Como el recorrido que hace la raíz de una planta, desde la oscuridad del suelo para después ir hacia el sol: de esa manera trabajaron este proyecto los arquitectos Francisco Pailhé y Eugenia Carugno Durán, socios de Wollstudio. La renovación de esta propiedad de una planta, ubicada en Villa Crespo, llevó unos seis meses, y estuvo apoyada en ese concepto creado junto a la arquitecta Clara Salleras, que es también el del restaurante que aloja, Horta.
El acceso, discreto y envuelto en sombras, invita a reflexionar sobre los orígenes, mientras que el final del recorrido —el patio lleno de naturaleza y la cocina abierta— se despliega como ramas que abrazan la energía, la vitalidad y el encuentro.
Arqs. Francisco Pailhé y Eugenia Carugno Durán, socios de Wollstudio
Primer paso
Los dueños del local gastronómico, la pareja formada por el chef Lucas Díaz y Clara Chavarría, responsable del servicio, se acercaron al estudio antes de alquilar al local: “Apenas entramos nos pareció chico, pero, al llegar al patio, lo vimos como un súper lugar”, cuentan los arquitectos. El lugar ya había tenido una primera reforma para funcionar como restaurante, pero ellos fueron más allá.
Además de reformar el ingreso –que antes tenía fachada naranja y puertas corredizas de vidrio en la línea de edificación–, montaron el salón en el antiguo garage de la casa.
Para potenciar el ingreso de luz y acercar el verde desde la fachada, instalaron un espejo que recorre todo el salón: cubre 10 metros de largo por 1,20m de altura.
Mutación
“En el inicio se ven texturas rugosas, como ladrillos, paredes con revoques irregulares y madera, evocando el pasado y la tierra. Después, aparecen el acero, la chapa, el vidrio para conectarnos con el presente. Este contraste de materiales y conceptos permite sentirlo como un espacio vivo”, cuentan.
Para la barra, el Estudio diseñó una lámpara de policarbonato traslúcido acanalado con soportes de hierro y tubo led que mide 3,5 metros de largo. “Hace referencia a la iluminación artificial de un invernadero”, revelan.
Los clientes querían que la cocina fuera como un laboratorio a la vista de los comensales. Realizaron un cerramiento de petiribí macizo y vidrio para, a la vez, contener el ruido y los olores, pero permitiendo curiosear.
Pulmón
“La cocina y el patio eran más chicos. Demolimos un espacio semicubierto longitudinal, y definimos dos espacios cómodos y funcionales”, explican Pailhé y Carugno Durán. Durante la obra, renovaron todas las conexiones de servicios de la cocina.
Gracias a las carpinterías de vidrios generosos, conectaron al máximo ambos sectores, y montaron una barra como hilo conductor que tiene, en un extremo, canteros para la huerta, y vasos con flores en el otro.
Quincho moderno
Para ampliar la cantidad de cubiertos y potenciar el uso del espacio exterior, diseñaron una pérgola circular de 5,20 metros de diámetro, con estructura de hierro y una tela tensada como cubierta. “Fue pensada como una mesa comunitaria, en la que ves a los otros integrantes del grupo y también al entorno”, explican.
Para el paisajismo, eligieron plantas nativas: “Pensamos que, si la naturaleza invadiera ese espacio por su propia fuera, esas serían las plantas que crecerían”, cuentan.