Denise Dumas brilla por estos días en su faceta como actriz en Somos nosotros, la comedia que en sus últimas semanas de funciones en el Multitabaris invita a reflexionar sobre el amor y las relaciones de pareja. La también conductora habla sin filtros sobre algunos de los temas sensibles que trata la obra, como la infidelidad, así como del vínculo con sus hijos y su relación de dos décadas con el actor Martín “Campi” Campilongo.

Denise Dumas: su presente como actriz, el trágico suceso que marcó su vida y un futuro soñado con Campi a lo “Mónica y César”

En un mano a mano con LA NACIÓN, Dumas aborda sus temores en relación a la maternidad, otro pilar central en su vida, y recuerda con emoción cómo logró atravesar la pérdida de su hermana Janine a sus 11 años, episodio que marcó un antes y un después en su historia personal.

Además de su presente en el teatro, la conductora adelanta que regresará a la TV Pública y comparte sus deseos futuros de mudarse al campo en busca de una vida más tranquila y en contacto con la naturaleza, anhelo que comparte con su esposo.

-¿Cómo ha sido esto de volver a la actuación?

-De chica arranqué queriendo ser actriz. Estudié teatro, conservatorio, y de golpe un día me di cuenta de que ser conductora era mucho más lindo y quedó ahí un poco el tema de la actuación. Después volvió esta propuesta de hacer Somos nosotros. Es una obra divina que habla de las parejas, de la monogamia y todo esto que se está cuestionando pero desde un lugar del amor y de si uno se sincera o no con su pareja. Nos divertimos mucho y el elenco es divino. Ya la hice el año pasado, que había que cubrir, me llamó Carlitos Rottemberg y dije: “Bueno, la hago, vuelvo a actuar, vuelve la actriz”. Antes era con el español Jesús Mosquera y con Leonel Aróstegui, Sofi Pachano y Gastón Soffritti. Ahora están Leonel, Sofi, Fede Bal y Tripa, que están geniales.

Somos nosotros cuenta con las actuaciones de Denise Dumas, Fede Bal, Sofía Pachano, Germán

-Es una obra que te deja pensando sobre cuánto hablás con tu pareja y sobre qué le contás…

-Hoy es como si se hablara del “abrimos la pareja” desde un lugar que por ahí no nos identifica. En la obra somos dos parejas monogámicas, dos matrimonios que nos amamos, en los que ninguno le fue infiel a ninguno. No es que somos parejas abiertas. Entonces, si te pasa algo es ver si lo resolvés solito, lo compartís o le contás al otro: ‘Che, me confundí con mi profesor de‘, y ver qué hace el otro con esa información. Yo soy más de la teoría “resolvelo solo”. A mí no me cuenten… O de dejame o, si te pesco, te dejo.

-¿Te pasó?

-Nunca me pasó. O me habrá pasado y no me enteré. Me parece que es el gran debate. En un momento un personaje plantea “por querer a dos personas no querés menos”. Yo creo que un poquito sí. La obra te deja pensando, pero a mí sí me parece que es medio egoísta contarlo. ¿Qué hace el otro con esa información?

-¿La obra genera debate entre el público?

-El espectador lo agradece un montón, porque se desdramatiza un poquito esto de “pasó esto con mi pareja”. La gente se va contenta, porque se ríe, pero alguno también se va replanteándose cosas a resolver en sus relaciones.

-¿Te gusta la rutina del teatro?

-Es lo que más me gusta del teatro. Además, lo tengo a Martín [Campilongo], mi marido, con Esperando la carroza, a una cuadra, entonces lo busco y comemos por ahí. Me encanta.

-¿Cómo llevás el salir de casa y dejar a los chicos, con lo familiera que sos?

-Me cuesta, ya no estoy acostumbrada. La dinámica familiar pasa a ser: yo trabajo de día y siempre el que se va es Martín. Nosotros comemos en familia, él llega después y yo siempre lo espero, a cualquier hora. Pero es raro que yo salga, me ocupo de las chicas, de su comida y, si no estoy, en seguida me están sacudiendo el teléfono: “Qué comemos”. Aunque están grandes… Agarré la obra también porque es verano, si fuera durante el año tendría la rutina del colegio. Y yo no tengo la estructura de niñera que duerme en casa. Me ocupo yo de todo.

-Santino, tu hijo más grande, decidió ir a probar suerte al exterior. ¿Cómo fue para la mamá que el hijo varón dé el paso?

