MAR DEL PLATA.- “Para el actor, hacer temporada es un motivo de felicidad. Mar del Plata siempre ha sido un bastión para el teatro, las obras siguen viniendo, las playas están en su lugar y la ciudad está, cada vez, más bonita”.
Fernando Lúpiz celebra la posibilidad de formar parte del elenco de Cyrano, el clásico de Edmond Rostand, que, desde 2023, está liderado por Gabriel “Puma” Goity.
Acomodado en el bar del foyer del Teatro Tronador -donde se ofrece la pieza-, pide un café y se dispone a conversar con LA NACIÓN, construyendo una charla a agenda abierta donde reflexionará sobre la cruel dolencia física que logró superar, la ruptura con su pareja de varios años y el enfrentamiento con la soledad, y el recuerdo de César Pierry, aquel colega y amigo al que socorrió cuando un accidente en un set de grabación lo llevó a perder la vida.
También aparecerá el recuerdo de otro amigo, Guy Williams, el legendario actor que le dio vida a El Zorro y que Lúpiz acompañó con denodada fidelidad artística y personal.
El actor podría escribir un libro. Anecdotario no le falta. Su vida bien podría ser la biopic de un aventurero que encontró en los sables y la disciplina deportiva de la esgrima una forma de afrontar la vida, con sus más y sus menos, con estricto rigor y conducta casi estoica.
También domó tigres para demostrarle valentía a su hija y, además, hizo de la pintura una vocación que, durante el próximo invierno, lo llevará a exponer, una vez más, en una galería porteña.
En guardia
-¿Qué es la esgrima?
-De la calma sale la explosión, es un deporte noble, anaeróbico, se puede comparar al vínculo de un actor con un director de teatro.
-¿Por qué?
-El actor debe comprender los tiempos que le marcan, tiene que tener precisión, medida, como la esgrima. Además, este deporte te da caballerosidad y glamour. Muchas veces, mis compañeros me dicen “mirá cómo camina Lúpiz”, tengo ese garbo que me dio la esgrima.
También la genética lo dotó de un porte caballeresco que acompaña con educados modales. Como esgrimista profesional, Fernando Lúpiz representó al país en gran parte del mundo. “Me dio muchas satisfacciones”. Su participación en tres Olimpiadas -la primera en Munich, en 1972- e igual número de Juegos Panamericano, con varias medallas en su haber, lo ubican como uno de los representantes más destacados de su metier en Argentina.
-¿Qué vocación es más fuerte, la del actor o la del esgrimista?
-Ocupan igual lugar, aunque debo reconocer que la esgrima fue la que me abrió las puertas de todo.
Sin embargo, entiende que “al actor lo tengo en la piel; siendo muy chico, mi abuela, que era soprano en el Teatro Solís de Montevideo, me enseñó a recitar, así que lo artístico también estuvo en mí desde siempre”.
-¿Qué situación te pone más tenso, el grito “pas de touché” o cuando te marcan los cinco minutos para salir a escena?
-No estoy tenso en ninguna de las dos situaciones, porque, desde muy chico, comencé en la esgrima y también a trabajar como actor.
Si como actor se ganó un lugar público, en el modo profesional de abordar la disciplina deportiva encontró también un sitial relevante: “Soy esgrimista de combate, lo que deseo es competir. No le tengo miedo a los golpes, pero, ante un campeón del mundo, ruego hacer todo bien”, reafirma y no duda en trazar un paralelismo con su rol artístico: “Eso mismo pido antes de subirme a un escenario, donde uno busca estar luminoso”.
Mi amigo El Zorro
“Se me abrieron las puertas con Guy Williams, él me enseñó muchísimo, después comencé a estudiar”, reconoce Fernando Lúpiz. No pasaron demasiados minutos desde el inicio de la conversación y el nombre del recordado actor norteamericano, fallecido en Argentina en 1989, aflora entre sus recuerdos más preciados.
La esgrima, nuevamente el deporte, hizo que el actor que personificó al legendario justiciero en la famosa serie en blanco y negro se cruzara en su vida y modificara el curso del destino de Lúpiz. Vamos por partes para contar este cuento atípico.
