La desprotección es la madre de todas las desgracias. El primer triste episodio en la vida de Mary Day fue, justamente, nacer en la familia equivocada. Pero ya sabemos que nadie elige en qué hogar llegar al mundo.
Mary nació el 19 de febrero de 1968 en Little Falls, en el estado de Nueva York, Estados Unidos. Fue la primera hija de Charlotte Pressler y Charles Day, una pareja con muchos más problemas de los normales que suelen habitar en cualquier familia. Charlotte venía de engañar a su primer marido (con quien había tenido una hija) con Charles cuando se fueron a convivir juntos.
Después de Mary, llegaron dos hermanas más: Kathy, en 1969, y Sherrie, en 1971. Charlotte era extremadamente promiscua y Sherrie habría sido engendrada con otro hombre llamado Ira Hoke. Las hermanas se criaron juntas, pero la infancia del trío Day no fue nada fácil. Desde pequeñas se la pasaron entrando y saliendo de los institutos de los servicios sociales y de hogares de tránsito. Sus padres no se hacían cargo de ellas como debían y sus vidas eran el sinónimo del caos.
El infierno tan temido
Fue la inestabilidad de Charlotte y su intento de suicidio lo que llevó a las chicas a vivir con los Walts, una familia sustituta. Mientras ellas estaban allí y bajo protección estatal, Charlotte y Charles se divorciaron.
En 1975 Charlotte volvió a casarse: el elegido era un soldado más chico que ella, de 18 años, llamado William Houle. El joven acababa de entrar en la armada norteamericana. Al tiempo de irse a vivir juntos Charlotte ganó una batalla legal: consiguió la custodia permanente de sus hijas Mary, Kathy y Sherrie. El día que las fue a buscar con William, su tercer marido, Sherrie de 6 años se hizo pis sobre su falda en el auto. Furiosos, Charlotte y William dieron media vuelta y, sin dudarlo, volvieron a la casa de los Walts donde la dejaron. Sería la salvación para la menor.
Antes de ser trasladados a una base en el estado de Georgia, Charlotte habría tenido con William una hija. En 1978 la familia, siguiendo los destinos de William, se trasladó a Hawaii. Para ese entonces Sherrie ya había sido legalmente adoptada por los Walts y era la única que crecía en un ambiente protegido, alejado de los tóxicos lazos biológicos.
Las cosas siguieron sin mejorar en el hogar de Charlotte. Fue en Hawaii que nació su primer hijo varón: William Jr.
Durante el tiempo que vivieron lejos del continente, Charles Day, el ex de Charlotte y padre biológico de Mary, murió en un accidente. Su desaparición dejó a sus hijas una pequeña herencia. Mary y Kathy soñaban que ese dinero les permitiría escapar de la vida espantosa en la que estaban inmersas. El plan secreto con el que pensaban escapar tenía un nombre clave: “Mohawk”.
En diciembre de 1980, con 12 años, Mary fue extraída del hogar de su madre y padrastro y puesta bajo protección estatal. Las autoridades se habían enterado de que William la golpeaba con frecuencia cada vez que ella mostraba rebeldía.
El siguiente traslado familiar fue desde la lejana Hawaii hacia una casa en Seaside, en California. William había sido asignado a Fort Ord, una base ubicada en la costa norte de Monterrey. Pero Mary no viajó con ellos, las autoridades no dieron el permiso necesario y se quedó en Hawaii varios meses más. Finalmente, la menor fue restituida a su familia y enviada a California.
Mary no logró ser feliz, cada vez que se le presentaba una oportunidad intentaba escapar de las garras violentas de su padrastro, pero la policía la hallaba y la devolvía al infierno tan temido.
A pesar de la distancia y de vivir con otra familia, Sherrie seguía en contacto con sus hermanas. Un día eso cambió y ya no la vio más.
La hermana que pregunta
Promediando el año 1981 ocurrió algo definitivo. Se cree, porque sus padres ni nadie lo denunció en el momento, que fue alrededor del 15 de julio de ese año que Mary se evaporó de manera de sus vidas.
Charlotte y William continuaron con su existencia. Nadie volvió a verla, pero de eso no se hablaba. William y Charlotte les prohibieron a sus hijos mencionarla. No podían preguntar sobre el tema ni decir su nombre.
Así fue que Mary dejó de existir para todos.
Fin.