-Por un lado, un golpazo, por otro es su camino y está buenísima la experiencia, pero yo no los crié para que se vayan. Además, no te queda otra que apoyarlo porque es su sueño. Y pasa que con Nueva Zelanda el horario son 16 horas más. Él se ponía el despertador para los cumpleaños, porque era un día y medio después. Pero creció un montón, volvió hecho un hombre, se alquiló una casa en el mar re linda, hizo amigos de todo el mundo, trabajó un montón, se compró un auto. Hizo un montón de cosas en un año. Pero lo extrañé mucho. Después como que se te pasa un poco el miedo. A mí me pasa que cuando están los cuatro en casa, apago el teléfono, pero todo ese año lo tuve prendido todo el tiempo, porque estaba muy lejos. Con los meses como que te acostumbrás: lo escuchás bien, contento, lo ves sonreír. Y además la comunicación hoy en día es maravillosa.

-Pese a que Santino e Isa tienen a su papá, vos encontraste en Martín esto de formar una familia y que se adapten todos bien. Uno los ve y son todos una familia mucho más que un ensamble, ¿no?

-Lo que pasa es que Martín conoció a los chicos de muy chiquitos: tenían uno y dos años, entonces ya como que funcionamos como familia siempre así, yo ya separada de Germán [Barceló]. Los chicos no tienen recuerdo mío viviendo con Germán, que se casó después con Mavi [Cerain]. Crecieron así, y Martín, pobre, que era un soltero con su loft en Palermo, se pasó ahí a los pañales y la mamadera. El primer verano en Carlos Paz fue genial. Arrancó entre nosotros una historia de amor pero con dos hijos, todo un quilombo, con mamá que vino ese verano también, y él se adaptó. Me decía que lo enamoró verme como madre. Yo tenía 30 años.

-Siempre dijiste que Martín llegó para sanar una historia de amor que fue complicada.

-Sí, él llegó y fue como lindo. En vez de salir corriendo, se quedó. Este año cumplimos 20 años y lo vamos a festejar. Un festejo loco. Aunque yo todavía tengo para festejar mi cumpleaños de 50, que fue en diciembre.

Campi y Denise Dumas, una pareja de 20 años

-¿Cómo te pegó?

-A mí las décadas me pegan raras. Pero bien, los 50 me agarraron como más tranqui. De hecho lo estoy diciendo. Si no, no digo mucho mi edad. Es raro, porque por un lado me encanta cumplir años, veo a mi familia bien, pero por otro digo: “Se me va acabando la vida”. Pero trato de verlo al revés, como que vienen etapas nuevas.

-A los 40, te cortaste el pelo. A los 50, ¿algo?

-No, me agarraron mejor, con otra tranquilidad, con querer disfrutar mucho más. Están buenos los 50. Estoy contenta, con ganas de disfrutar, con menos ganas de trabajar. Amo este trabajo, pero me agarró más “vaguita”. Todo el mundo me dice que tengo que empezar a hacer gimnasia. Nunca hice, pero tengo que empezar.

-La genética te ayudó.

-Sí, me ayudó estéticamente. Hay que ver por dentro qué está pasando.

-Volviendo a la fiesta, ¿qué planearon con Martín?

-Primero íbamos a hacer mi fiesta de 50, y ahí le dije: “Podemos juntar las dos y modificamos los gastos”.

-¿Y renovar los votos?

-¿Te parece? Decirle a los chicos: “Me pongo de nuevo el vestido de novia”. Me encantaría, pero no: fiesta, a festejar la vida y que los chicos traigan amigos.

-Siempre dijiste que el humor te salvó, en momentos como, sin duda, lo más trágico, que fue la pérdida de tu hermana, ¿no?

-Sí. Queda un vacío tan grande… A mí se me dio por tratar de taparlo, que es imposible, pero fue mi manera. Cada uno con el dolor hace lo mejor que puede. Están los que quieren hablar de eso. Mamá quería hablar, y yo ahora que soy madre la entiendo, pero papá y yo, no. Para los que no conocen la historia, yo tenía 11 años cuando Janine, mi hermana de 16, se muere en un accidente de auto. Y Max, mi hermano de 18, se convirtió en un hombre, se terminó casando a los poquitos años. Te cambia mucho esa situación. Yo seguía viviendo con mis viejos, que me dieron una vida muy linda, siempre acompañada y llena de gente y de amigas. Mi casa siguió teniendo vida. Y a mí se me dio por “bueno, está todo bien”, salgamos adelante. Ahora veo cómo lo transité. Me acuerdo de estar ahí, de abrazarnos, de decir vamos a poder salir, con 11 años. Lidiamos con muchas cosas. La gente que lo pasó lo sabe: el cuarto vacío. Ella y yo compartíamos todo. Yo dormía con ella. Ahora a la distancia digo: “¿Cómo lo pasé?“.

