La banana de Maurizio Cattelan ya tiene competencia. El 18 de enero, durante la cuarta edición de la Noche de las Librerías en Tandil, el artista Cristian Segura (Tandil, 1976) presentó en ¡Hola! Librería (Sarmiento 729) una obra de arte conceptual “derretible” y para saborear: el Helado Piedra Movediza. El artista distribuyó entre los asistentes el postre en potes con la leyenda “El gris de la historia” (el nombre de la performance).

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Todavía en verano, el 1° de marzo y en ocasión de un nuevo aniversario de la caída de la Piedra Movediza (que tuvo lugar en un año bisiesto, el 29 de febrero de 1912), Segura hará un recorrido especial con una bicicleta de reparto antigua, “como las que usaban los heladeros de antes, para distribuir el helado al pie del Parque Lítico La Movediza y en el barrio que lleva su nombre, en un gesto que conecta pasado y presente, memoria y desaparición, permanencia y movimiento”, dice el artista a LA NACION. Varios sentidos intervienen en la performance.

Helado Piedra Movediza

Con su obra efímera y apta para el paladar, Segura apunta a transformar el acto de comer en un hecho estético en el que la identidad cultural es uno de los ingredientes intangibles más importantes. El color gris del helado, de tonalidad mineral, evoca la superficie de los fragmentos del otrora “monumento natural” al pie del cerro La Movediza. Al comer el helado, observa Segura, los participantes “incorporan” la memoria de Tandil de manera íntima y sensorial. Hasta el público más “alérgico” a las audacias del arte conceptual contemporáneo tiene un talón de Aquiles: el helado.

Cristian Segura

El Helado Piedra Movediza no es un helado común, es una obra de arte comestible que desafía la memoria y los sentidos -dice Segura-. Se reparte en eventos artísticos y culturales como una performance participativa, donde el público no solo lo prueba, sino que además se convierte en parte de la obra”. Segura es egresado del Centro Polivalente de Arte de Tandil; en el país, hay obras suyas en el Museo Castagnino + Macro de Rosario y en el Museo de Arte Contemporáneo de Bahía Blanca.

Una obra de arte que se derrite: el

¿A qué sabe el helado tandilense? “Ese es el gran enigma -responde el artista heladero-. A diferencia de los helados tradicionales, donde el color anticipa el sabor (el verde es menta, el rosa es frutilla), aquí el sabor es un misterio a descubrir. ¿Cómo se traduce la piedra en el paladar? Puede variar, puede sorprender. Lo cierto es que no busca una respuesta única, sino abrir preguntas”. La interpretación de la obra también queda a gusto del que lo prueba.

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En la Noche de las Librerías de Tandil, junto con el helado, Segura presentó microrrelatos de su autoría en los envases, “uniendo literatura y experiencia sensorial”, acota, con pequeñas historias vinculadas con la Piedra Movediza. “El 8 de marzo, el helado tomará una nueva forma en el Museo Municipal de Bellas Artes de Tandil, donde será exhibido en un freezer, servido en bochas sobre piedras reales -anticipa-. El público podrá recogerlo y comer directamente de entre las piedras, borrando aún más la línea entre lo efímero y lo permanente, lo natural y lo construido”.

Me gustaría llevar esta experiencia aún más lejos: montar un carrito de helados frente a la costa, en el Museo MAR de Mar del Plata, junto al icónico lobo marino de alfajores de Marta Minujín, y repartirlo entre quienes visitan el museo -proyecta-. Sería un nuevo diálogo entre arte, memoria y territorio, donde la historia de Tandil y su piedra se funde con el mar, el viento y la cultura de otra ciudad”.

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Segura también creó una cuenta de Instagram para el insólito (mas no insípido) helado, donde publica fotos de bochas grisáceas servidas en piedras y con pequeños frutos y flores, a modo de monumento fugitivo o de naturaleza más comestible que muerta. ¿Habrá en el futuro helados con gusto al Glaciar Perito Moreno, las cataratas del Iguazú, el Valle de la Luna o el cerro Champaquí? Es cuestión de tiempo e imaginación.

Microrrelatos para degustar helados de arte

Iniciales eternas

Dos enamorados grabaron sus iniciales en la roca poco antes de su caída, y siglos después, aún se ven en la superficie rota.

Silencio compartido

Se quedó mirando el vacío donde antes estuvo la piedra y dijo: “Siempre supe que pasaría”. Ella lo besó y siguieron en silencio.

Aceptación

“Cayó”, dijo él. Ella lloró y asintió.

Susurros nocturnos

Aquel que observa la piedra caída en la noche, si se queda el tiempo suficiente, siente un aliento helado en la nuca y una mano que no es la suya sobre el hombro.

Presencia

El párroco del pueblo aseguró haber visto una sombra en la cima justo antes de la caída, y cuando le preguntaron si era un hombre, respondió: “No exactamente”.

El pasaje

La piedra cayó y con ella se abrió un pasadizo secreto donde los niños del pueblo encontraron un mapa con un mensaje: “Síganme”.