Jonathan y Josefina querían dejar atrás su vida de departamento en la ciudad de Córdoba para construir un hogar en el que sus dos hijos (y ellos también, claro) pudieran disfrutar de la naturaleza y jugar al aire libre. Así, llegaron a este terreno en el barrio Jardín Inglés, un lugar con el espacio suficiente para tener su anhelado jardín y unas vistas únicas de la Reserva Natural San Martín.

Abajo, el área de descanso semienterrada que mira al jardín; arriba, otro patio con pileta y galerías.

Después de plantar bandera en este espacio privilegiado, armaron equipo con los arquitectos y amigos Manuel González Veglia – al frente de Téctum Arquitectura– y Agustín Berzero. Jonathan los conocía bien, ya habían trabajado. “Siempre confió mucho en nosotros, y -como él también forma parte del rubro de la construcción- entiende lo que implica un proyecto de este tipo, así que nos tuvo paciencia, algo fundamental en cualquier relación entre arquitecto y cliente”, nos cuenta Manuel.

Bajar un cambio

Como un umbral que invita a desacelerar, el ingreso a la casa se desarrolla con un patio en el que el suelo es de granza y crecen acacias Sunburst, encargadas de filtrar la luz. “Esta pausa te prepara para disfrutar del espacio doméstico con una actitud más serena y receptiva”, explica Manuel.

Las paredes en madera tienen pequeñas ventanas móviles que permiten entrar la luz natural durante el día.

La idea de desacelerar con el patio de ingreso surge de nuestra experiencia cotidiana de vivir en un mundo donde el tiempo nunca parece ser suficiente para todo lo que queremos hacer. En las ciudades contemporáneas, esta sensación de aceleración se intensifica.

Ar. Manuel González Veglia

Conexión franca con la naturaleza

La casa está dividida en dos niveles. En la planta baja están los espacios sociales con el living y la cocina-comedor, un quincho, especialmente diseñado para las reuniones familiares o con amigos, y los servicios; en el inferior, que está semienterrado, está el área de descanso.

El proyecto de iluminación es de Luciana Borgatello. Los artefactos embutidos son de INDIGO Luminers.

Jonathan es coleccionista de arte, lo cual ayudó a vestir la casa. Lo primero que hizo la pareja al mudarse fue colgar todos los cuadros, por eso, la iluminación obedeció a su destaque.

“Creemos que el principal objetivo de una casa debe ser ofrecer un refugio, un espacio que brinde confort y un tiempo compartido en familia, alejado de esa vorágine cotidiana”.

Simple y funcional

Los pisos son de madera de Roble (Patagonia).

La cocina tiene una distribución en L y está zonificada para optimizar su funcionalidad. Hacia el estar-comedor se ubica una gran isla que contiene el sector húmedo principal. Funciona como mesada de trabajo y lugar de encuentro.

Las banquetas son en hierro negro, haciendo juego con la superficie oscura de la isla.

Desayunos cinco estrellas

Las aberturas son Aluar A40, un sistema tradicional que, al no estar interrumpido por soportes verticales, cobra protagonismo y permite una conexión franca e ininterrumpida con el exterior.

Del otro lado, se ubican los elementos más como el lavavajillas y la despensa. Esta parte de la cocina se abre directamente hacia un pequeño patio con plantas aromáticas, que aporta luz natural y conexión con el exterior.

Su orientación hace que reciba la luz de la mañana (”la mejor de todas”, dirán algunos, y tendrán razón). Esto lo convierte en un lugar ideal para empezar el día. Desayunos gloriosos suceden acá. Además, su cercanía a la cocina facilita su uso cotidiano, especialmente para las comidas informales de la familia.

En el patio interno que da a la cocina se plantaron aromáticas que perfuman el espacio cada vez que sopla el viento.

“Buscamos las formas simples y una paleta reducida de materiales. En esta casa, prácticamente todo se resuelve con madera y hormigón de diferentes texturas (liso en la cubierta y con tablas en los muros). Limitar el repertorio formal y material intensifica la experiencia arquitectónica”.

Horizonte verde

“Cuando llegamos al terreno -recuerda Manuel-, nos encontramos con una plataforma de tierra, un podio natural en el centro del lote que ofrecía una vista privilegiada hacia la reserva natural. Decidimos aprovechar este accidente topográfico ubicando las habitaciones semienterradas y utilizando sus cubiertas como jardines verdes”.

Acompañan a la mesa del comedor, sillas enchapadas en madera natural con estructura de hierro. Al lado, juego infantil también en madera.

“Para reforzar la conexión visual con la naturaleza y la introversión de la casa, optamos por eliminar las vistas laterales con muros ciegos de hormigón, que ocultan las medianeras vecinas. Así, se borran las construcciones aledañas e intensifica la sensación de inmersión en el paisaje”.

Al costado de este patio, se encuentra una galería semicubierta con parrilla, que amplía las posibilidades de reunión y disfrute al aire libre.

Este diseño responde también a la intención de priorizar la privacidad de la familia. “Quisimos evitar una apertura despropocionada hacia la calle, que vuelve a las casas dependientes de cortinas, rejas u otros dispositivos para recuperar la intimidad”, nos cuenta Manuel.

La cubierta de los dormitorios, que están semienterrados, se transformó en un espacio verde accesible, que funciona tanto como terraza-jardín como una extensión natural del entorno.

Para poner a punto esta terraza, se prestó especial atención a la impermeabilización de la cubierta, el drenaje del agua y la selección de especies vegetales que pudieran convivir con este diseño tan particular.

Al negar la relación con el entorno urbano inmediato y focalizar la atención sobre el paisaje, se promueve una vivencia más presente y desconectada de los estímulos de la ciudad.

Por donde se la mire

Al atardecer, la magia del sol escondiéndose detrás de la reserva.

Disfrutamos estando en todos los ambientes de nuestra casa. Desde donde estés, podés conectar con la familia y el entorno, porque desde todos los ángulos ves algo hermoso.

Jonathan, dueño de casa