El término circuló por el ambiente de las criptomonedas en la pospandemia: los “años perro” hacían alusión a la aceleración de cambio que estamos viviendo: lo que se pronosticaba que iba a llegar en 7,8, 9 años (el proporcional perruno de un año de vida humana) ahora tiene una compresión de tiempo a uno o dos años. Con los sucesos de las últimas dos semanas en el campo de la inteligencia artificial, esta analogía se queda corta, y ya hay que buscar animales que vivan menos para describir mejor lo que está pasando. ¿Qué tal instalar un “año hámster”, equivalente a 27 años en uno humano?

Hace cuatro años, cuando salieron los primeros modelos de GPT3 (dos años antes de la difusión de ChatGPT), los pronósticos de alcance de una “Inteligencia Artificial General” (“AGI” en inglés, superior a la humana en la mayoría de los aspectos) estaban en un rango de 15 a 20 años, tanto en proyecciones de expertos como en las de sitios de apuestas del sector como Metaculus. En la última semana de 2024, Sam Altman, de OpenAI, publicó un ensayo corto donde se sugería que la AGI podría estar mucho más cerca de lo que se pensaba (e incluso llegar en 2025). En off the record, la mayor parte de los incumbentes del sector validaron esta estimación de una “súper inteligencia” más cercana en el tiempo, entre 2026 y 2028. “AGI” y “agentes” fueron las dos palabras más escuchadas en el CES, la convención tecnológica de Las Vegas, donde el CEO de Nvidia, Jensen Huang, describió un mundo con miles de millones de agentes autónomos más temprano que tarde. La conversación se amplificó en el Foro de Davos y con la asunción de Donald Trump y su anuncio de una inversión multimillonaria en “Stargate”, un programa de apoyo al despliegue de la IA.

Pero todo cambió abruptamente el fin de semana pasado, cuando comenzó a circular DeepSeek, un rival chino de IAG desarrollado con una décima parte del dinero que sus pares de Estados Unidos e igual o más potente. Lo que siguió es historia conocida: derrumbe de las acciones tecnológicas, con OpenAI y Nvidia señalados como los principales afectados (aunque en el segundo caso no está tan clara la visión negativa). Llegó lo que el especialista Kai Fu-Lee (autor de varios best sellers sobre el tema, como AI Superpowers) describió en su momento como el “momento Sputnik” para la mayor economía del mundo: la herida narcisista de lo que sucedió con China y la IA es similar a la que ocurrió décadas atrás en la carrera espacial, cuando la Unión Soviética ganaba por goleada en este campo, y terminó incentivando el programa Apolo que hizo que los estadounidenses fueran los primeros en llegar a la Luna.

DeepSeek, el procesador de IA chino, sacudió al mercado tecnológico la semana última

En el medio, a velocidad de “años hámster” se despliegan en redes mil debates y consideraciones interesantes. Cada una merece ensayos largos y hasta un libro, veamos sólo algunas:

Economía del cambio: arde el debate entre los economistas que miden el impacto en productividad de los nuevos avances tecnológicos. Tomás Castagnino, economista jefe de Accenture, señala la reflexión de una eminencia en el tema, el francés Olivier Blanchard, para quien lo que sucedió el fin de semana pasado con DeepSeek fue “probablemente el mayor shock positivo sobre la TPF (productividad total de los factores) de la historia”. Luego aclaró: “Para ser más precisos (porque el impacto de la invención de la electricidad fue enorme), fue el efecto mayor para un solo día en el valor presente descontado del crecimiento de la productividad total de los factores de la historia del mundo”. En todos los análisis se destaca el carácter de “gran acelerador” de que el avance chino sea de código abierto, mucho más barato para empresas pequeñas e individuos, y por lo tanto también mucho más poroso a nuevas espirales de innovación.

Los rebeldes inflan el pecho: ya mencionamos a Kai Fu-Lee, pero es un buen momento para seguir a autores que suelen nadar contra la corriente y esta vez se sienten reivindicados. Nassim Taleb estuvo muy activo en redes con su concepto de “cisne negro” (en una entrevista con Bloomberg, sostuvo que la baja de Nvidia es “sólo el comienzo” de una corrección mucho mayor en los mercados); y también Gary Marcus, que tiene una inquina especial contra algunas empresas de frontera de IA de los EE.UU. Marcus redobló su apuesta de que OpenAI será finalmente “la WeWork de la IA” en relación al gigante caído, luego de estar arriba del pedestal con mucha soberbia, y que no pudo capturar el valor de la tendencia que se siguió desplegando.

¿Qué nos hará a nuestros cerebros? Hay en paralelo una discusión súper-interesante sobre el efecto del uso masivo de IAG en nuestras habilidades cognitivas. La novedad es que ya hay recorrido de uso a gran escala de ChatGPT y empiezan a aparecer mediciones robustas. Un estudio de investigación (del Centro de Prospectiva Estratégica Corporativa y Sostenibilidad, de la SBS Swiss Business School) con 666 participantes reveló dos semanas atrás la cruda realidad de la dependencia de la IA: un mayor uso de la IA conduce a un menor rendimiento cognitivo. El martes se publicó el nuevo libro de Reid Hoffman, uno de los fundadores de LinkedIn, “Super Agency”. Días antes tuvo una reunión con pocos profesores de Stanford, para anticiparlo, y conversó con Rebeca Hwang, participante del encuentro, sobre este tema: “Yo uso la IA de manera crítica, para desafiar mis ideas; creo que si se usa así no hay riesgo de volvernos más tontos. El problema es cuando se utiliza sólo para amplificar nuestro sesgo de confirmación en las tareas que realizamos, de manera acrítica”, sostuvo Hoffman.

Cambia la matemática del juego: hasta ahora el consenso era que las nuevas tecnologías de la IAG eran muy dependientes de la “fuerza bruta” computacional, y por lo tanto las big tech, con sus grandes bolsillos de capital, tenían una ventaja indescontable. La irrupción de DeepSeek modificó radicalmente este panorama. Hay una cancha menos inclinada ahora para empresas chicas y emprendedores con buenas ideas.

De ingenieros a “susurradores”: la difusión de herramientas cada vez más sencillas de usar para los no expertos en programación abre lugar a lo que el emprendedor Alan Daitch llama “una nueva era de los generalistas”. El término “ingeniero de promps” fue reemplazado en popularidad de uso por el de “susurradores de IA” (“AI whisperers”). Se alude de esta forma a habilidades intuitivas (en la frontera entre lo técnico, las ciencias y el arte) para detectar rápidamente qué conjunto de herramientas de IA son las mejores para llevar a cabo una tarea.

En China, epicentro de la revolución de la última semana, el 29 de enero comenzó un nuevo año, el de la “serpiente de madera”. La serpiente es el sexto signo del zodiaco chino y está asociada con la sabiduría, la intuición y la capacidad de transformación. El elemento Madera, que acompaña a la serpiente este año, simboliza crecimiento, creatividad y renovación. Un buen augurio para un año lleno de paradojas, entre otras, como se bromeó en redes, que ChatGPT haya perdido su empleo por los avances en la IA.