“Oh, Dios mío. Me estoy viendo en la pantalla. Es horrible. Hola”, dispara Kieran Culkin, una de las pocas personas -tal vez la única- que podría reaccionar con espanto ante la imagen del intérprete. De hecho, desde esta semana, gracias a la nominación a mejor actor de reparto para los premios Oscar que consiguió por su su papel en Un dolor real, la notable comedia dramática que se estrenó el pasado jueves en la Argentina, en competencia también en el rubro de guion original, está claro que la opinión unánime sobre su trabajo es de admiración. Pero a él que lleva 35 de sus 42 años frente a las cámaras le cuesta sacudirse la incomodidad de tener que mirarse mientras contesta por Zoom las preguntas de un grupo de periodistas entre los que estuvo LA NACIÓN.

Jesse Eisenberg y Kieran Culkin en una escena de Un dolor real

Lo suyo no tiene nada de pose ni un capricho de estrella sino que es una de las tantas maneras en las que expresa su autenticidad y modos espontáneos, lejos de toda la artificialidad que suelen exhibir muchos de sus colegas en estas circunstancias, durante la entrevista. Nada en la forma en la que Culkin contesta las preguntas sobre el film y su personaje, por los que ya fue premiado con un Globo de Oro, suena calculado o ensayado. Si hay alguna cuestión que lo desconcierta y para la que no encuentra una respuesta adecuada, lo dice. Pide disculpas, promete pensarlo para otro momento y en el mismo aliento admite que ese momento de reflexión no llegará nunca, se ríe, se pone de pie para cerrar la puerta de la coqueta habitación en la que transcurre la charla y sigue.

Ese derroche de energía algo caótica lo acerca bastante a Benji, su personaje en Un dolor real, la historia del viaje de los primos adultos David (Jesse Eisenberg) y Benji Kaplan hacia Polonia para visitar el pueblo natal de su familia obligada a huir -como el resto de las familias judías- del lugar durante la Segunda Guerra Mundial. La muerte de la abuela de ambos pone en marcha un recorrido geográfico y hacia el pasado que aviva viejas heridas, y ese dolor sin forma ni sanación aparente que impregna el vínculo entre los primos.

Los primos Benji (Kieran Culkin) y David (Jesse Eisenberg) en una escena de Un dolor real, un viaje a los dolores -y el humor- del alma

Escrita y dirigida por Eisenberg (Red social), la película equilibra sus temas más sombríos, en el motor de la trama es el tour dedicado al Holocausto que incluye paseos por monumentos históricos, almuerzos en restaurantes típicos y una visita a un campo de concentración, con un humor tan preciso como sutil. Claro que el preciso y efectivo guion de Eisenberg cobra vida, espesura y sentido gracias al elenco que además del dúo central incluye a Jennifer Grey, Kurt Egyiawan, Daniel Oreskes y Liza Sadovy como el resto de los integrantes del tour y Will Sharpe, encargado de interpretar a James, su guía. Es entre todos ellos que Culkin, como lo hacía en Succesion, atrae la mirada, despierta la curiosidad y la empatía aun cuando, como sucedía con Roman Roy, su Benji sea, por momentos difícil de querer e imposible de aguantar.

-¿Te parece que hay elementos en común entre Roman y Benji? Ambos cargan con bastante angustia y dolor pero pueden ser encantadores.

-Para mí son muy diferentes. Por supuesto que no puedo evitar que tengan la misma cara y la misma voz, pero me parece que están en momentos muy diferentes de sus vidas. En el caso de Benji, creo que siempre fue una persona sensible, que necesita a su familia y no se cansa de decirles constantemente cuánto los necesita y que se siente abandonado por ellos. La única persona con la que contaba, su abuela, ya no está. Se siente perdido, sin rumbo. En ningún momento durante el rodaje pensé que se parecía a Roman, a quien desde el primer día imaginé como un tipo que nunca tuvo que pagar por las consecuencias de sus actos, que siempre pudo evitar hacerse responsable de sus acciones. Alguien que siempre caía parado. Benji no es así. Su falta de filtro y su expresividad son invasivas y al mismo tiempo es alguien que tiene mucho amor para dar, mucha empatía y que conecta con los otros de manera instintiva y profunda. Aspira a establecer esos vínculos mientras que Roman podía ser encantador pero solo si tenía algo para ganar de esa interacción y si no lo tenía… Adiós. Perdón si me extiendo en esta respuesta, si divago un poco, pero es algo en lo que estuve pensando mucho. En el caso de Roman, creo que él necesitaba a su familia para elaborar su propia identidad, solo sabía quién era en relación a como lo veían su padre y sus hermanos. Mientras que Benji sabe quién es y lo que reclama es amor de una manera casi infantil. No sé, hay diferencias, similitudes, todo eso.

Kieran Culkin como el inolvidable Roman Roy, uno de los hijos sufrientes de la serie Succession

-¿Y hay algo de esos dos personajes en vos?

