Durante casi siete meses el edificio de Nogoyá 2718 estuvo dominado por un olor nauseabundo. Ninguno de los vecinos que viven en los 24 departamentos estableció cuál era el origen del putrefacto y penetrante aroma.
Al encargado del edificio que, de lunes a viernes, limpiaba el pasillo del quinto piso, tampoco le llamó la atención que por debajo de la puerta del departamento “20” apareciera fauna cadavérica.
Cada día desde fines de junio, el encargado pasó el lampazo sin advertir la cada vez más nutrida presencia de los insectos que se alimentan de cadáveres.
A nadie, en el edificio le llamó la atención que Silvia, la dueña del departamento “20” del quinto piso había dejado de hacer las compras, tampoco salía a la calle. Pasó el invierno, la primavera y un mes del verano, sin embargo, Silvia no daba señales de vida y tanto el olor como la fauna cadavérica no solo continuaban, sino que escondían un hecho macabro.
Pasó inadvertido que Silvia no pagara las expensas y que los recibos de los servicios e impuestos se acumularan. El olor seguía y Silvia no aparecía. El último recuerdo que tenían de la mujer con vida era en un comercio cercano, cuando discutió con una empleada.
Su ausencia no fue advertida por muchos de los vecinos del edificio porque no conocían a la mujer, de 50 años. No se cruzaron en los pasillos o en las escaleras y, eventualmente, compartieron el ascensor.
A excepción de algunos comerciantes de Nogoyá, entre Condarco y las vías del ferrocarril San Martín, a cuatro cuadras de la estación de Villa del Parque, pocos habitantes del barrio conocían a Silvia. Algunos recordaban a la mujer con la que discutieron ocasionalmente, ignorando que Silvia sufría una patología psiquiátrica que se agravó durante la pandemia por falta de atención.
Pero, el lunes pasado, Estela Maris, de 79 años, detuvo la marcha de una mujer policía que patrullaba la zona y le dijo que hace mucho tiempo que su amiga, Silvia, no salía de su departamento que estaba cerrado con llave. La vecina agregó que Silvia tampoco era visitada por sus familiares.
Ante dicha solicitud, el jefe de la seccional con jurisdicción en la zona, consultó con el secretario del Juzgado de Instrucción N° 61, quien ordenó que se convocara a un cerrajero para abrir la puerta del departamento.
Cuando los policías ingresaron en el inmueble fueron envueltos por un olor pestilente que se hacía más intenso a medida que se adentraban en el departamento. Al llegar a la habitación hallaron el cuerpo de la mujer. Estaba boca arriba, cubierta con una manta y en estado esquelético.
Ante la posibilidad de que al ingresar en el departamento se concretara el hallazgo de un cuerpo, el jefe policial, por orden del juzgado, había convocado a los peritos de la Unidad Criminalística Móvil (UCM) y una dotación de los bomberos del cuartel de Villa Devoto.
Al revisar el inmueble los técnicos no encontraron signos de violencia o que indicaran que alguna puerta o ventana hubiera sido forzada. Debido al estado de descomposición del cuerpo, el médico del SAME que inspeccionó el cadáver para tratar de encontrar la causa de la muerte no pudo realizar un diagnóstico. Por este motivo, el cuerpo de Silvia fue llevado a la Morgue Judicial donde se realizará la autopsia correspondiente.
Por el momento, en el juzgado de Instrucción N° 61 se decidió calificar el caso como “averiguación causales de muerte”. Los forenses y los patólogos deberán determinar si la víctima sufrió una muerte violenta o si falleció por la falta de atención por alguna de las patologías que padecía.
En la habitación los investigadores hallaron un celular y un registro de conducir a nombre de Silvia Alarcón. Hasta el momento, ninguno de sus familiares reclamó el cuerpo. Nadie notó su ausencia. A pesar de vivir en un edificio con 24 departamentos, Silvia murió sola. Pasaron siete meses para que una amiga advirtió que faltaba.