Esto es un viejazo, pero viejazo mal, eh. Si usted comprende esto ya debería estar jubilado o muerto (aunque si está muerto difícilmente esté leyendo esto y quizás esté asustando gente como fantasma). Sin embargo, ahí va el recuerdo de esta joya arqueológica que trajo certezas a la hora de ver televisión: la revista del cable.

¿Qué era? Básicamente una publicación hecha por la empresa que proveía el servicio de cable. Contaba con una o dos páginas con notas de color, quizás una entrevista o algún anuncio de estreno del cine, con la grilla de canales para saber en qué número estaba cada uno y, luego, con cientos de páginas grises donde se detallaba día por día y hora por hora qué iba a dar cada canal durante el mes. Entonces, usted decía: “Hoy es 16 de enero, a ver qué película da I-Sat a las 21″.

Esa grilla tan amable hacía que ver la TV fuera posible

Los memoriosos recordarán que también había canales que tenían contenidos fijos. Por ejemplo, de lunes a viernes, a las 20.30, FOX (rebautizado Star como otro golpe a los melancólicos de la TV) daba siempre Los Simpson.

Los Simpson, un clásico de FOX de lunes a viernes a las 20.30

Sin embargo, siempre podían aparecer los problemas. Porque una vez sintonizado el canal, uno podía encontrarse con la gran sorpresa de su vida: la grilla estaba mal y empezaba otra película. Por lo tanto surgía la duda: ¿estaba mal el día? ¿o el horario? ¿o arranca al término de esta película? ¿y será en este canal? ¿o en otro? Todas esas preguntas quedaban en la mente del espectador, porque no había a dónde ir a consultar, no había otra grilla, ni otra guía, ni Internet, ni a quién preguntarle. Era el espectador solo, frente a la TV, con una promesa incumplida: había leído que iban a dar Corazón Valiente pero estaba empezando Siete bodas y un funeral.

Corría 1995 y llegaba al cine este tanque que el cable se cansó de pasar... siempre y cuando la revista del mes acertara en el canal y el horario

Pese a todo, la vida daba revancha: el espectador tenía en su mano algo que, hoy por hoy, está a punto de seguir a la revista del cable en el camino hacia el museo de la nostalgia… el control remoto. Hubo una generación entera, créase o no, que tuvo que pararse para cambiar el canal de la televisión. Esa misma generación vio, asombrada, cómo llegó el control remoto para hacer todo a distancia y, hoy por hoy, no debe saber ni dónde está gracias a la magia negra del on demand que dividió a la TV en miles de plataformas.

¿Qué se podía hacer con el control remoto? Zapping: un concepto que quedó tan arcaico como decir “rebobinar” como sinónimo de “retroceder la película”. Con el zapping uno podía moverse canales arriba y abajo en busca de cualquier cosa: repetida, vieja, programa de televenta, llame ya, llame después, señales de ajuste y hasta pasar por los canales codificados. ¿Qué eran esos canales? Eran aquellos que se pagaban aparte del servicio de cable y ofrecían, básicamente, películas recién estrenadas. También estaban los otros, que ofrecían contenidos eróticos (dice la leyenda que si uno los dejaba sintonizados podía llegar a ver algo; pero eso se dice, no está chequeado).

El tiempo pasó y la tecnología se los llevó puestos a todos: a la revista del cable, al zapping y a los canales con contenidos eróticos (esto puede leerse como información o como queja, cada lector decidirá). Hubo otros caídos, como los canales Hallmark, Magic Kids, Cablín, Utilísima o The Big Channel. Por su parte, la TV resiste. Ya no es más de tubo. Supo ser plasma, smart, de LED y 4K, pero resiste. Ya no calienta tanto y permite ser usada para ver plataformas de video, de películas o de música. Casi nadie la usa para hacer zapping aunque, a decir verdad, el zapping no murió. No, se vengó y se convirtió en esa horrible sensación de tener mil contenidos en plataformas que se pagan en dólares y que llevan al espectador a la terrible encrucijada de no saber qué ver.