Como muchas historias de pequeños emprendimientos, la de “La Aldea” comienza en el garage de un hogar. Allí, Andrés Estévez improvisó una cocina y arrancó a probar diferentes recetas de medialunas. Estaba convencido de que esta factura, tan arraigada a la cultura argentina, necesitaba una “vuelta de rosca”. Durante más de nueve meses probó diferentes combinaciones. El joven no tenía experiencia, pero sí muchas ganas de encontrar una fórmula con buena “esponjosidad y un rico almíbar”. “Hice muchas pruebas, muchas de ellas eran incomibles. En más de una oportunidad me dieron ganas de abandonar el proyecto”, cuenta a LA NACIÓN. Continuó mirando videos con diferentes tutoriales a través de internet y también leyó libros de recetas de su madre, sin embargo, ninguna salía como esperaba. “Finalmente con un VHS de mi mamá pude encontrar el toque que me faltaba”, rememora, sobre los inicios del emprendimiento que arrancó a puro pulmón. Hoy, “su casa de medialunas”, como le dicen cariñosamente, se transformó en un clásico de Belgrano.

Las medialunas, en un principio ofrecían cuatro variedades: manteca,  grasa y rellenas de chocolate o manzana.Budines, pastelitos, chipas y otros que no son medialunas sepueden encontrar en La ALdea.

Corría el año 2008 y Andrés estaba trabajando en el café de un tío. “Yo justo había sido papá y un poco la idea surgió por una necesidad económica. Recuerdo que el proveedor de medialunas que teníamos en el bar todas las semanas aumentaba más y más. Entonces, se me ocurrió probar de hacerlas yo. De esta manera generaría también un ingreso extra para casa”, asegura, quien arrancó en el rubro de la gastronomía a los quince años. Estévez cuenta que desde pequeño es fanático de esta factura que combina bien con todo: desde un café con leche, mate, jugo de naranja, hasta con jamón y queso. “Sin dudas, forma parte de nuestra cultura y sobre todo del porteño. El café con leche con 3 medialunas aún persiste en ciertos bares. Es parte de nuestra identidad”, dice, quien considera que las facturas de Mar del Plata son deliciosas. “Son increíbles dicen que el agua podría tener que ver. A mí parecer la mejor, en su momento, era la de la panadería La Boston”, opina.

Probaron muchas recetas hasta llegar a la que le gustaba a Andrés, su propietario.

Tras varios intentos, Andrés llegó a su “receta ideal”. “Tenía la meta de lograr un producto rico y que me guste a mi principalmente. Por suerte la receta, de a poco, salió mejor “, agrega, quien primero arrancó a elaborarlas a mano y luego pudo comprar las máquinas necesarias para agilizar el proceso. Sus medialunas gustaron y mucho. El primer cliente fue el bar de su tío, pero luego arrancó a patear la ciudad de Buenos Aires en busca de nuevos emprendimientos gastronómicos para ofrecer sus productos. “Conseguimos lograr algunos más, pero la verdad no era fácil que los lugares quisieran cambiar de proveedor”, rememora, sobre las diferentes piedras que atravesó en el camino.

Las primeras medialunas se vendieron en el bar del tío, pero los clientes fueron en aumento.

El cambio: la venta directa

Años más tarde, en el 2012 a Andrés y a su familia se le ocurrió una fantástica idea: abrir un local a la calle con venta directa al público. “Fue el momento de dar el salto”, asegura. La gran apertura llegó en el 2013 en el barrio de Belgrano sobre la Avenida Olazábal 3664. Al pequeño rinconcito, en el que siempre hay aroma a medialunas recién horneadas, lo llamaron “La Aldea”. “El nombre surgió por un viaje a la Cumbrecita.  Nos enamoró esa pequeña Aldea de Córdoba”, recuerda. Su madre, Alicia, también se sumó al proyecto en el sector de pastelería: se encargaría de los budines y las masas.

De la gran estrella, las medialunas, en un principio ofrecían cuatro variedades: manteca, grasa y rellenas de chocolate o manzana. Desde el primer día, tuvieron fila en la puerta. “Superó ampliamente nuestras expectativas y ya el primer fin de semana se terminaba todo lo que habíamos horneado. El barrio nos dio la ayuda para poder crecer mediante el boca a boca de nuestros clientes, fue increíble”, confiesa emocionado. En el último Mundial, donde Argentina se consagró Campeón, batieron un récord: vendieron casi 2500 unidades de medialunas en un día. Con el tiempo, fueron sumando otras variedades: membrillo, crema pastelera, dulce de leche (muy solicitadas por los habitués) y rellenas con jamón y queso.

El último paso del proyecto fue la apertura del local con venta directa.

Lograr una buena medialuna

Andrés considera que es importante la materia prima y respetar los procesos de leudado. “A mí me gustan las medialunas aireadas y livianas con la cantidad de almíbar necesario para que esté húmeda”, cuenta. Su almíbar lleva solamente dos ingredientes: azúcar y agua. “Hay muchas opciones distintas con aromatizantes pero nunca quisimos cambiar”, confiesa. Con los años, también sumó al repertorio otros clásicos: sándwich de miga, alfajorcitos, budines y para los fanáticos de los sabores salados los chipá.

No todo son medialunas, hay otras preparaciones y por quienes quieren salado están los chipá.

Para Andrés no hay nada más delicioso que el aroma a medialuna recién horneada por la mañana. “Es insuperable. También me gusta disfrutarlas por la tarde en las juntadas familiares con un rico café”, concluye desde su dulce aldea.

El aroma de las medialunas recién horneadas es lo que más le gusta a Andrés.