Cuando la familia se mudó nuevamente al Estado de Nueva York, la familia adoptiva de Sherrie, quien ya tenía 12 años, la llevó a visitar a sus hermanas y a su madre biológica. Mary no estaba. Charlotte solo explicó que se había fugado mientras vivían en California y después de una pelea. Además, sostuvo que Mary se drogaba y ejercía la prostitución. Razones más que suficientes para terminar con el asunto. Pero se le escapó algo que a Sherrie le provocó escalofríos: le reveló que había quemado todas las fotos y la ropa de Mary. Sherrie sintió un vacío aterrador, no tenía ya cómo recordar a su hermana.
Mary había sido invisibilizada.
Sherrie esa noche se quedó a dormir y, cuando tuvo la oportunidad de estar a solas con Kathy, intentó averiguar algo más. Kathy le aseguró que desde aquel día de “la fuga” ellos tenían prohibido hablar de ella y cerró su boca. Eso fue todo.
Unos años más tarde, con 14 años, Kathy fue expulsada de la familia y obligada a vivir por su cuenta. Otro disparate.
La hermana que busca
Cuando Sherrie cumplió 18 años, en 1989, comenzó a cuestionar los dichos de su madre biológica. La respuesta de Charlotte no satisfizo su curiosidad. Era demasiado obvio que, lo supiera o no, no le importaba lo ocurrido con Mary. Sherrie decidió anotar cada frase de su madre en su propia tablet para no olvidar. Ella tendría un fiel registro de sus dichos cada vez que fuera a visitarla.
Una de las tantas cosas que anotó pone los pelos de punta: en una conversación su madre sostuvo que conocía muchas locaciones en California donde se podría esconder un cuerpo para que jamás fuera encontrado. Después de escucharla, a Sherrie no le quedaron demasiadas dudas: su hermana había sido asesinada y ellos se habían deshecho de su cadáver.
Fue recién en 1992 que Sherrie, con 21 años, decidió insistir para averiguar sobre la ausencia de Mary. Las respuestas eran siempre las mismas: se había fugado.
Se convenció de dar un paso más: hacer la denuncia de su desaparición en la base militar de Fort Ord en California donde había trabajado William. Ya habían pasado once años, no sabían nada de ella y no había ninguna investigación al respecto. La respuesta llegó en forma de carta: la policía no había podido encontrarla. Punto.
¿A quién le importaba la vida de Mary Day? Parecía que a casi nadie, solamente a Sherrie.
El tiempo siguió transcurriendo. Sherrie vivía preocupada y pensando en el tema. No quería quedarse quieta. Algo tenía que hacer para saber qué había ocurrido con su hermana Mary. ¿Se habían deshecho de ella? Si estaba viva, ¿dónde estaba? Corría el año 1999 cuando decidió enviar información sobre el caso y una foto de Mary al Centro Nacional de Chicos Explotados y Desaparecidos. En el centro hicieron una progresión sobre cómo podría verse Mary con casi 30 años y la sumaron al club de las chicas desaparecidas en todo el país. Nada ocurrió.
Durante esos años de búsqueda Sherrie encontró a otra hermana más grande, la hija del primer matrimonio de su madre, Jeanne Huppert.
En el año 2002, debido a que se decidió reflotar casos archivados de desapariciones de menores, finalmente se abrió una investigación policial. Habían pasado más de dos décadas y lo cierto es que no había mucho de qué agarrarse para investigar. Los vecinos ya ni recordaban a aquella familia que había vivido en Seaside. Menos a Mary.
Era escalofriante. Parecía que solo la familia sabía que Mary había existido y desaparecido. En California, el último destino, ni siquiera había sido ingresada en un colegio, por lo que no había testigos de su existencia. No había maestras, ni compañeros de aula, ni amigas íntimas, ni vecinos que pudieran hablar de ella o recordarla.
Mary era un fantasma al que solo Sherrie se empeñaba en buscar.
La hermana que sabe
Sherrie dijo en aquel entonces tener “un agujero en mi corazón. Temía que mi madre y su tercer marido William la hubieran asesinado”.
La que más información podía tener de Mary era, sin dudas, Kathy Day, la que más había convivido con ella. Al comienzo de la investigación ella pudo rearmar lo que había sido la última noche de Mary en su casa de Seaside en California.