-Con el tiempo lo pudiste contar. Muchas veces eso sirve para ayudar a otro, pero me imagino que todo ese proceso y ese camino, más allá de tu alegría para el afuera, el dolor siempre está ahí.

-Sí. Me pasó, después de mi separación, que creí que lo tenía mucho más resuelto, más “acomodado”. Yo decía: “Al ser una niña es como que lo acomodás distinto”, pero no, no es gratuito a ninguna edad. En cualquier momento te lleva puesto, pero sí nos permitió igual ser felices con eso en el medio, con gran trabajo de mis padres. Lleva mucho tiempo, y siempre va a estar. Nuestra vida es como “un antes y un después de”, pero igual pudimos ser felices todos y cada uno, y mismo mamá. Sé que ella está esperando volver a encontrarse con papá y con Janine, es como su meta, pero logró salir. Y eso es un mérito enorme. Cuando volví a hablar de eso, si escarbo un poquito, ahí hay todo una cosa enorme, pero igual nos permitió ser felices.

-¿La recordás, la soñás, hablás con ella?

La recuerdo un montón. Recuerdo mucho mi infancia, cómo era tenerla. Yo me peleaba con ella, nos llevábamos cinco años y yo la volvía loca, la hinchaba. En el colegio me iba a la clase de ella porque odiaba el colegio. Estaba con sus amigas y me metía en el medio. La molestaba mucho. La recuerdo pero no me imagino cómo sería mi vida con ella, porque es como que ya crecimos con ese dolor, con esa ausencia, con esa dinámica. Y a papá, sí lo sueño, lo extraño, le hablo, le pido cosas, me busca todo lo que necesito. Les digo a los chicos: ‘Pídanle a papá, que él te encuentra todo’. Él tenía 57 años cuando falleció y yo, 24. Me casé con Germán con él ya muy enfermo y a las dos semanas falleció. Me pudo ver y no me quedó nada pendiente con papá. Estuve hasta el último momento, disfrutamos hasta donde pudimos. Me quedó pendiente que no se enferme, que viva, que disfrute de sus nietos. Lo sueño, me aparece y lo tengo presente de una manera linda. Me acostumbré a que no esté, pero igual está, le hablo.

-Martín perdió a su papá también y a su padrastro, dos personas importantes en la vida de ustedes, y decidieron hacer un viaje en familia con la suegra, la mamá, los chicos: recuerdos que no se los van a olvidar ni ellos ni ustedes.

-Tal cual, antes de que pase lo de Charly, mi suegro, marido de Noni, mi suegra, muy presente, siempre buscaba a los chicos dos veces por semana, hacía los asados, y después estaba Roberto, mi suegro. Antes de la pandemia hicimos un viaje con Noni y Charly: “Qué suerte que pudimos disfrutarlos en un viaje así”. Por eso, a partir de ahora, siempre que podemos viajamos todos. Fuimos a Europa, mi sueño, que yo no conocía. Lo organicé todo yo el viaje, pero como eran ocho tenía que pensar las posibilidades desde 80 años hasta 11, todo ese rango: que si alguien se cansa que pueda volver fácil, no tener que andar con las valijas. Este último viaje nos movimos con casi un micro con lugar para valijas. Yo manejando por la Puglia, buscando en YouTube, alquilamos casa, un sueño. Por suerte viene saliendo todo bien, en eso Charly y papá ayudan, tiran las energías. Mamá llegó a decir “ya saqué el seguro médico y ya pagué el traslado de cuerpo, para que lo sepas, porque es muy difícil trasladar un cuerpo, entonces lo tenés gratis, donde sea”. Yo organizando un viaje a Europa y mi mamá pensando en el cuerpo. Volvió, todo perfecto, y camina más que nosotros. Una experiencia única.

-Más allá del trabajo, lo que más disfrutás es la familia, ¿no?

-Sí, el trabajo cobra sentido por la familia, cuando lo puedo disfrutar con ellos. Tampoco me gusta tanto el trabajo [risas]. Martín tiene esa vocación, le encanta.

-Pero tienen su plan B, que es en la vida de campo.

Vamos a terminar siendo Mónica y César. Ese es el sueño. Ahí encontramos como un lugar de descanso, nos escapamos allá los fines de semana. Además, él, los días que no tiene teatro va a ver que esté todo bien. Tenemos nuestros caballos, nuestro burro. Y es un momento de la pareja muy lindo porque son dos días en los que él está tranquilo, yo veo mis novelas colombianas. Encontramos ahí un lugar que nunca imaginamos. Creo que vamos a terminar viviendo ahí.