A modo de ir reconstruyendo ese rompecabezas, explica que asistió en veintiún oportunidades a Almorzando con Mirtha Legrand. Traer a cuento la estadística tiene un sentido. “La primera vez fue en 1972″. Afirma que aceptó cada convite cumpliendo diversos roles: por su tarea junto a Guy Williams, por su rol de modelo publicitario, como actor y, sin medias tintas, “por carilindo”, según reconoce.
Hay que creer en las paradojas de la vida. En aquella primera “mesaza” a la que concurrió también estuvo invitado Ernesto Bianco, el notable actor que realizó una recordada interpretación de Cyrano. Justamente, debido a esa performance, Gabriel Goity despertó su vocación actoral. “Cuando terminó el programa, Bianco me dijo: ‘Ya que sos modelo, esgrimista y tenés facha, ¿por qué no estudiás teatro?‘”.
-Hasta ese momento, ¿no lo habías pensado?
-No se me había ocurrido.
-Entonces, ¿cómo nació la vocación actoral?
-Cuando, por primera vez, llegó Guy Williams a Argentina me convocaron porque yo era el campeón de turno de esgrima.
-Un émulo de El Zorro.
-Lo conocí en Canal 13, en un pasillo, rodeados de chicos que querían saludarlo. Luego conversamos en el café del Hotel Alvear, donde lo invité a ir al club para que pudiera elegir el arma que mejor le pareciera. Hasta hubo que diseñarle la ropa, porque no había traído nada.
Espadas, sables y floretes a disposición del legendario Zorro. En ese club, el padre de Lúpiz, también esgrimista, le ofreció adiestramiento al actor norteamericano. “Mi padre murió a sus 61 años, cuando yo tenía 21″. Va entretejiendo su anecdotario. Todo confluye en un camino donde Guy Williams, su padre, su afición por la esgrima y su porte de galán lo fueron llevando a transitar un camino atípico.
View this post on Instagram
Es necesario poner en blanco sobre negro ese punteo de una vida que lleva siete décadas. El recorrido sería el siguiente: padre militar que le inculcó la esgrima, abuela soprano nacida en Uruguay que lo impulsó a recitar, un cruce con Guy Williams que le cambió la vida y un porte que, en tiempos de bellezas hegemónicas, le permitieron desfilar y rodar publicidades: “Hice cien películas con los directores más famosos”, dice en relación a los avisos que filmó en su juventud. “Lo que ganaba con cada película, vivía un mes”. Ser modelo compensaba la falta de recursos del Comité Olímpico para apoyar su profesionalismo en el deporte. Nada nuevo bajo el sol.
En publicidad, fue la cara de una destacada marca de ropa deportiva y se hizo muy famoso cuando le tocó protagonizar aquel corto cuya cortina musical decía “batido de Gancia con hielo y limón”. “Yo era el que bailaba”.
En 1978, mientras continuaba con su tarea como modelo y competía en esgrima, la llegada de Guy Williams al país lo llevó a ser su partenaire en el Circo Real Madrid. “Me presentaban como el joven actor argentino, luego que Guy ya había entrado a la pista a caballo”. Fue en esa carpa, montada en Edison y Juan B. Justo de Mar del Plata, donde, formalmente, Fernando Lúpiz debutó como actor. “Con lo que gané en esa temporada me compré un departamento al contado”. Eso les permitió a su madre y a él mudarse de una vereda a otra en la zona de Congreso y dejar de alquilar.
Luego siguió una carrera con decenas de programas televisivos y obras de teatro. “Chantecler, dirigido por Alejandro Doria, fue uno de mis primeros trabajos. En esa ficción, tenía que enamorar a Dora Baret”. Hubo que caracterizarlo para que no pareciera tanto más joven que la encumbrada actriz.
En simultáneo, siempre continuó acompañando a Guy Williams, “estuve 16 años junto a él, fui su mano derecha, terminamos siendo muy amigos, al punto tal que, como apoderado, le cobraba sus honorarios en la Asociación Argentina de Actores”.