Relató que ella y Mary quedaron solas en la vivienda mientras su madre Charlotte, William y sus otros dos hermanos menores fueron a comer a un restaurante.
Mary (13) y Kathy (11) estaban con el perro de William, Bubba Brown. La mascota era la debilidad del padrastro de las chicas.
Cuando el matrimonio volvió de comer encontraron al perro tirado en el piso, agonizando. William enfureció. Comenzó a acusarlas a los gritos. Mary, desafiante como siempre, se defendió y le respondió. Charlotte mandó a Kathy a su habitación. Ella se fue temblando y entornó la puerta de su cuarto. Sentía que se avecinaba otro cataclismo. Escuchó más gritos de su padrastro culpando a Mary de haber envenenado al perro. Los alaridos escalaron. Por la rendija de la puerta pudo ver los golpes de William a Mary a quien le sangraba la boca.
A la mañana siguiente, cuando Kathy se levantó, ya Mary no estaba en la casa.
En unas pocas semanas se mudaron a otra casa dentro del barrio y, un tiempo después, se trasladaron al estado de Nueva York.
Cuando Kathy tomó coraje para preguntarle a su madre por Mary, Charlotte solo dijo que Mary se había escapado de su casa. Y agregó que ni ella ni William deseaban que ninguno de sus hijos volviera a mencionarla nunca más. Punto final.
De hecho, en la investigación tardía impulsada por Sherrie, Kathy contó a los investigadores que poco después de que Mary desapareciera, William les había advertido a ella y a sus hermanos menores que se mantuvieran alejados de una esquina específica del jardín de la propiedad donde vivían. Hicieron caso.
Con las dudas de Sherrie y este dato preciso, los detectives fueron con Kathy, en 2003, a aquella casa donde había ocurrido la pelea final. Ella les mostró el lugar exacto al que tenían prohibido ir a jugar. Cuatro equipos de perros expertos en seguir rastros cadavéricos detectaron presencia de restos humanos en el área, en la esquina de la propiedad, justo debajo de un árbol. Pero, aunque cavaron y cavaron, no hallaron más que una pequeña zapatilla de lona que podría haber pertenecido a cualquiera de los menores, un oso de peluche y una hebilla de cinturón. Ni un hueso. Los perros no mienten, se dijeron los agentes, seguramente el cuerpo había sido movido a otro sitio.
De todas formas, los investigadores creyeron tener suficiente evidencia para imputar a Charlotte y a William Houle por el homicidio de Mary.
Rastrearon a Charlotte y William Houle y los hallaron en Kansas. Ya para ese entonces William había dejado la armada y era oficial correccional en la prisión estatal. Los interrogaron por separado.
Los cuentos de Charlotte no eran creíbles. Contó que su hija se fugaba con frecuencia y afirmó que en esa oportunidad su esposo había hecho una denuncia. Pero los investigadores no encontraron ni un solo registro de la misma. Luego, le tocó el turno a William quien admitió que esa última noche había peleado con Mary: “¿¿Saben lo que ella hizo?? Envenenó a mi perro. Yo estaba realmente enojado (…) Ella quería correr fuera de la casa y yo no quería que se fuera así que la agarré antes de que saliera por la puerta principal. Ella me estaba pateando, pegando y yo la empujé”. Aclaró que para impedir que la adolescente escapara del hogar recurrió a una llave de las artes marciales y a un golpe en el pecho que podría haber alcanzado su cuello.
El detective Joe Bertaina le preguntó, en una escala de rabia del 1 al 10, en cuanto estaba la suya cuando golpeó a Mary. William respondió sin dudar: “Yo estaba en 15″. El agente le espetó directamente: “Con esa rabia podrías haberla matado”. William lo miró a los ojos y le respondió: “No. No la maté. Pero al día siguiente mi mujer Charlotte me dijo que esa noche había visto a Satán en mis ojos y que yo parecía poseído por el demonio”. Luego, aseguró haber entrado a los dormitorios para revisarlos uno por uno. Mary no estaba en ninguno. Ante eso dijo que entró en pánico y llamó a la policía. Esa llamada tampoco está registrada en ningún sitio. Simplemente no existió. Además, si era cierto que Mary se fugaba con frecuencia ¿por qué habría entrado en pánico? Era un absurdo.