-¿Te imaginás viviendo ahí?

-Creo que sí, o por lo menos la mayoría del tiempo ahí viendo atardeceres con el mate y con los perros, las gallinas poniendo huevos, granja, todo. Vamos a terminar allá, supongo. Eso también tienen los 50, que empezás a ver otras cosas de las que querés disfrutar. También te das cuenta de que el cuerpo no te aguanta tanto, como cuando hacía el Bailando, el Cantando… Hoy no podría.

-¿Te llamaron ya del Bailando [en el marco de una invitación a los participantes que hicieron historia en el reality, con la vuelta de Marcelo Tinelli]?

-No, me quedo en la tele pública. Yo ya me retiré de la danza [risas]. Ya está. Hoy no podría. ¡Me mato!

-Si te llama el Chato o Marcelo, ¿vas a decir que no?

-¿A bailar? No, ya está. Ya di todo lo que tenía para dar.

-Tendrían que hacer ustedes un reality en familia.

-Lo pensamos. Sería muy divertido. Isa, que es re perfil bajo, dijo: ‘Yo me re prendo’. Los chicos se re prendieron. No me molestaría. Mi vida es medio como un reality.

-¿Estás contenta con todos los proyectos que hiciste en la tele? ¿La tele fue ingrata con vos?

Estoy contenta con todo, mismo hasta de las veces que han sido ingratos conmigo, aprendí dónde quiero o no quiero estar. Uno empieza a priorizar. Valoro mucho ahora trabajar sin esa presión, sin esa locura del minuto a minuto. Estoy más tranquila ahora, pero disfruté mucho, mismo MasterChef, y no reniego de nada. Todo estuvo buenísimo a nivel laburo, y mirá que fui vedette, estuve en Café Fashion, conduje la reapertura del Colón; todo estuvo buenísimo. Lo que me ofrezcan, vamos a ver qué onda. Ser actriz también: hice Montaña rusa, otra vuelta, el fracaso [risas]. La gente decía: “¿Dónde están Gastón Pauls y Nancy Dupláa?“. ”No, nosotros somos los protagonistas”, respondíamos. Pero no lo vivimos como un fracaso, porque a todos nosotros nos resultó el trampolín, nos sirvió un montón y todos seguimos laburando. Fue como un exitazo para nosotros. Para mí fue un antes y un después.

-¿Ese fue realmente el momento en que dijiste “la gente me conoce”?

-Sí. Fue muy raro porque antes de que saliera el programa ya había como toda una movida con el elenco: tapa de Clarín, tapa de LA NACION. Te hacían las notas y llegaban y no sabían ni quiénes éramos. Después, cuando empezamos a grabar y nos hicimos más conocidos, sí, se peinaban como vos y había chicas que esperaban a la salida del canal. Fue la primera vez en que sentí esto de ¡guau!

-¿El momento más popular de tu carrera fue el Bailando?

-Sí, sin duda, porque yo además estaba haciendo Éste es el show, bailaba a la noche, y el Cantando los domingos. Y pasó algo ese año con el Bailando, estaba Ricardo Fort, unos números… Era ir a un shopping y me tenían que sacar con seguridad; me dejaban en la puerta de casa velas, me esperaban a la salida los clubs de fans. Era medio como un Boca-River; estaban las fanáticas de Coki, que te odiaban. Era una época muy fuerte de la tele.

-¿Te considerás de las conductoras que más ha llorado en televisión?

-[Risas] Ahora lloro menos, porque no hago temas tan de llorar. He llorado un montón pero también me he reído a carcajadas. Me he peleado, no tanto, pero tuve lo mío. Soy bastante parecida en proporción como a mi vida. Lloro si los chicos empiezan a contar algo o pongo a Abel Pintos en el auto y lloro. “Ay, mamá, otra vez no”, me dicen. Y me río también a carcajadas y bailo. Un poco lo que se ve es lo que pasa.

-Como cuando surgen peleas mediáticas o conflictos, como la última vez que te vi llorar, en tu propio programa, cuando surgió lo de Vanina Escudero

-La paso muy mal. No me gusta nada. Por ejemplo, si estoy viendo Instagram y aparece un título con mi nombre, se me para el corazón, no me acostumbro. No lo veo, me hace muy mal. Me gusta divertirme en la tele. Igual aprendí. La llevo. Siempre entiendo que si hay una cámara tengo que parar y hablar, porque es nuestro trabajo. Y además me conozco y hablo demasiado. Tengo que aprender de Pampita cuando dice “de eso no hablo”, porque no me sale.

-¿No pasó más nada con el tema Vanina?

-No, ya está todo resuelto así.