven a ocupar los chalets clásicos y a revalorizar sus calles.
De hecho, desde junio de 2021, un proyecto llevado a cabo por Sebastián Calfun, director de la marca de indumentaria homónima, que cuenta con el apoyo del gobierno de la Ciudad, busca nuclear la moda, el arte, la gastronomía, la hotelería y la joyería de la zona de Recoleta en lo que se denomina Distrito BAFA (Buenos Aires Fashion & Arts). El diseñador contó, en diálogo con LA NACION, que este reúne a más de 300 comercios, y que El Patio Bullrich se sumó como socio estratégico.
El distrito se extiende más allá del segmento de la avenida Alvear: está delimitado por la Avenida del Libertador, la calle Presidente Quintana, Cerrito y la Avenida Pueyrredón. Es una iniciativa que, según Calfun, está “posicionando a Buenos Aires al nivel de otras ciudades globales con distritos de moda reconocidos”, como el Quadrilatero della Moda, en Milán, o el Miami Design District. En Latinoamérica es el único con esas características.
Las perfumerías exclusivas, si bien todavía no son muchas, son un rubro que deja en evidencia este resurgimiento glamoroso de la zona. Aunque son productos de nicho, Calfun nombró como ejemplos a Creed —ubicada sobre Av. Alvear 1923 desde diciembre de 2023—, una marca internacional, y a Édition Privée —sobre Av. Alvear al 1780—, que trabaja con curaduría de 44 marcas también internacionales representadas en el país. A su vez, aclaró que este es “un rubro muy pujante dentro del Distrito, sobre todo porque amplía la oferta de alta gama que BAFA representa”.
De hecho, para el diseñador, ambas son una clara referencia de esa intención: posicionar a Alvear como avenida de elite nuevamente, aunque por cantidad de comercios lo superan los gastronómicos, la joyería y el arte. “Las fragancias de lujo se fortalecieron con esas marcas, y ya hay perspectivas de que entren más en 2025″, aseguró.
Aunque no especificó cuáles están en tratativas, sí nombró otras tiendas de indumentaria y joyería que ya se habrían confirmado: Dolce & Gabanna, Gucci y Tiffany son algunas de ellas. “Habrá más, seguro. La Argentina se normalizó, y eso ayuda mucho al inversor extranjero”, sostuvo.
En Alvear al 1901 puede encontrarse, por ejemplo, una sucursal de la tienda francesa Hermès; al 1849 está el local de Longines, la marca de relojes suizos; Montblanc, especialista alemana en plumas estilográficas y relojes, se ubica al 1920.
Hace más de un siglo, Torcuato Alvear, intendente de Buenos Aires, trazó la avenida en 1885. En ese entonces se llamaba Bella Vista, pero en 1893 cambió su nombre en honor a Carlos María de Alvear, padre de Torcuato. Su origen fue completamente residencial.
Pablo Chiesa, investigador y especialista en gestión y preservación del patrimonio cultural, habló sobre ese cambio de estilo que atravesó a lo largo de los años: “En términos históricos, puede considerarse una arteria relativamente ‘reciente’ de la ciudad, ya que su trazado no responde a la cuadrícula hispánica, sino que fue diseñado a finales del siglo XIX sobre terrenos de antiguas quintas suburbanas. Hoy tiene una extensión de seis cuadras, pero en la década de 1890 comprendía también la Avenida del Libertador desde Av. Pueyrredón hasta su intersección con Av. Int. Bullrich”.
Aunque recuperar su valor hoy implica poner el foco en el comercio de lujo, lo cierto es que sus edificios fueron cuna de la aristocracia argentina, que empezó a ocupar la zona entre 1860 y 1870 a raíz de las epidemias de cólera y fiebre amarilla, que los fueron expulsando del sur de Plaza de Mayo hacia el norte de la Catedral, primero, y hacia Barrio Norte, después, en búsqueda de un lugar “más higiénico”.
“La Avenida Alvear surge, entonces, como una calle esencialmente residencial, cuyo valor inmobiliario radicaba en el tamaño de los lotes, sobre todo aquellos ubicados sobre la barranca, que tenían buena aireación y una bella vista, como era su nombre. Pero también fue radical la llegada de los servicios de tramways y la creación de amplios parques en Palermo, que sirvieron como escenografía de los grandes palacios», continuó Chiesa.
Hoy, varias de las tiendas se ven atraídas justamente por la arquitectura. Aunque muchos hablan del estilo francés, el especialista aclaró que, en realidad, los “estratos constructivos” son varios: la residencia Hume, en la intersección con Rodríguez Peña, por ejemplo, fue erigida en 1890 con materiales traídos de Europa, y su fachada tiene aires victorianos. El palacio Ortiz Basualdo, sede de la Embajada de Francia, en la intersección con Cerrito, y el palacio Pereda, a pocos metros del anterior, actual Embajada de Brasil, tienen influencia del academicismo francés.
“Este eclecticismo fue aún más exuberante a principios del siglo XX, cuando se hallaban viviendas de corte italianizante, y hasta una pintoresca palazzina, en Alvear y Parera, construida en 1886 para la familia de Pastor Servando Obligado, que incorporaba una torre y almenas inspiradas en el castillo de Miramar en Triestre. Esta última fue demolida en 1967, y hoy se levanta una torre proyectada por el arquitecto Mario Roberto Álvarez”, comentó el especialista.
Sin embargo, la avenida como símbolo de elegancia es algo relativamente nuevo, que se sostuvo especialmente a partir de su era comercial. En las primeras décadas posteriores a su creación había, de hecho, un fuerte contraste entre las mansiones y palacetes, por un lado, y los lotes vacíos y descuidados, los galpones que funcionaban como depósitos y las aguas servidas que se derramaban desde el Hospital Rivadavia, contó el investigador.
Hoy también hay una imagen contrapuesta que se yuxtapone, un espejo de la sociedad actual: la elegancia y majestuosidad, con perfumerías que venden productos por encima de los $900.000, por un lado, y la gente en situación de calle, que duerme a pocos metros de esos locales, o que ingresan y salen de los contenedores de basura.
Pero mucho antes, en 1910, su esplendor llevó a que se celebrara ahí el Centenario de la Revolución de Mayo, que atrajo la visita de la Infanta Isabel de Borbón, tía del rey de España Alfonso XIII. Se hospedó en la casa de la familia Bary, ubicada donde hoy está el Hotel Park Hyatt Duhauh, que se construyó entre 2003 y 2006 agregando una torre de quince pisos al edificio original. “Los miembros de las colectividades españolas formaron extensas columnas que desfilaron frente a la residencia, mientras la Infanta observaba y saludaba desde el balcón principal”, contó Chiesa.
Sobre la avenida destaca, también, el edificio que es sede del Jockey Club, la antigua vivienda de Concepción Unzué de Casares, construido en 1920 y adquirido en 1966 por el club, en donde funciona como tal desde entonces.
La inserción de las grandes marcas en esta arteria de la Ciudad y en ese plan de Distrito BAFA muestra una lenta pero constante recuperación de estas siete cuadras, que se están reactivando comercialmente y, como afirmó el diseñador, retoman “su valor histórico para el lujo internacional”.