Imagen de la inventora May Anderson

A principios del siglo XX, los coches carecían de muchas de las comodidades y medidas de seguridad que hoy damos por sentado. Con el auge de los automóviles, los conductores enfrentaban el desafío de manejar bajo condiciones climáticas adversas, exponiéndose al viento, el polvo y la lluvia. Este problema era especialmente crítico en áreas urbanas, donde el tránsito y las condiciones del camino complicaban la visión.

En un viaje a Nueva York a principios del siglo XX, Mary Anderson, una residente de Birmingham, Inglaterra, se enfrentó a una situación que cambiaría la historia de la automoción. Los tranvías de la ciudad se detenían constantemente para que los conductores pudieran limpiar los parabrisas cubiertos de lluvia o nieve, un proceso que ralentizaba los trayectos y complicaba la experiencia de los pasajeros.

Este episodio que por entonces era muy cotidiano inspiró a Anderson a diseñar un dispositivo (ella pensó en una especie de cuchilla) que permitiera limpiar los cristales sin necesidad de detener el vehículo. Y comenzó a trabajar en ello hasta que, en 1903, registró una patente para un dispositivo que podría describirse como el precursor del parabrisas moderno. Se trataba de una hoja de vidrio desmontable que protegía a los conductores del viento, la lluvia o la nieve y permitía una mejor visión durante la conducción. Aunque rudimentario en comparación con los parabrisas actuales, este invento marcó un antes y un después en la industria automotriz.

Imagen de archivo de un limpiaparabrisas moderno. (Adobe Stock)

Al principio, Anderson no contó con el respaldo de las empresas manufactureras, que se negaron a invertir en la construcción de esta invento. Pero con los años el dispositivo ganó popularidad entre los primeros fabricantes de automóviles, que comenzaron a incorporar variaciones de su diseño en los modelos de la época. A pesar de las limitaciones tecnológicas de su tiempo, la idea de Anderson sentó las bases para los avances posteriores, como el desarrollo del vidrio laminado y los limpiaparabrisas mecánicos.

A pesar de su contribución significativa, el nombre de May Anderson ha permanecido en gran medida fuera del reconocimiento público. No obstante, su trabajo allanó el camino para mejoras esenciales en la seguridad vehicular y demostró el impacto de las mujeres en un sector dominado por hombres durante esa época.

Cuándo debemos cambiar los limpiaparabrisas

Un siglo después, prácticamente la totalidad de los vehículos de cuatro ruedas tienen incorporados ya este dispositivo para garantizar una correcta visibilidad. Pero como todo componente, este debe cambiarse cada cierto tiempo. Una visibilidad reducida debido a limpiaparabrisas ineficaces puede provocar colisiones, especialmente en condiciones climáticas adversas. Además nos ahorrará dinero, ya que reparar o reemplazar un parabrisas rayado es significativamente más costoso que cambiar los limpiaparabrisas. Un parabrisas sucio o con marcas dificulta la concentración y tener este dispositivo desgastado suele generar ruidos chirriantes o vibraciones, afectando la comodidad del viaje.

Por eso, los expertos sugieren revisar y reemplazar las hojas de los limpiaparabrisas al menos una vez al año o cuando se noten signos de desgaste, como rayas en el parabrisas o un barrido desigual. Las condiciones climáticas y la exposición constante a elementos externos pueden acelerar este desgaste.