Recorrieron varias veces el territorio nacional. “Se llenaban estadios y teatros, siempre quedaba gente afuera”. A la vez de ser su partenaire escénico, Lúpiz oficiaba de acompañante, era quien organizaba la vida del astro internacional y “espantaba” a las multitudes que no lo dejaban ni a sol ni a sombra. “Le pedía a la gente que lo dejaran comer, así luego les firmaba los autógrafos”.
Se había convertido en “el hijo de El Zorro” tanto en los espectáculos como en la vida personal. Incluso, el actor le presentó a la última pareja del estadounidense. Su muerte lo sorprendió en un viaje. Nunca se pudo despedir.
Si su vínculo con Guy Williams es, per se, una historia bastante atípica, aún faltan algunos detalles igual de sorpresivos. De aquellos tiempos de trabajar en el circo junto a El Zorro aprendió el oficio de domador de tigres.
-¿Ingresabas a las jaulas?
-Sí.
-¿Los animales estaban dopados?
-No, al contrario, estaban con hambre.
-¿Con hambre?
-Claro, así trabajaban, porque sabían que luego comerían.
-¿No era riesgoso?
-Sí, por eso me fui. Los animales se peleaban mucho y sentí miedo.
-¿Por qué habías decidido domar tigres?
-Porque me había separado de la madre de mi hija y quería demostrarle a la nena que era un superhombre. No quería perder a mi hija, lo mejor que soy es padre.
Alejandra, hoy de 39 años y radicada en Uruguay, cerca de Chuy, es su única hija. Actualmente, el actor está soltero, luego de su última relación, que duró 12 años. “Extraño mucho a mi perro, se quedó con mi ex en Córdoba”.
Un amor famoso
“Con Adriana Salgueiro estuvimos casi cinco años juntos y a punto de casarnos, la quiero mucho, es una mujer maravillosa”.
-¿Por qué no se concretó la boda?
-Si lo digo, no me lo van a creer. Ella quería casarse en el Santísimo Sacramento. Cuando tomamos la decisión, fuimos hasta esa iglesia para que nos atendiese el cura.
-Lo habitual.
-Sí, pero, cuando nos reunimos con el sacerdote, nos dijo “no se van a poder casar acá” y me aclaró “usted tiene un programa donde las mujeres salen desnudas y hay escenas bélicas. Eso para la Iglesia no está bien”.
El religioso se refería a la telecomedia Detectives de señoras, que protagonizaba Lúpiz junto con César Pierry y que logró convertirse en un gran éxito. En aquella reunión poco fraternal, el religioso también le dedicó unas palabras a Salgueiro: “Usted trabaja en Matrimonios y algo más y sale en bombacha y corpiño”, le dijo a la actriz.
-Evidentemente, el Padre consumía bastante televisión.
-Así dio a entender. Entonces, nos tuvimos que ir. A partir de ese hecho, la pareja comenzó a desgastarse y nos terminamos separando en buenos términos.
-Pensemos en una hipótesis contrafáctica. ¿Qué hubiese pasado si se hubiesen casado?
-Creo que hubiésemos sido muy felices, siempre busqué la felicidad en cada rincón de mi vida.
La tragedia
Luego del suceso de Detectives de señoras, Fernando Lúpiz y César Pierry habían comenzado a grabar Mi socio imposible, una nueva telecomedia que sería estrenada por Telefe, pero que no llegó a salir al aire. Rodando una de las escenas finales del cuarto episodio, junto a Lúpiz y el actor Ricardo Morán, a Pierry le explotó un efecto especial en sus manos.
Un dispositivo probado para causar humareda implosionó al correrse la espoleta. “Eso destruye hasta un acero, así que le voló la mano”. Rápidamente, Lúpiz le hizo un torniquete a su compañero: “Había sangre hasta en el techo, lo llevamos a la calle y, hace poco, me enteré quién era la chica que saqué de un taxi para poder meter a César y trasladarlo al hospital”. Aquella mujer era la actriz Viviana Saccone.
