Lavar el auto en Avenida del Libertador y Jaramillo cuesta $28.000. En octubre eran $25.000. En febrero pasado, $15.000. Y algo parecido pasó con los cortes de pelo. O los colegios privados. O el psicólogo. O el profesor de piano. Ni hablar la prepaga. La Argentina de Javier Milei logró desplomar la inflación de 25,5% a 2,7% en un año y todas las estimaciones proyectan que continuará la caída, pero tiene todavía un núcleo de precios rebeldes: los servicios no regulados. Ese segmento que, rezagado por la última recesión o, según el caso, controlado hasta 2023 por el Poder Ejecutivo, recuperó precios en los últimos meses y prevé todavía ganar terreno frente a bienes (o incluso servicios regulados) que empezaron con fuertes subas y luego frenaron en la remarcación y hasta retroceden, como los alimentos.
Son los servicios no transables, el gran desafío que la Casa Rosada tiene todavía por delante y sin cuya normalización no se llegará al objetivo que se propone el Presidente, un IPC de un dígito anual. Que un bien o servicio sea “no transable” significa que no compite, por ejemplo, con lo importado. Su precio dependerá entonces, en una economía libre, de lo que la demanda esté dispuesta a pagar, y eso está sujeto a las reglas de cada sector. Para seguir con el ejemplo: el momento en que, espantado por los $28.000, el automovilista decida espaciar los lavados o hacerlo directamente él.
“No se puede importar un lavado de autos”, ejemplifica la economista María Castiglioni, de la consultora C&T, que divide el universo de los servicios en dos: los regulados, como las tarifas, que tuvieron una recomposición más fuerte durante la primera etapa de esta administración, incidieron más en el IPC general y ahora deberían atenuarse; y los no regulados, que estaban agazapados por la caída en la actividad y se despertaron con la reactivación. “La gente no gastaba un mango y, con los primeros movimientos, subieron”, dice Castiglioni.
El primer indicio de que estos sectores encabezarán los aumentos fue la inflación de la Ciudad de Buenos Aires, que dio en enero un 4,3% en servicios, muy por arriba del 3,1% general. “Es natural que suban: el transable es el último que ajusta”, se anticiparon a LA NACION en el Gobierno, que dará a conocer el jueves la medición del Indec. “Eso se llama recomposición de márgenes”, coincide el economista Antonio Aracre, que hizo en enero un relevamiento propio y posteó en X: “Mientras los argentinos sigamos convalidando aumentos muy por encima del IPC en prepagas, colegios privados y telefonía celular, no será sencillo perforar el piso del 2% de inflación mensual”.
Pero no es tan sencillo porque, como dicen los economistas, se trata de precios “inelásticos”: la demanda no siempre reacciona de manera proporcional, porque nadie cambia de colegio de un mes a otro sólo porque haya subido la cuota. Tal vez sí de compañía telefónica, internet o televisión por cable, y más ahora que aumentó la competencia, pero no de psicólogo o profesor de música. “Ah, este mes ajusté un poco”, suele decir tímidamente al momento de cobrar quien da ese tipo de servicios, condicionado a su vez por aumentos de costos que lo afectan como la luz, el gas o las expensas. ¿Habrá que contratar a otro? ¿Qué tan bueno será? Esas decisiones de consumo no se toman en una tarde.
Convendría entonces saberlo con precisión: ¿qué sectores tienen todavía que recomponer márgenes? Un trabajo del economista Esteban Domecq los tiene bien identificados. Domecq toma el primer semestre de 2019, al que considera el lapso de menor distorsión en precios relativos de los últimos 15 años, y lo compara con los valores actuales y los del principio del gobierno de Milei. Ahí se advierte que, por ejemplo, el rubro “Cuidado personal”, el del peluquero, que empezó en esta gestión con un retraso del 15% en los precios relativos, ya está en el nivel de equilibrio. ¿Quiere decir que llegó a su tope? Depende de cómo respondan los clientes de su peluquería. En cambio, es altamente probable que no tengan margen para subir sectores como los de las frutas, que llegaron a estar en 50% arriba en noviembre de 2023, y si bien desde entonces empezaron a estancarse, están todavía arriba del 10%. En una situación similar está la indumentaria, todavía 15% por arriba del resto. La lógica indica que deberían estancarse o incluso bajar. Los colegios, por el contrario, siguen 15% abajo en relación con los otros precios, por lo que es casi seguro que sigan subiendo. Igual que telefonía e internet, más del 20% rezagados. O servicios culturales, como el cine o el teatro, aún 5% por debajo del equilibrio.
Hay, por último, segmentos que han pasado del retraso a la delantera. Las prepagas, por ejemplo, que venían con las cuotas congeladas durante el gobierno pasado: estaban en noviembre de 2023 un 25% abajo en relación con el resto de los precios, pero recuperaron durante el último año hasta llegar al equilibrio, incluso levemente arriba. ¿Dejarán entonces de subir? Es lo que quisieran el Gobierno y los pacientes. Pero tampoco parece fácil anticiparlo: son decisiones sujetas a otras variables. El costo de los medicamentos, el salario de los médicos y, como siempre en una economía libre, cuánto está dispuesto a pagar por ellos el usuario. Comportamientos humanos. Ni la economía ni la vida caben en una foto: ambas están siempre en movimiento.