San Lorenzo se mantiene fuerte y estira sus rachas. No mereció perder por un trámite aburrido (mucho menos ganar), pero si fue un desagradable 0-0 ante Vélez fue porque el paraguayo Orlando Gill puso la cara para ahogarle el grito a Brian Romero, a los tres minutos de adición. Con el agregado de ser récord en la historia del club: superó la marca de César Mendoza (Torneo Nacional 1980) y de José Luis Félix Chilavert (1987/1988), dos compatriotas que habían alcanzado la valla invicta en las primeras tres jornadas de esos torneos y ahora se transformó en el arquero que logró cuatro partidos iniciales sin recibir tantos.

La dinámica que presenta día tras día el fútbol generaba este sábado el encuentro en Liniers entre un golpeado último campeón de la Liga Profesional, con Sebastián Domínguez mirado ya de reojo tras las tres derrotas iniciales, y un “Ciclón” que sumaba más puntos (siete, sin derrotas ni goles en contra) de los que insinuó antes del comienzo del torneo, producto de su crisis económica y, en consecuencia, las pocas incorporaciones (tres) que arribaron. Un duelo, además, que suele presentarse con los chispazos símiles a algo “cercano” a un clásico.

El chileno Baeza, mediocampista de Vélez, lucha con Alexis Cuello, delantero de San Lorenzo; no se sacaron ventajas en Liniers

Claramente, la comodidad de San Lorenzo ante un trámite trabado y sin romperse no era la misma que la del local. El equipo de Russo, de andar práctico en el campo, ya sabía lo que era sufrir e, incluso, que le manejaran el partido en ciertos tramos de los anteriores encuentros: salió ganando en todos, ya fuera por obtener los tres puntos o bien por ser superior a los millones gastados por River, en la igualdad del fin de semana pasado. Por eso, la paciencia, virtud que los de Domínguez serían propensos a perder mucho más rápido desde la tribuna, significaría un enorme ítem de diferencia entre uno y otro.

En ese sentido, Vélez manejó la pelota. La tuvo, le sobró tiempo para disfrutarla e imaginar qué hacer con ella. San Lorenzo, entre un campo de juego que aún exhibe daños causados por los recitales de fin de año, una temperatura insoportable y el hecho de visitar la casa del campeón, mantuvo la postura que le venía dando resultados: ocupar espacios, cerrar sus líneas y armar un equipo corto que, especialmente de visitante, empieza a predisponerse más a no sufrir que a hacer daño. Dicho esto, quizás, San Lorenzo cometió un pecado: no tuvo la determinación de darle al rival una puñalada más, en lugar de respetar de más a un campeón que perdió el alma de tal.

Lo mejor del partido

Estaba en condiciones de hacerlo, más allá de sus bajas: perdieron para el inicio del Apertura nada menos que a Iker Muniain, el conductor que tiene aire para agregarle retroceso y compromiso a su claridad, y en los últimos días se lesionó Ezequiel Cerutti, el hombre que por la derecha logra algunos desequilibrios vitales.

Ante los imponderables, Miguel Russo trata de tocar lo menos posible y amolda los nombres de cierta manera para sostener el dibujo táctico del 4-2-3-1 que cree indicado con el material (mayoritariamente de chicos) que posee en el plantel.

Alvaro Montoro, el 10 de Vélez, no pudo desequilibrar y su equipo lo sintió

Esta vez, para ir al Amalfitani, Alexis Cuello pasó de ser el ‘9’ a jugar en el lugar de “Pocho” para el ingreso de Andrés Vombergar. Mientras que le dio continuidad a lo ya hecho: sacó a Matías Reali de la izquierda para centrarlo hacia el lugar del vasco y adelantó a Malcom Braida como volante para insertar a Elías Báez de lateral zurdo. El entrenador elige improvisar ciertas cosas (Cuello se siente más útil en la banda izquierda y Reali, en la derecha) mediante la experiencia o, al menos, la acumulación de minutos jugados en primera en el caso de los jóvenes.

La sombra del segundo tiempo parecía que le daría otra impronta a los dos, un mayor respiro para que las piernas empezaran a funcionar sin el ritmo cansino que mostraron en el primer tiempo. La “V azulada” fue un poco más. Tanto en la primera mitad como en la segunda, Michael Santos tuvo la primera ocasión del anfitrión (y de ambos conjuntos). Ambas de peligro: un cabezazo –que había que revisar por posible offside- que salió al lado del palo y un derechazo que pedía ángulo, pero encontró las manos firmes de Gill, respectivamente.

Mucha lucha y poco juego en Liniers

Sin embargo, el partido fue un bostezo eterno, recorriendo la corriente de la lógica. A Vélez le faltó creatividad, por más que Álvaro Montoro invente lindos atajos para salir de ciertos encierros. Por eso, sigue sin hacer goles ni consigue el primer triunfo: ¿Habrá paciencia con Sebastián Domínguez?

Mejores sensaciones en San Lorenzo por el simple hecho de esperar un momento que nunca llegó: se fue de Liniers ileso y mantuvo tanto la valla en cero por cuarta vez como el invicto general. Gracias a Gill, claro, que puso la cara para que el semblante siga calmo.