“Lo primero que dijo César, después de gritar por la explosión, fue ‘me cagar… la carrera’, eso es lo que siente un actor, primero el trabajo y luego la salud”.
A pesar de una primera cirugía exitosa, César Pierry falleció a sus 39 años, algo que causó gran conmoción entre sus amigos, colegas y el público.
Un clásico
Cyrano, que nació como producción del Complejo Teatral de Buenos Aires y se estrenó en la sala Martín Coronado del Teatro San Martín en 2023, hoy habita el bellísimo escenario del Tronador marplatense, gerenciado por un grupo que lidera el empresario Marcelo González. Una de las curiosidades de la propuesta es que la temporada en esta ciudad se inició en el mes de octubre, mucho antes del verano. “Nunca un clásico estuvo contratado durante cinco meses seguidos”, sostiene Lúpiz.
“Hay muy pocas historias de amor como Cyrano”, reconoce envalentonado por formar parte de esta experiencia. “La gente quiere ver al Puma, debido a todo el éxito que le roza en su piel”, sostiene con humildad, sabiendo que cada uno de los integrantes del elenco aportan su talento. En su caso, además, la destreza para la esgrima, en el marco de una puesta en escena desmesurada con treinta artistas en escena para darle vida a la historia de ese soldado poeta, valiente y sentimental que acarrea una nariz desproporcionada y un amor que no puede ser con su prima Roxane. Un caudillo que no espera nada del amor y cuyos rasgos físicos los siente como un impedimento para concretar su pasión.
-El de Cyrano es un mensaje necesario de contar hoy.
–Es la máxima expresión de un amor, por es un amor entroncado, frenado, pero que persiste hasta el final de su vida. El de Cyrano es un amor muy puro e incomprendido.
-¿Cómo te llega la propuesta para sumarte a la obra?
-El primero que me llamó fue el Puma, para que lo entrenase en esgrima antes que comenzaran los ensayos.
Durante siete meses, Lúpiz adiestró a su colega en ese deporte que exige precisión y rigurosidad. “Entrenábamos de martes a sábados, para él resultó agradable hacer esgrima y una herramienta muy necesaria para construir el personaje, porque no sería posible un Cyrano que hiciera algo mal en esta disciplina. Ya en el primer acto, que es muy festivo, el personaje muestra su bravura e hidalguía”.
-No respondiste cómo te llega la propuesta de interpretar a Valvert.
-Siempre pensé que mi rol era hacer la puesta de esgrima, pero, después de un tiempo de entrenar con el Puma, le pregunté con quién iba a pelear y me respondió “con vos”.
-¿No lo sabías?
-Hasta ese entonces, aún nadie me había dicho nada.
Finalmente, el director Willy Landin (que tuvo una relación conflictiva y serias diferencias con varios integrantes del elenco) le anunció que personificaría a Valvert. “Fue una sorpresa, porque siempre me llaman para hacer las puestas, ¿qué más podía pedir?”.
Otro desafío
“Me quedan dos curaciones, que no son quimioterapias”, dice entusiasta. Hace tiempo le diagnosticaron un cáncer glandular, del que se recuperó rápidamente. “Cuando me dijeron que tenía cáncer, pensé en mi hija y en que me moría. Hice quimioterapia y, en la sesión número tres, de seis que estaban programadas, cambiamos de tratamiento”.
-Se te ve muy bien.
-Estoy muy bien y sigo compitiendo en esgrima con chicos de 23 años.
-También allí hay una resiliencia.
-Te mantiene lúcido, activo, sano. El esgrimista es como el ajedrecista, piensa muy rápido.
Alguna vez, su padre le escribió en el espejo la palabra “antes”. Lo marcó. Como en la esgrima, le inculcó que ser previsor y adelantarse a los acontecimientos puede ser un posible camino al éxito e, incluso, a la sanación. Aún hoy, Fernando Lúpiz apela a esa fórmula previo a la toma de una decisión trascendental. “Antes”.