Su virginidad no se debe a la falta de accesos directos: el valle se ubica a mitad de camino entre Bariloche y El Bolsón. Y entonces, ¿cómo es posible que sea un tesoro casi oculto, sin contar con inversiones que aprovechen su magnífica belleza? Quizás se deba a que en el sur patagónico los destinos turísticos tradicionales -Bariloche, El Bolsón, San Martín de los Andes y Villa La Angostura- absorben un aluvión de visitantes más que suficientes para las expectativas comerciales. Esta situación lo favorece, porque el hechizo del Valle el Río Manso decaería si perdiera su exclusividad.

Vista aérea del Río Manso Camp, a orillas del río Manso.

Por ahora, la manera de disfrutar de sus paisajes espectaculares y su paz es acampando y las ofertas son diversas: desde un camping de lujo, el Río Manso Camp, de pocas plazas y organizado como un hotel cinco estrellas, hasta otros más tradicionales, como el camping y refugio Tierraventura, donde es posible llevar tráiler, mascotas, carpas, motorhomes, o alquilar domos con baño privado y cabañas. En el mismo tono se encuentra el camping La Pasarela de la familia John, históricos habitantes del lugar. Otro es el camping Co-Huinco, situado en la jurisdicción del parque Nacional Nahuel Huapi y de la comunidad mapuche Huenchupán. El camino hacia este camping atraviesa el territorio de la comunidad que va paralelo al río Villegas. Un gran atractivo de este lugar reside en la cercanía de otra perlita del Manso: un piletón de aguas claras parecido a un gran jacuzzi natural.

Relax a orillas del río Manso.

Cómo llegar al Valle del Río Manso

Desde la localidad Río Villegas, a 70 km de Bariloche, serpenteando la ruta 83 de montaña (no perderse la vista recortada en el lado sur de las aguas cristalinas del río Manso), se arriba al valle.

El Camp cuenta con 15 carpas Bell Tent dobles y domos deluxe, con una capacidad estándar de 30 huéspedes.

Otra posibilidad, más que recomendable, es hacer unos 19 km de trekking por un sendero delimitado. El atajo conecta dos famosas pasarelas sobre el río: la pasarela Andrade y la John, un espacio donde el verde cristalino del agua baña una soñada playita de arena. Sería una pena pasar por allí sin sumergirse antes de seguir la travesía.

Luego de caminar entre las siluetas de cipreses, arrayanes y coihues que parecen peinar el aire con sus copas de ramas abiertas, se perciben algunas señales. Una decisiva es el perfume sutil que cruza el aire: viene de la dorada flor del Amancay dispuesta en hilera a la vera del camino. Arriba, el cielo asiste a una bandada de bandurrias que regresan felices, ya concluidas las nevadas. Otro signo inequívoco de estar llegando es el rumor del Manso, esa cinta zigzagueante de agua color turquesa que baja desde el glaciar del Tronador, en algunos tramos saltando y dando giros inesperados; en otros, en su lado inferior, aquietándose, se desliza más calmo hasta atravesar la cordillera y terminar en el Pacífico.

En el Valle del río Manso no hay apuro. El espíritu se vuelve una seda ante la magia del río y sus primeros saltos, por momentos encajonado entre cerros y rodeado del magnífico bosque andino.

Entre lo agreste y el confort

Luciano Frasson, entrepreneur turístico y creador del Patagonia Glamping Co, dice haber elegido este lugar para desarrollar Río Manso Camp por su paz y el contacto directo con la naturaleza.

El living, cálidamente ambientado, es uno de los espacios comunes del camp.

“Queríamos aprovechar el lado salvaje combinado con el lujo de un 5 estrellas. La idea era armar un campamento estacional de verano al borde del río Manso. El lujo es tener a dos pasos la selva virgen de lengas, coihues y cipreses, estar rodeado por montañas majestuosas y a la noche meterse en una carpa estilo safari africano totalmente alfombrada, dormir en una cama mullida, con sábanas de 1000 hilos, y si hiciera frío, estar cubierto con un duvet cóver, mientras afuera se escucha el leve rumor del Manso y el silbido de las coníferas”, explica Frasson.

En el camp de lujo trabaja un staff de profesionales, integrado por organizadores de eventos, guías, anfitriones y chefs que se ocupan de montar cada experiencia para los huéspedes.

La idea de organizar un acampe de lujo o glamping en medio de un lugar casi inexplorado nació en 2022 como campamento nómade de lujo tras instalarse en un campo privado, en el tramo del río que va desde el lago Steffen hasta este valle, ramal conocido como el Manso inferior.

“Estábamos avanzando en esa idea del glamping cuando un día nos llamaron desde Bombay; era un matrimonio que quería tener una experiencia única, exótica, para festejar sus bodas de perlas. Querían festejar en algún lugar remoto, alejado de la civilización, sin la incomodidad de no tener una suite con baño privado, claro. Ellos, sin saberlo, fueron el disparador de una idea que veníamos pensando”, relata.

Hay una carpa lounge, la principal, donde se hacen los desayunos y todas las comidas.

En ese momento sólo tenían un domo y un baño en suite que montaron exclusivamente para ese evento. Luego les organizaron paseos escénicos en kayaks y barcos. Una de las cosas que más les gustó fue hacer rafting.

Desde ese momento no pararon. Actualmente la propuesta standard cuenta con 15 carpas en formato doble. Hay una carpa lounge, la principal, donde se hacen los desayunos y todas las comidas; es también la sección de living. Ahora sumaron un domo de mayor lujo. Tiene una capacidad estándar de treinta personas, pudiendo ampliarse en eventos especiales.

