En 1985, Donald Trump compró Mar-a-Lago, una mansión que marcaría un antes y un después en el lujo de Palm Beach. Con más de 20.000 metros cuadrados y un terreno de seis hectáreas, la propiedad se destacó por su imponente arquitectura y por ser una joya del sur de Florida, que rápidamente se convirtió en un refugio exclusivo para la élite estadounidense. A lo largo de los años, Mar-a-Lago no solo fue un símbolo de opulencia, sino también un centro de poder, donde Trump forjó relaciones con líderes mundiales y figuras clave de los negocios.
En la Casa Blanca, el personal trabaja sin descanso para recibir al nuevo mandatario: desde la limpieza y renovación de las habitaciones hasta el traslado de sus objetos personales, cada detalle se cuida meticulosamente para darle la bienvenida a la familia Trump.
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Sin embargo, la Casa Blanca no será el único hogar del jefe de Estado en estos próximos años. Mar-a-Lago, su residencia en Florida, se mantendrá como su base estratégica y su refugio personal.
Mar-a-Lago, un club privado que desafió las normas sociales
Construida en 1927 por Marjorie Merriweather Post, heredera del imperio General Foods, Mar-a-Lago es una obra maestra arquitectónica. Con techos dorados, azulejos españoles del siglo XV y detalles de inspiración europea, la mansión fue concebida para asombrar. El referente republicano la adquirió por menos de ocho millones de dólares.
Desde su llegada a Palm Beach, Donald Trump rompió los moldes de la exclusiva y tradicional comunidad. Transformó Mar-a-Lago en un club privado y abrió sus puertas a personas de diversas etnias y religiones, algo inédito en una zona conocida por su estricta exclusividad y conservadurismo. Aunque en su momento esta decisión generó críticas, también posicionó a la mansión como un símbolo de inclusión en un entorno marcado por la segregación social.
Sin embargo, el camino no fue fácil. Durante los años 90, Trump atravesó serios problemas financieros que lo llevaron a plantear una idea polémica: dividir la propiedad en lotes residenciales. Esta propuesta chocó con la Preservation Society local, que se opuso firmemente a cualquier alteración del valor histórico de Mar-a-Lago. Tras un tenso enfrentamiento legal, el empresario logró conservar la integridad de la mansión y la consolidó como un club exclusivo.
La “Casa Blanca de invierno” y su papel en la política de Estados UNidos
Durante la presidencia de Donald Trump, Mar-a-Lago se convirtió en un punto neurálgico de la política estadounidense. Apodada la “Casa Blanca de invierno”, la mansión fue sede de cumbres internacionales, encuentros diplomáticos y decisiones estratégicas de alto nivel. Sin embargo, en 2022 volvió a ocupar titulares cuando el FBI allanó la propiedad en busca de documentos clasificados, un hecho que reabrió las disputas legales de Trump.
Esta dualidad política no estuvo exenta de tensiones. Las frecuentes visitas presidenciales implicaron estrictas medidas de seguridad, cierres viales y molestias para los residentes de Palm Beach, quienes debieron adaptarse a la nueva dinámica de su comunidad. A pesar de los desafíos, Mar-a-Lago siguió en ascenso, hasta alcanzar ingresos récord y triplicando sus ganancias en comparación con años anteriores.
Un legado de lujo
Mar-a-Lago es mucho más que una propiedad de lujo; es un verdadero reflejo del impacto de Donald Trump en la política y los negocios. Su exclusividad es palpable, con una membresía que incluye figuras prominentes como Steven Spielberg y Henry Kissinger, además de tarifas de membresía que recientemente han superado el millón de dólares.
El club no solo se mantiene como un refugio de lujo en el sur de Florida, sino también como un símbolo de poder e influencia, donde los ecos del poder político y económico continúan resonando.