El 25 de diciembre de 2017 marcó un antes y un después en la carrera de Jorge Sampaoli. Era el conductor del seleccionado argentino, el sueño de cada DT. Lo tenía todo: fama, dinero y prestigio, envalentonado por un nutrido grupo de violinistas del teclado, por su juego audaz, por su vértigo sin principio ni final. Había reemplazado a Edgardo Bauza, de otra filosofía, víctima de los desmanejos de la vieja AFA. El hombre de Casilda, sin historia en nuestro medio, representaba el paladar.

Esa madrugada fue el principio del fin, no como técnico de fútbol, sino como hombre público. Tal vez, de algún modo, en un lugar de su corazón, ese grosero desliz que exhibe parte de su forma de ser haya influido en el derrumbe que mantiene como conductor de grupo (no solo en el ámbito de los resultados, al fin de cuentas, lo que más importa) en los últimos años de su carrera.

Una imagen, de aquel viejo incidente

Fue cuando protagonizó una escandalosa situación en la madrugada del domingo, durante un control de alcoholemia que se realizó en Casilda, su ciudad natal. El técnico reaccionó con furia, después de que los uniformados solicitaron que se bajaran algunas personas del automóvil en el que se trasladaban ocho pasajeros.

Sampaoli, que viajaba en uno de los asientos traseros, se bajó del auto e increpó a uno de los inspectores. “¡Boludo, ganás 100 pesos por mes!”, gritó el entrenador, que debió ser contenido por sus allegados mientras se retiraba de la escena. El hecho se produjo a pocas cuadras del hotel Cuatro Plazas, en el centro de Casilda, en el que Sampaoli estaba hospedado. El hecho que se viralizó en las redes sociales sucedió luego del casamiento de Sabrina, la hija del DT.

El Sabio de Casilda, como algunos lo conocen en su ciudad, tuvo una breve carrera como futbolista y una extensa trayectoria como DT; en los primeros tiempos, en países como Perú, Ecuador y Chile. En la U, sobre todo, causó una revolución, que continuó en el seleccionado trasandino, al conseguir la Copa América de 2015, frente a la Argentina de Leo Messi, tiempos de finales perdidas y penales al cielo.

Se fue a Sevilla y lo abandonó para ser parte del seleccionado. La clasificación para Rusia fue un trauma y la estadía en el Mundial, un bochorno. Todo lo que se cuenta tiene una hipótesis: pudo haber sido cierto. Samapoli lo dijo alguna vez: “Yo me hago cargo de lo mío. En toda mi carrera, siempre supe que no me podía hacer cargo de las alegrías y de las tristezas del público. Ni cuando ganamos ni cuando perdemos. Si no, me estaría comiendo la película que el sistema te propone…

“Aquello fue un proceso complicado. El equipo no estaba tan armado. Hicimos esfuerzos por armarlo, pero no sucedió. La gente creía que yo podía cambiar la realidad del fútbol argentino, y no pasaba por eso (…). Entiendo que cuando las cosas no salen bien, hace falta buscar culpables. A mí me alcanza con reprocharme, en mi intimidad, lo mío. Nunca tuve la necesidad de hablar de nadie. Un amigo mío dice que el fútbol es un deporte que muere en cada fin de semana y renace cada tres días. Los mejores entrenadores son los que se ocupan de renacer”.

Sampaoli, en tiempos de Flamengo

No pudo renacer. Y tuvo oportunidades de oro, millonarias. En Santos dirigió 64 partidos, en Atlético Mineiro, 45, en Marsella, 67, volvió a Sevilla (una vez, Marcos Acuña destrozó un papel con indicaciones que le había entregado un reemplazante), regresó a Brasil, en Flamengo (sólo 39 encuentros) y ahora, acaba de ser despedido (como en los otros destinos), luego de diez partidos en una pequeña entidad de Francia. Perdió 7, ganó 3.

El Rennes anunció este jueves la ruptura “de mutuo acuerdo” con el entrenador santafesino y su reemplazo por el exinternacional senegalés, Habib Beye. La decisión llega en un momento complicado para el club, que está decimosexto (antepenúltimo) en la liga francesa de fútbol, en posición de repechaje por la permanencia y amenazado por los puestos de descenso directo. Sampaoli, de 64 años, había llegado a mediados de noviembre en reemplazo de Julien Stephan, que había sido despedido cuando el Rennes era decimocuarto.

El exseleccionador de la Argentina y Chile nunca encontró la fórmula en este tiempo, al perder siete de diez, incluyendo una eliminación en la Copa de Francia ante el Troyes, un club mal situado en la segunda división. “Siento que tenemos todavía la posibilidad de hacer algo para que este club salga de esta difícil situación”, había afirmado Sampaoli después de la derrota por 3-2 del pasado sábado en Mónaco, su último partido.

Así acaba de modo decepcionante su segunda etapa en el fútbol francés, después de haber dirigido anteriormente al Marsella en 2021/2022. Al llegar a Rennes tres meses atrás se había declarado “admirador de la liga francesa”. Pero en ningún momento su permanencia sirvió de revulsivo al equipo, cuya imagen siguió siendo gris. Sampaoli fue pronto criticado en Francia por sus decisiones tácticas y por no encontrar la manera de motivar a un grupo hundido anímicamente.

Y en el medio, gritos, insultos, escándalos (con sus propios jugadores, con rivales, con las autoridades).

Cuando se presentó en Rennes, en la rueda de prensa surgió una pregunta incómoda: por qué, desde que se fue de la selección de Chile en 2016, dura tan poco en cada destino. “Mi nivel de exigencia es a menudo demasiado alto en comparación con las expectativas de los clubes con los que he trabajado. Pero soy consciente de que estas ambiciones pueden ser poco realistas y quizás inalcanzables. Es algo que necesito cambiar. Tengo que mejorar este aspecto si quiero quedarme más tiempo en Rennes”, advertía, con naturalidad.

Un gesto del santafesino, durante su estadía en Rennes

Y agregó: “Tengo mi propia forma de vivir el fútbol, que es excesiva, por supuesto, pero también es mi manera de expresarme para no perder, porque odio la derrota. Debido a mi carácter, quiero dar a mi equipo todas las oportunidades para ganar”. Estuvo un año y dos meses sin un equipo, de Brasil a Francia: el derrumbe deportivo no lo toma desprevenido, más allá de los suculentos contratos que rubrica. Hincha de River y con simpatía por “la escuela de Newell’s”, no pisa la Argentina. La Liga Profesional, evidentemente, lo mira de costado.

“No escucho y sigo”, recita aquella emblemática canción de Callejeros. Sampaoli, admirador de la primera hora, lo toma al pie de la letra. En el fútbol y en la vida.

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