Una de las carpas dobles del camp.

En el camp de lujo trabaja un staff de profesionales, integrado por organizadores de eventos, guías, anfitriones, chefs, artistas, equipo de reservas y operaciones, personal de logística, y un grupo de montaje.

¿Qué hacer en el glamping? Luciano Frasson sintetiza: “Es un lugar ideal para hacer relax o integrarse a alguna de las actividades, como caminatas por el bosque con guías locales, conocedores de la fauna y la flora, y de recovecos escondidos, playitas, cascadas soñadas, o piletas naturales”. Además, en Río Manso Camp organizan actividades a pedido para eventos o grupos especiales, como por ejemplo lo que llaman Yoga & Wellness, una propuesta de viajes especializados en el bienestar y la salud aprovechando la cercanía de la naturaleza con sesiones de yoga y meditación en el bosque o en la orilla del río. También proponen clínicas de pesca con mosca y salidas guiadas de mountain bike.

Otra alternativa de la zona es hacer rafting en el Manso. Hay clase II/III (Rafting Villegas), ideal para principiantes y familias con chicos. Para los que elijan una opción con más adrenalina (sólo apta para mayores de 14 años) está el Rafting Frontera, clase III/IV, en un tramo donde el Manso no lo es tanto.

Muchos se inclinan por las cabalgatas. Se realizan atravesando grandes extensiones de campos de familias pioneras de la región.

Los precursores

Durante mucho tiempo las tierras del valle Manso eran de nadie. El estado argentino no existía prácticamente a comienzos del 1900 en estos lares, cuando los vecinos chilenos llegaban, a pie o a caballo, cruzando por el paso trasandino Cachamó y se instalaban en espacios que ninguna autoridad nacional vigilaba. Iban al valle del Río Manso porque les habían dicho que en esa zona era más fácil conseguir campos y establecerse. No eran tierras que se compraran, se las entregaban con permisos precarios…. Era gente que para llegar al valle en busca de nuevas oportunidades recorría distancias de hasta 400 kilómetros.

El rafting en el Manso es un clásico que sigue vigente. Hay de varios niveles, para principiantes y avanzados.

Recién a partir de la década del treinta, hubo un control del estado argentino. Para esa época se estableció el primer colegio y se creó el Parque Nacional Nahuel Huapi. “La vida doméstica transcurría entre los trabajos de huerta, cría de gallinas y gansos, aprovechamiento de algunos árboles frutales, la extracción de leña y de madera para calefaccionarse y realizar las distintas construcciones”, escribe la historiadora Graciela Suárez en un estudio sobre el poblamiento del Río Manso. En síntesis, todas estas actividades de autoconsumo servían para cubrir las necesidades básicas durante todo el año.

Otros pobladores del valle llegaron desde mucho más lejos, huyendo de la guerra. Sebastián John es uno de los descendientes de los pioneros y organiza cabalgatas en la zona mientras que su tío, Tony, administra el camping La Pasarela. “La historia de mi familia John en el valle empezó cuando mi tatarabuelo llegó con mi bisabuelo y mi abuelo de 10 años a estas tierras. Venían desde Suiza escapando de la segunda guerra mundial”, relata.

Pasarela sobre el Río Manso inferior, al sur de Bariloche.

Años habían vivido en un pacífico pueblito fronterizo con Alemania. En el año en que las fuerzas alemanas bombardearon Guernica y el Tercer Reich ya era una amenaza evidente, toda la familia John decidió emigrar a la Argentina. Unos se fueron a Bariloche, otros a El Bolsón.

El único que apostó por este valle fue mi bisabuelo. Se convirtió en su paraíso. Toda la familia se dedicó a criar vacas tamberas, sembraban pasta y alfalfa para alimentarlas. Era una vida muy sacrificada, no había caminos como ahora, y el invierno era mucho más frío (el invierno duraba 6 meses). La nieve los tapaba, sin embargo, no pensaron en mudarse. Durante años mi bisabuelo se trasladaba a caballo para ir a la ciudad y comprar lo básico. Hasta que compró el Ford canadiense. Ahí empezó un cambio que se profundizó en el 91 cuando empezó con una empresa de turismo, centrando la actividad en el rafting, algo que aún hoy es una de los principales atractivos de la zona”, relata John.

El baño de uno de los domos del camp.

Los descendientes siguieron con la actividad turística y trataron de mejorarla. Ahora, además de contar con sectores de acampe, construyeron cabañas dormis, hay una proveeduría y un restaurante. Acondicionaron todo para ofrecer servicios de primera que sean accesibles para todo el mundo.

El camping La Pasarela está situado en una zona de selva valdiviana con grandes y centenarios coihues de hasta 40 metros de altura y especies nativas como arrayanes, radales y cipreses. Uno puede dar un paseo por ese bosque y encontrarse con un zorro colorado, un pudu pudu o un monito del monte.

En Río Manso Camp es posible sumarse a actividades como cabalgatas o caminatas por el bosque con guías locales, visitar playitas, cascadas o piletas naturales.

También es posible tirar una línea en el Manso y tener la suerte de pescar una trucha. En el predio hay fogones dispuestos cerca de las carpas para intentar algún plato típico, como truchas asadas, previamente condimentadas con merken, una mezcla patagónica hecha a base de cilantro, ají y sal. Otra posibilidad es disfrutar de una noche de luna en una extensa playa de arena blanca y aguas serenas, un privilegio especial de este lugar.