Bajo la cúpula de mármol de la Rotonda del Capitolio, el poder global tomó asiento el lunes por la mañana. No había espacio para el azar: cada silla ocupada, cada rostro presente, hablaba de alianzas selladas y batallas por venir. Allí, rodeado de los ecos de una historia nacional que glorifica la continuidad democrática, Donald Trump asumió su segundo mandato como presidente de los Estados Unidos.
Sin embargo, lo que definió la ceremonia no fueron las palabras del juramento, sino la composición de la inusual escena dentro de la historia política moderna. La gélida temperatura del exterior, que congelaba las escaleras exteriores, obligó a reducir al mínimo la cantidad de participantes del evento en el salón principal, que se convirtió en una vitrina de las alianzas, compromisos y tensiones que definirán los próximos años.
Desde los multimillonarios tecnológicos hasta los líderes extranjeros, pasando por los pesos pesados del capital conservador y la omnipresente familia presidencial, cada presencia en la Rotonda del Capitolio narraba un capítulo de esta historia en construcción.
La familia Trump
En primera fila, la familia Trump se presentó en bloque. La figura imponente de Melania Trump, envuelta en un abrigo blanco impecable, parecía un contraste perfecto con el aire juvenil de Barron Trump, el hijo menor del presidente, quien a sus 18 años empieza a moldear su propio papel en el legado familiar. “Barron fue mi conexión con el mundo digital”, había declarado Trump días atrás, elogiando a su hijo por presentarle personalidades influyentes de las redes sociales que impactaron en la campaña. No lejos de él, Kai Trump, nieta del presidente y una estrella emergente en redes sociales, irradiaba confianza, un reflejo de su reciente protagonismo en la Convención Nacional Republicana.
Donald Trump Jr., el hijo mayor del presidente, permanecía cerca, una presencia constante en la maquinaria política de su padre. Se sumaron a este grupo los integrantes de la familia del ahora vicepresidente JD Vance.
Tecnología y capital: el club de los multimillonarios
Detrás de la familia presidencial, Elon Musk dominaba el terreno de los titanes tecnológicos con su característica mezcla de carisma y misterio. Musk, quien ha consolidado su lugar como el hombre más rico del mundo, no solo se ha acercado a Trump en los últimos meses, sino que ahora ostenta una posición oficial: encabezará un departamento destinado a reformar la burocracia gubernamental. Los rostros del nuevo gobierno y cercanos al presidente también se vieron en el lugar.
Mark Zuckerberg, menos animado que Musk, observaba la ceremonia con la mirada de alguien que ha aprendido a jugar un delicado juego de supervivencia política. Desde que Meta suavizó las restricciones en sus plataformas bajo la presión de sectores republicanos, Zuckerberg ha sido objeto de críticas, pero también ha evitado choques directos con la administración de Trump, quien en el pasado amenazó abiertamente con encarcelarlo. Junto a él, Priscilla Chan, su esposa, mantenía un bajo perfil, distante de los reflectores.
En una esquina opuesta, Jeff Bezos parecía una figura aislada. La decisión de su Washington Post de no respaldar a ningún candidato en las elecciones de noviembre dejó un sabor amargo entre los círculos progresistas, pero fue interpretada como una jugada astuta para evitar antagonizar con el mandatario reelecto. A su lado, Lauren Sánchez, prometida de Bezos, se mantenía sonriente, aunque distante de las cámaras que seguían obsesivamente a Musk.
Completando el trío de gigantes tecnológicos estaba Sundar Pichai, CEO de Google. Su asistencia no pasó desapercibida, especialmente después de que Alphabet y otras grandes empresas donaran un millón de dólares cada una al fondo inaugural de Trump.
Miriam Adelson y los pesos pesados del poder
En las filas delanteras, Miriam Adelson, megadonante republicana y viuda del magnate de los casinos Sheldon Adelson, ocupaba un lugar estratégico, flanqueada por otros gigantes del capital. Fue Adelson quien encabezó el super PAC Preserve America, fundamental para financiar los momentos más críticos de la campaña de Trump. Su papel no solo es el de una figura detrás del telón, sino también una voz influyente en la dirección del Partido Republicano. Cerca de ella, John Paulson, un inversor cuya fortuna construida en Wall Street lo posiciona entre los mayores donantes republicanos.
La escena de los poderosos la completaban magistrados de la Corte Suprema, entre ellos Samuel Alito Jr.; Amy Coney Barrett; Neil M. Gorsuch y Sonia Sotomayor, Junto a los miembros del Congreso Mike Johnson, Deb Fischer, Charles Schumer, Johm Thune y Steve Scalise.
Los líderes extranjeros y la diplomacia de las sorpresas
Trump, fiel a su estilo de romper moldes, invitó a figuras internacionales que encarnan su visión del mundo: Javier Milei, el presidente libertario de Argentina, y Giorgia Meloni, la primera ministra de Italia, compartieron un lugar privilegiado en el estrado. Ambos líderes, abiertamente admiradores del enfoque populista y nacionalista de Trump, simbolizaban un eje político transatlántico que busca consolidarse frente a las instituciones globales tradicionales. A su lado, la presencia del vicepresidente chino, Han Zheng, fue un recordatorio de las complejas negociaciones detrás del escenario.
La asistencia de Shou Zi Chew, CEO de TikTok, junto a la nominada a directora de inteligencia nacional, Tulsi Gabbard, añadía una capa extra de tensión, dadas las controversias de la plataforma en el país.
Los ausentes
No todos los invitados ocuparon su asiento. La ausencia de Michelle Obama, quien había anunciado que no asistiría, destacó como un acto simbólico que subrayó las divisiones políticas y personales que definen esta era. Mientras tanto, los otros ex presidentes—Bill Clinton, Barack Obama, George W. Bush y Joe Biden—y sus respectivas esposas, salvo Michelle, mantuvieron una postura solemne durante el evento.