El mismo detective decidió hacerle una pregunta más: “Okey William, le creo que no la asesinó. Pero ¿qué hay del demonio dentro suyo? ¿Podría ese demonio haberlo hecho?”. Esta vez él hombre sorpresivamente concedió: “Sí, el demonio podría haberla asesinado”.
Si eso no era una confesión, convengamos que se le parecía mucho.
Los investigadores creen que, además, no denunciaron la ausencia de Mary porque había también un motivo económico: poder seguir cobrando los cheques de la seguridad social que correspondían a Mary por la muerte accidental de su padre.
Tenían todas las piezas de un rompecabezas para intentar demostrar un asesinato sin cuerpo.
Reaparición milagrosa y las hermanas que dudan
Curiosamente, siete meses después de iniciada esta investigación para esclarecer la ausencia de Mary Day, sucedió “el milagro”.
El 25 de noviembre de 2003, en un control de tráfico en Arizona, un camión fue detenido por la policía y cambió el destino del caso. El vehículo circulaba con patentes robadas y eso hizo que le pidieran a los pasajeros sus documentos de identidad. Una de esas personas se llamaba Mary Day y tenía la misma fecha de nacimiento de aquella joven desaparecida a los 13 años en 1981.
Llamaron de inmediato al detective Joe Bertaina quien quedó impactado con la novedad. El fantasma se había corporizado. Mary Day no había sido asesinada como él creía en aquella casa sino que estaba viva.
Mary fue entrevistada y contó que se había fugado por los abusos que sufría por parte de su padrastro William Houle. A los agentes les llamó mucho la atención su fuerte acento sureño, no parecía ser de la zona de la que decía provenir. Además, su documento de identidad había sido emitido solamente tres semanas antes. Justo unos meses después de que comenzara la investigación de la pareja. Bertaina sospechaba de que podía ser una impostora. Habló con ella y la encontró dubitativa y su historia le pareció un poco guionada. Ella se excusó diciendo que tenía feos recuerdos y no pudo recordar nada el tema del perro muerto. Tampoco sabía el día de su cumpleaños ni el nombre de su padre biológico. Era rarísimo. La llamaron “Mary Phoenix” hasta que pudieran cerciorarse de su identidad.
Decidieron tomarle una muestra de ADN para determinarlo. Mientras todos esperaban que diera negativo llegó el resultado: era hija biológica de Charlotte.
Eso cerró la investigación por asesinato y revolucionó a la familia.
Su hermana Sherrie (quien ya estaba casada y tenía dos hijos) la invitó para ir a vivir con su familia por un tiempo a Carolina del Norte. Con el correr de los días la certeza del ADN no les alcanzó. Tanto Sherrie como Kathy empezaron a tener profundas dudas: no parecía ser su hermana Mary. Su extraño acento, su negativa a dar explicaciones lógicas, su falta de recuerdos sobre aquella época en que soñaban en que la herencia las salvaría y que hubiera olvidado la palabra clave que habían inventado. Sherrie notó que las revistas que recibía Mary venían a nombre de una tal Mónica Deveraux. Ese nombre, explicó Mary, se lo había inventado para que la policía no la devolviera a su casa. Lo cierto es que las iniciales coincidían: MD.
A Kathy le ocurría lo mismo, no podía reconocer a Mary en esa mujer. La piel suele ser sabia, pero el ADN es algo irrefutable.
Además, esta Mary tenía conductas extrañas y parecía padecer un desorden de la personalidad. Un par de veces ingirió sobredosis de remedios y era una alcohólica severa. Su conducta cambiaba tanto que Sherrie pensó que estaba loca. Mary se mudó a una casa rodante, en un barrio cercano, pero un día Sherrie la fue a visitar y ella le arrojó una botella de cerveza por la cabeza. Era demasiado. Sherrie, con dos hijos pequeños, no quería líos en su casa y decidió alejarse. Finalmente la llevó un día para que tomara un ómnibus de regreso a Arizona, la tierra de donde había venido.
Sherrie no podía reconocer en esa mujer a su hermana Mary.
Morir dos veces
Esta nueva Mary, en Arizona, terminó por casarse con un señor de apellido Gessler con quien luego se mudó a Missouri.
