“No tenés familiares médicos ni un perfil adecuado. Deberías buscar otra cosa”. De esa forma tan hostil y cruel la trataron a Andrea Gogolín cuando tuvo la primera entrevista para ingresar a la Facultad de Medicina en una universidad privada del Gran Buenos Aires.
Había quedado devastada tras esa “charla”, no podía creer el contenido y menos aun la forma en que la habían tratado. Sintió que ninguna de sus respuestas convencía a los entrevistadores y que cualquier cosa que dijera no sería suficiente para la vacante. Le realizaron preguntas sobre su familia, le cuestionaron por qué no había elegido otra carrera y hasta mencionaron la posibilidad de ser chef.
“También me pidieron que hablara sobre algo de Medicina y mencioné un artículo que había leído en el diario sobre la prevalencia de la obesidad infantil en la Argentina. Su respuesta fue: ´Eso no es interesante´. Fue un golpe, pero no un obstáculo. Me plantearon insistentemente que busque otra carrera. Me sentí angustiada y confundida”, recuerda.
¿Por qué quería estudiar Medicina?
Aquellas palabras que le habían dicho, cuenta, la hicieron llorar durante días. Sin embargo, también la ayudaron a descubrir una determinación sobre sí misma que no conocía.
Desde su adolescencia, acompañar a su abuela a distintos médicos despertó la curiosidad de estudiar esta carrera. “Pero lo que realmente me marcó fueron esos momentos en los que la gente decía: ´Nadie sabe qué tiene mi familiar internado´. Me impactaba esa incertidumbre. También viví situaciones que me hicieron ver la importancia de los médicos en la vida de las personas, como cuando mi papá sufrió un accidente con una amoladora y gracias a una atención rápida, se salvó de milagro”.
Andrea cuenta que lo que más la sedujo de esta profesión era la posibilidad de ser una doctora más humana. “Sabía que la Medicina podía ser técnica y rigurosa, pero también quería demostrar que podía ser cálida y cercana”.
“Sentía la presión del camino que tenía por delante”
Más allá de esa durísima entrevista que había soportado, Andrea estaba dispuesta a intentarlo, a asumir ese desafío y también sus riesgos. Entonces, entre nervios, ansiedad y convicciones rindió el examen.
“Sabía que no entrar era una posibilidad, pero no iba a dejar de intentarlo. Entendía que si persistía sin desanimarme, lo Iba a lograr. Recuerdo que una psicóloga me dijo: ´Ya pasaste por muchas cosas, tenés las herramientas para superar esto también´. Y tenía razón”.
Andrea esperó algunos días que se hicieron eternos para saber si finalmente su nota alcanzaba para ingresar a la carrera o si tenía que salir a la superficie ese plan b que realmente no lo tenía.
“Nos citaron para darnos la nota final. Nos llamaban por apellido. Algunos estaban con sus familias, yo estaba sola. Cuando me dijeron que había aprobado no lo celebré, sabía que entrar era solo el primer paso. Más que alegría, sentía la presión del camino que tenía por delante”.
De la ilusión a las dudas
“Comencé la carrera con toda la ilusión, pero los primeros meses fueron un choque brutal con la realidad. Estudiaba sin descanso y aun así desaprobaba los exámenes. Mi familia, preocupada, me decía: ´Ya lo intentaste, buscá otra cosa´. Pero yo no podía renunciar a mi sueño. Decidí perseverar y aprender a pedir ayuda”.
Entonces, cuenta, se fue acercando a otros estudiantes en los pasillos para hacerles preguntas y de esa manera comenzó a formar lazos con quienes estuvieran dispuestos a enseñarle.
¿Te costó más de lo esperado?
Muchísimo. Pasé incontables horas de estudio y tuve que resignar casi todas mis actividades sociales. Sabía del gran esfuerzo económico que hacían mis padres. Pero encontré apoyo en compañeros mayores que me orientaban con la bibliografía y en mi grupo de estudio.
¿Qué cosas fuiste aprendiendo fuera de la Medicina?
Que comunicar es un arte. No solo importa lo que decimos, sino cómo lo decimos. Las palabras pueden marcar a alguien para siempre. También aprendí que no todos los pacientes quieren saber todo sobre su enfermedad y que eso hay que respetarlo. Y que la humildad es clave en esta profesión: siempre hay algo nuevo que aprender.
En busca de una medina más humanizada
Mientras estudiaba, Andrea comenzó a sentir que una vez que finalizara la carrera quería brindar a sus futuros pacientes una Medicina más humanizada.
“Había vivido de cerca lo que significa ser paciente. Acompañé a mi abuela en interminables esperas en el sistema de salud, escuchaba las quejas de los abuelos, las dificultades para conseguir turnos, vi el poco tiempo que se le dedica a cada paciente, la expectativa de ir a una consulta y volver con muchas dudas no resueltas. Como alumna, en el hospital, les preguntaba a pacientes con enfermedades graves qué esperaban de un médico. Me dijeron cosas como: ´Me gusta que el médico me toque, me dé la mano, sepa mi nombre´. También me contaron lo que les molestaba. Todas esas frases las anoté en un cuaderno que aún conservo y releo de vez en cuando para no olvidar jamás por qué elegí esta profesión y para no perder la verdadera esencia”.
Siete años después de aquel primer día de cursada, con esfuerzo y el apoyo sus compañeros que se convirtieron en amigos, Andrea logró recibirse de médica. “Cuando me recibí me tiraron huevos, harina. Tengo una familia numerosa, todos estuvieron presentes. También encargamos una torta alusiva a la ocasión”, sonríe.
“Me gusta brindarles claridad a mis pacientes”
Andrea trabaja como Especialista en Clínica Médica atendiendo a muchos pacientes que piden un turno en busca de una segunda opinión porque, dice, sienten que no les explicaron bien su diagnóstico o que su problema no fue tomado en serio.
“Me gusta brindarles claridad. Disfruto especialmente atender a pacientes con úlceras o heridas que no cierran. Investigar la causa, darles un diagnóstico y guiarlos en el tratamiento adecuado es algo que me apasiona”.
Desde hace dos años, además, dirige un centro médico en Escobar, un emprendimiento familiar donde emplea los valores de la Medicina Humanizada.
“Mi historia es prueba de que, aunque el inicio sea difícil y el horizonte parezca inalcanzable, las metas claras llevan a alcanzar los objetivos. No importa de dónde vengas ni hijo de quién seas: con perseverancia, humildad y trabajo en equipo, es posible superar cualquier obstáculo”, finaliza.