“Era chica, incómoda y muy oscura. Desde un inicio supimos que había que hacerla desde cero”, afirma la arquitecta Cecilia Fidanza sobre la cocina de un departamento que reformó hace un tiempo. Ubicado sobre la coqueta avenida Alvear, el lugar es el pied-à-terre que una familia de zona Sur tiene en Recoleta.
Clásico de otros tiempos, el formato original tenía una una clásica cocina pasillo, un pequeño lavadero y dependencia: una cantidad de ambientes compactos y compartimentados que no respondían a las necesidades de los dueños de casa. Como parte de una reforma integral, la arquitecta se enfocó en transformar el espacio y darle una nueva vida.
Demoler para renovar
Los dueños buscaban que –además de como cocina y comedor diario– el ambiente se pudiera usar también como espacio de trabajo. Para ello, era esencial ganar metros y generar una sensación de amplitud visual, favoreciendo la adaptabilidad.
Tiramos abajo los muros que separaban a la cocina de un cuarto de servicio, y también un pequeño divisor que marcaba el lavadero. Unificamos todo en un solo ambiente, para que se percibiera como más espacioso, y elegimos tonos neutros con matices
Arq. Cecilia Fidanza, al frente de la reforma
Cocina por pasos
Apenas entrar, armaron una coffee station: trabajaron para compensar unas diagonales incómodas, que generaban un rincón difícil de aprovechar, y consiguieron un sector atractivo y super práctico, con mucho espacio de guardado.
“En el corazón de la cocina ubicamos una mesa redonda y una lámpara de techo que hacen de eje central. Además de sus funciones, con sus tonos y texturas sirven para dar calidez al ambiente”, cuenta la arquitecta.
Lavadero integrado
Bajo el mismo menú de materiales y tonos aparece el lavadero: cambiaron la orientación y limitaron el espacio de guardado en altura (debido a que ya lo habían ampliado en otro lado), despejando ese muro. Las ventanas mantuvieron su ubicación, ya que pertenecen al contrafrente del edificio, pero pudieron cambiarlas.