Jean Estrugamou, vasco-francés nacido en Charritte-de-bas, desembarcó en el puerto de Buenos Aires a mediados del siglo XIX. Vino escapando de la pobreza, persiguiendo el sueño de “hacer la América”. Su destino original, primera escala en el nuevo continente, fue la ciudad de Montevideo. Dos años más tarde, en 1843, cruzó a la otra orilla del Río de la Plata, donde se radicó definitivamente. Encontró su destino en la pujante industria lechera y se dedicó, durante los primeros 20 años en Argentina, a la explotación de un tambo. En poco tiempo amasó una fortuna y se estableció como uno de los grandes productores de leche del país. Luego se desarrolló como ganadero, especializado en el ganado ovino. El negocio le permitió acceder a un nivel de vida que jamás había imaginado. Su éxito empresarial sería continuado por sus hijos.
La influencia de los Estrugamou trascendió la industria lechera y ganadera. A través de generaciones, expandieron su fortuna con acertadas inversiones inmobiliarias: compraron enorme parcelas de tierra y también propiedades de gran valor. El historiador Jorge Beramendi cuenta que Alejandro Estrugamou, uno de los hijos más destacados de Jean, no solo impulsó la fundación de Venado Tuerto sino que también se dedicó a la construcción de un emblemático edificio de Buenos Aires: el Palacio Estrugamou, una majestuosa obra que se erige en la intersección de Juncal y Esmeralda, en pleno corazón de la ciudad. Este edificio, cuyo diseño estuvo a cargo de los arquitectos Eduardo Sauze y Auguste Huguier, fue levantado entre 1924 y 1929.
El Palacio Estrugamou, más allá de su valor arquitectónico, fue hogar de grandes celebridades argentinas, como Marcelo Torcuato de Alvear y Carlos Gardel. A lo largo de su historia fue considerado como uno de los edificios más exclusivos y representativos de la elite porteña. Con sus departamentos señoriales, es un reflejo de la vida burguesa de la época. Cada piso, accesible por ascensor, mantiene la esencia y el lujo original que lo caracterizan desde el momento en que se inauguró.
Rosa Aboy, profesora titular de la UBA y directora de la Maestría en Estudios Urbanos y de la Vivienda en América Latina, repasa la historia y la importancia de esta “joya arquitectónica” en la vida de Buenos Aires.
-Rosa, ¿cómo y en qué contexto surge la construcción del Palacio Estrugamou?
-Bueno, el contexto es múltiple. Surge en la década del 20, un momento clave desde el punto de vista urbano, cuando empiezan a aparecer, aunque aisladamente, los primeros edificios de renta en altura. El Palacio Estrugamou es uno de esos, como el Palacio de los Patos y otros edificios académicos en distintos barrios, principalmente en los más caros de la capital. Esto responde a varios factores. Un factor económico tiene que ver con la valorización de la tierra en la ciudad de Buenos Aires, que empieza a adquirir más valor debido a normativas que regulan la construcción de edificios altos en ciertas zonas, como la del Estrugamou. Desde el punto de vista social, esto responde a un grupo de inversores, no necesariamente coordinados, pero productores agropecuarios de distintas zonas del país que invierten en tierra en la ciudad. Aunque no se dedicaban a la construcción, ven una oportunidad en el nuevo mercado, ya que los precios de la tierra están subiendo y la expectativa de obtener una ganancia a través de alquileres es considerable. Hasta ese momento, los sectores más adinerados vivían en casas individuales. Finalmente, hay un factor cultural: un cambio en los gustos de los sectores altos que empieza a hacerlos buscar la modernidad y las nuevas formas de vida que ofrecen los edificios de departamentos. En la década del 20 se construyen muchos edificios como el Estrugamou, el Edificio Mihanovich en la calle Arroyo, el Palacio de los Patos en Palermo… todos destinados al alquiler. ¿Por qué alquiler? Porque hasta la década del 40 no se podía subdividir la propiedad de un edificio. Entonces, estos edificios eran de un solo dueño con suficiente capital para afrontar todo el proceso de construcción y el riesgo asociado. El Estrugamou fue un claro ejemplo de este tipo de inversión exitosa.
-¿Qué sabe de los Estrugamou y por qué eligieron este estilo de arquitectura?