-Bueno, ciertamente conozco a gente como ellos. En el caso de Benji, lo que más llama la atención es que puede ser la persona más agradable del mundo o la más hiriente y nunca sabés con cuál de los dos te vas a encontrar. Puede que yo tenga una pizca de esa ciclotimia pero me gusta pensar que soy algo más previsible y que tengo mejor control de mis emociones que el personaje. Para mi, la forma en la que Benji responde al mundo es muy sorprendente y fue algo que estaba muy bien plasmado en el guion y lo que me hizo querer interpretarlo. Eso de nunca saber qué iba a decir o hacer de un momento para otro. Ya desde la primera vez que leí el texto sentí que lo entendía a él y a su relación con David.

-Sin embargo, en un principio rechazaste el papel, ¿no?

-Lo cierto es que mi entusiasmo siempre estuvo ahí, no dude de querer hacer la película pero al mismo tiempo no quería viajar a Polonia para el rodaje, quería quedarme en casa con mis hijos. Pero ahora puedo decir que estoy contento de que Jesse insistiera.

Jesse Eisenberg y Kieran Culkin durante el rodaje de Un dolor real

Lo que Culkin no explica, tal vez por pudor, es que la actriz dos veces ganadora del Oscar, Emma Stone, productora de la película y amiga de ambos protagonistas, fue quien lo recomendó para el papel y quien tuvo que intervenir para convencerlo de continuar en el proyecto cuando el actor amagó con abandonarlo a pocos días del comienzo del rodaje. Según Eisenberg, ella fue la que lo ayudó a evitar cometer el error de interpretar él mismo a Benji, un personaje tan “desquiciado” que encarnarlo al mismo tiempo que debía dirigir la película habría resultado demasiado complicado. La alternativa, contó el director en varias ocasiones, fue acudir a Culkin, a quien admiraba hace años y había conocido a través de Stone cuando el actor de Succession y la actriz estaban de novios. “Kieran tiene un carácter inusual, puede ser brutalmente honesto y al mismo tiempo ser muy amable e increíblemente sensible”, explicó Eisenberg sobre su actor protagónico aunque podría estar hablando también del personaje que le escribió.

Una nueva experiencia

-¿Cómo fue actuar con Jesse y al mismo tiempo ser dirigido por él?

-Después de leer el brillante guion que escribió, la única incógnita que me quedaba era cómo iba a ser Jesse como director. Había visto su primera película (When You Finish Saving the World, disponible para comprar en Apple TV) y me había gustado mucho, pero no tenía idea de cómo sería ser dirigido por otro actor que además tiene mi edad. Al haber comenzado a actuar en la infancia, cuando todo el mundo en el set era un adulto y tenía mucha más experiencia de vida de la que tenía yo, ahora es un poco raro haber llegado al momento en el que los realizadores tienen mi edad y la misma experiencia, o a veces incluso un poco menos. Me ha costado adaptarme a eso, pero en el caso de Jesse fue realmente inspirador verlo trabajar en el set.

Kieran Culkin y Jesse Eisenberg interpretan a Benji y David Kaplan, dos primos hermanos que en un viaje a Polonia descubren mucho más que el pasado familiar

-¿Te inspiró para querer intentar con la dirección en un futuro?

-La respuesta rápida es que sí, pero no. Es decir, no creo haber sentido nunca el deseo de dirigir, pero al ver cómo lo hizo él me hizo pensar un poco en eso, porque tenemos la misma edad y él también es actor. Si alguna vez se me ocurriera la idea de dirigir algo, lo querría hacer del modo en que Jesse lo hace. Pero eso no implica que vaya a hacerlo, sino que me fascinó como él se rodeó de gente capaz, en la que confía y se apoyó en ellos. Me demostró que la realización puede no ser algo que dé miedo.

-¿Hasta qué punto llegó ese espíritu colaborativo? Jesse dijo más de una vez que tenía el film completamente planificado aún antes de que el resto del equipo llegara a Polonia.

-Honestamente, durante los primeros días de rodaje tuvimos un choque de estilos. Yo venía de trabajar por más de cinco años en Succession de un modo totalmente libre, al punto de que nunca sabía dónde me iba a parar en el plano o si me iba a mover o directamente salir de la escena. Tanta libertad no suele encontrarse en el set de filmación de una película. Así que fui preparado para adaptarme a eso. Mientras tanto Jesse tenía todo super planificado y de hecho, unos días antes de que comenzara el rodaje se ocupó de grabar toda la película con su teléfono. Eso resultó en que me dijera cosas como: “Ahora te vas a parar ahí”. Y que mi respuesta fuera: “¿Por qué y cómo sabés que voy a hacerlo?” Sé que mis preguntas lo confundían. Era lo que él había planeado y visualizado y yo se lo estaba cuestionando. Lo desconcertaba que yo no me parara en el lugar asignado simplemente porque para él “funcionaba”. Esa dinámica continuó por un par de días, hasta que yo me acostumbré a su estilo de trabajo y él se relajó un poco y me dejó intentar algo menos estructurado. Porque ¿sabés qué? Quizás me voy a parar en mi maldita marca. Tal vez el director tenga razón, pero se trata de averiguar juntos si eso es así. Jesse supo hacer que hacer Un dolor real fuera un esfuerzo colectivo, que es exactamente lo que yo como actor quiero sentir.