En 2008 el detective Steve Cercone, se enteró de algo más: otros perros expertos en olfatear la muerte habían detectado la presencia de restos humanos en la segunda casa en la que había vivido la familia Day en la base de Fort Ord temporariamente y luego de la desaparición de Mary. Los detectives pensaron que el cuerpo también había pasado por esta nueva locación. ¿William había movido el cadáver dos veces? Tenían que investigarlo, pero ya no sabían bien qué pensar. “Mary Phoenix” ¿era Mary Day? O ¿quién era realmente para que su ADN diera positivo?
Tenían una hipótesis disparatada para un caso que se había vuelto extremadamente bizarro. Charlotte había tenido una hija mayor en su primer matrimonio con Hubert Pressler llamada Jeanne y había sido tan promiscua que podría haber parido alguna hija más con algún amante y haberla dado en adopción. Esa hija podría ser la que se identificaba ahora como Mary. Era una teoría loca, pero posible. Por eso el ADN daba positivo para Charlotte. William Houle y Charlotte podrían haberla contactado y ofrecido dinero para evitar que los siguieran investigando. Podrían, también, haberle proporcionado los papeles necesarios y ensayado las respuestas con ella. Con Mary Day viva se acababa la posibilidad de que fueran imputados por homicidio.
Además de todo esto, existió un confuso mail de Mary a los detectives donde parecía decirles que no sabía bien quién era ella o quién decía ser. Todo alimentaba sus dudas.
Cuando Sherrie se enteró de que Mary estaba muriendo de cáncer, llamó a la policía de California. Quería impulsar la investigación una vez más. La encargada fue Judy Veloz, de la policía de Seaside. Ella analizó otra vez la carpeta del estrafalario caso. La zapatilla hallada en el terreno era un calzado tan pequeño que no podía pertenecer a una adolescente de 13 años, pensó. Analizaron el ADN para ver si pertenecía a Charles Day, el padre biológico de las chicas. Cuando esto dio positivo ya no había mucho más que pensar. Era Mary Day. Listo.
Judy hizo algo más: concurrió a ver a Mary en su lecho de muerte en un hospital. Habló con ella durante 90 minutos. Le explicó que se había cambiado el nombre para que la policía no la devolviera a su horrible familia y contó que había tenido una vecina llamada Morie. Era cierto Morie Kimmel fue ubicada y la recordaba. También dijo que había sido cuidada un tiempo por una mujer mayor llamada B.J. Ward. A partir de su fuga Mary había girado de estado en estado y había terminado en 2003 en Arizona porque necesitaba una cirugía gratis de vesícula. Para ello había tenido que hacerse una licencia de conducir. Según Judy “esos agujeros negros en su memoria se debían al exceso de alcohol desde que era adolescente”.
Nueve días después de esa larga entrevista con Judy Veloz, la reaparecida Mary Day, volvió a morir para su familia. La consumió el cáncer. Tampoco esta vez pudieron ir a su entierro porque nadie los anotició de su muerte.
Hubo algo más y que fue para Judy Veloz determinante: una vieja foto que encontró y le entregó la pareja de B.J Ward. En ella se podía ver a Mary con otras dos chicas. Esa foto fue tomada dos años después de su desaparición: en 1983. Mary, entonces, estaba viva.
Las dudas de los otros detectives y de Sherrie siguieron flotando a la deriva. Los agentes que empezaron el caso creen que la Mary que murió en 2017 podría ser otra hija de Charlotte.
Cuando el programa 48 Hours hizo el documental, en 2021, la producción se contactó con Charlotte y William, pero la pareja se negó a responder.
Sherrie fue a visitar a su anciana madre que estaba en un geriátrico para conseguir algún dato extra. No hubo más porque Charlotte siguió negando.
Kathy Day Pires (su apellido de casada) a estas alturas recordó algo clave y siniestro: en el viaje familiar desde California a Nueva York William se detuvo en Utah. Paró la camioneta, le exigió que solo miraran hacia delante, y tomó una alfombra oriental de la caja del vehículo. Volvió al rato sin la alfombra y cubierto de tierra.
El 25 de enero pasado se transmitió un nuevo episodio de Crímenes Curiosos del canal de televisión ID (Investigation Discovery) sobre crímenes verdaderos: La chica que murió dos veces.
Sherrie Day Calgaro (su apellido de casada) decidió cerrar este capítulo de su vida. Si Mary era Mary ya poco importa. Para ella el duelo por la muerte de su hermana comenzó mucho antes de 2017. La Mary que añora y con quien compartió su infancia es aquella que murió un día de verano hace casi 44 años.