-Lo que sé es que eran parte de una familia inmigrante vasco-francesa que llegó a la Argentina hace dos generaciones. Su abuelo llegó primero y la familia se estableció en la producción agropecuaria en Venado Tuerto, provincia de Santa Fe, y luego amplió el negocio a Junín, provincia de Buenos Aires. Ya tenían una residencia en la calle Basavilbaso, en Buenos Aires, y cuando decidieron construir el edificio de departamentos de alquiler, lo hicieron en un terreno de propiedad de Alejandro Estrugamou. En cuanto al estilo, la elección del academicismo francés tenía que ver con el gusto establecido de los potenciales inquilinos. Las grandes casas aristocráticas ya tenían ese estilo, inspirado en la arquitectura de la aristocracia francesa. La idea era darle al edificio la apariencia de una gran casa aristocrática, no de un edificio de departamentos. Los inversores no querían que los inquilinos sintieran que estaban bajando de rango al mudarse allí; querían ofrecerles una experiencia similar a vivir en una gran mansión. Este estilo daba seguridad desde el punto de vista simbólico, mostrando que los inquilinos eran parte de una élite que vivía como la aristocracia europea. Fue una elección muy inteligente para atraer a esos sectores altos y crear un nuevo mercado de departamentos de alquiler.
-¿Cuánto tiempo duró la construcción del edificio hasta que quedó habilitado?
-Creo que los primeros planos que vi datan de 1925, y se inauguró en 1929. Justo en un momento de cambio, porque en 1929 ocurre el crack de la bolsa en Estados Unidos, lo que trae la crisis económica mundial, afectando la construcción de edificios en Buenos Aires. El Estrugamou fue construido con materiales importados de Europa, como los pisos, cerrajes, mármoles, y broncerías, que se traían en barcos que volvían vacíos desde Europa (los mismos en los que viajaban las exportaciones argentinas). Sin embargo, con la crisis, las exportaciones disminuyeron y comenzaron a usarse más materiales locales en la construcción de edificios, lo que llevó a un cambio en el estilo arquitectónico y una simplificación en los acabados. Lo que es muy interesante es que el Estrugamou tenía permiso para construir dos pisos menos de los que tiene, pero Alejandro Estrugamou logró convencer a las autoridades de que le permitieran agregar dos pisos más a cambio de donar más espacio público a la ciudad. Esto hizo que la calle, frente al edificio, fuera más ancha, lo que permitió al edificio ganar en proporción y tener la presencia urbana que hoy tiene. Es lo que hoy llamaríamos un “convenio urbanístico”, aunque en ese momento no se conocía con ese nombre.
-¿Este tipo de gestión urbanística fue algo común en esa época?
-No, fue una decisión bastante visionaria. Y el edificio realmente lo ganó, tanto desde el punto de vista arquitectónico como urbano. El hecho de que se retirara de la línea de la calle contribuyó a la monumentalidad del edificio, algo que no habrían logrado si se hubiera construido en línea con el resto de la cuadra. Además, los departamentos del Estrugamou fueron diseñados con una gran sensibilidad. Cada piso tenía cuatro departamentos exactamente iguales, con ascensores principales y de servicio, palier privado con boiserie de madera importada y grandes arañas. Esto eliminó las diferencias entre inquilinos, ya que todos tenían el mismo tipo de departamento, lo que generaba una sensación de igualdad y de pertenencia a una élite social. Es un edificio de “iguales”, con personas que compartían un buen pasar económico, pero sin distinciones dentro del propio edificio.
-¿La construcción del edificio generó alguna polémica o reacción negativa?
-En este caso, no. No generó controversia, en parte porque su estilo se ajustaba a las expectativas de las élites sociales. Otros edificios de la época, como el Palacio Barolo o el Edificio Mihanovich, sí fueron criticados, incluso por arquitectos, que los veían como ejemplos de “elefantiasis arquitectónicas que aplastaban a los peatones”. Sin embargo, el Estrugamou nunca fue criticado de esa manera, probablemente por su alineación con el gusto de la aristocracia y las clases altas a las que iba dirigido.
-¿Fueron estas élites las primeras en habitar el edificio?
-Sí, por supuesto. Fueron las élites de Buenos Aires y también del interior del país. En ese entonces, era común que los propietarios de tierras agropecuarias en distintas provincias tuvieran una casa en la ciudad, y los departamentos de alquiler como el Estrugamou se convirtieron en una opción más viable y económica que las casas individuales. En la década del 20, con el gobierno de Marcelo T. de Alvear, hubo un aumento en los sueldos, lo que permitió a las élites optar por departamentos más cómodos y modernos que requerían menos gastos de manutención.
-¿La construcción del edificio tuvo algún efecto en el mercado inmobiliario local?
-Sí, definitivamente. Edificios como el Estrugamou y el Palacio de los Patos en Palermo elevaron el valor de los barrios en los que se construyeron. Antes de la construcción de estos edificios, la zona tenía residencias aristocráticas individuales, pero los edificios de renta cambiaron el panorama inmobiliario. El éxito de estos proyectos impulsó el desarrollo de la tipología de edificios de renta en otras áreas de la ciudad, especialmente en la zona de Plaza San Martín y Retiro, y luego se extendió al otro lado de la Avenida 9 de Julio.